El encanto del mal gusto
Clausura de la Exposici¨®n Kitsch
Se ha clausurado en la galer¨ªa Seiquer, la exposici¨®n Kitsch que se manten¨ªa abierta, desde el 27 de septiembre. Un trueque de objetos kitsch -y a la ahora de elegirlos cuenta la imaginaci¨®n de cada uno, desde una edici¨®n ilustrada y papel biblia de Camino, hasta una maravillosa imagen de Santa Gema Galgani o una colcha de crochet- y un aire entre nost¨¢lgico e ir¨®nico, cierto regusto por lo que s¨®lo de alg¨²n modo fue de los presentes, y much¨ªsimo snob.La galer¨ªa reproduc¨ªa con gracia tres ambientes de una casa m¨ªnima y de posguerra. Un sal¨®n-salita, con un sof¨¢ y -no s¨¦ si es mi recuerdo- sus cretonas, su papel horrible y su mesa camilla. Por all¨ª, desde el terrible y conocido paisaje a la foto de boda del abuelo, convenientemente enmarcado. El pa?ito de ganchillo, y el Sagrado Coraz¨®n de Jes¨²s, entronizado. Sobre la consola inevitable, trastos que cualquiera reconocer¨ªamos... El siguiente, funcionaba como exposici¨®n y t¨®mbola, con mucho aire de vieja kermesse, y trastos de colorines, mu?ecas y toda la imaginer¨ªa barroca de la religiosidad espa?ola y pol¨ªcroma de la posguerra. En las paredes, discos de Conchita Piquer, de Antonio Molina, de Joselito: la canci¨®n del patio y de la calle. La de nuestra educaci¨®n sentimental, que dir¨ªa y dijo Manolo V¨¢zquez Montalb¨¢n.
Y ya al fondo, la pieza reina, el dormitorio, donde se concentraba el colmo del encanto del mal gusto. Una Venus de Milo pintada de Inmaculada Concepci¨®n, una Virgen que atiende al ni?o sonrosado entre angelotes, una colcha indescriptible y la mesa de noche con sus flores de cascaritas de mar. Por esos oscuros dormitorios -parece decirnos la exposici¨®n misma- por esas decoraciones fantasmales y queridas, nos entr¨® este mal espa?ol¨ªsimo de la piadosa hipocres¨ªa, de la torturante necesidad de hacer f¨ªsica, imaginera y expresa, nuestra religi¨®n y nuestra nacionalidad.
Y no es que el kitsch sea un fen¨®meno espa?ol, ni esta moda distanciada y divertida de los que no lo sufren -y lo exorcizan- Lo que pasa es que el kitsch espa?ol, es as¨ª. No se sabe si agente o paciente de nuestra idiosincrasia.
En la teor¨ªa contestad¨ªsima de Gillo Dorffles sobre la estratificaci¨®n del gusto, el Kitsch entrar¨ªa en esas formas degradadas de participaci¨®n en la cultura, que sobrepasan m¨ªnimamente las llamadas subculturas, y no alcanzan siquiera esa dignidad elemental de las formas art¨ªsticas mid-cult. Sociol¨®gicamente, se corresponden con esos deprimidos estratos sociales de la baja burgues¨ªa, all¨ª donde se encuentra con las capas proletarias semiinstaladas. Todo el mundo sabe que en estos grupos sociales se gener¨®, a la hora del hambre y la resignaci¨®n, lo que hab¨ªa de ser muchos a?os la manera de ser nacional. La reflexi¨®n sobre esta exposici¨®n -material de rastro, viejos recuerdos familiares algunos bell¨ªsimos, concursos de misses y audiciones de discos- deja atr¨¢s la an¨¦cdota y el divertimento de moda para hacernos pensar en ese indiscreto, desgarrado encanto, de nuestro pasado reciente. Fefa Seiquer y el pintor Vargas, que la organiz¨®, han conseguido un tanto.
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