?Que conste!
El Gobierno se ha decidido a llevar adelante su proyecto de reforma democr¨¢tica con el concurso de las instituciones del r¨¦gimen franquista, creadas con el deliberado prop¨®sito de hacer imposible la democracia. El respeto a un mero formalismo externo -no sabernos si impuesto por determinadas fuerzas o nacido del convencimiento de que m¨¢s vale cargarse de raz¨®n- ha aconsejado a don Adolfo Su¨¢rez seguir un camino erizado de obst¨¢culos, que puede desembocar -todo es posible- en la necesidad de tomar a ¨²ltima hora el que en esas circunstancias ser¨ªa el atajo del refer¨¦ndum previo o de arbitraje.Hoy por hoy esto no es m¨¢s que una posibilidad que, dicho sea entre par¨¦ntesis, ser¨ªa tan legal como el procedimiento elegido por el Gobierno. Aplicado tarde y a destiempo no dejar¨ªa de ser una l¨ªnea de retirada estrat¨¦gica tras una derrota t¨¢ctica que a nadie sorprender¨ªa.
?Vencer¨¢ el Gobierno en este campo de batalla, que ha escogido para sacar adelante la reforma?
El primer encuentro en el Consejo Nacional del Movimiento, de resultado f¨¢cilmente previsible, no ha sido ciertamente alentador. Claro es que el Consejo, convencido de su inevitable desaparici¨®n, no pod¨ªa desaprovechar esa ¨²ltima oportunidad que se le brindaba de hacer gala de su belicismo verbal e inoperante.
Los combates verdaderos van a darse en las denominadas Cortes que, si a¨²n subsisten, es por pura condescendencia del Gobierno. ?Cu¨¢l sera el resultado de los debates y de las rnaniobras que van a alimentar durante las pr¨®ximas semanas la curiosidad del mundillo pol¨ªtico y la inquietud, cada d¨ªa, m¨¢s perceptible, de los sectores responsables y conscientes de la sociedad espa?ola?
Nada m¨¢s arriesgado que las profec¨ªas pol¨ªticas, y no he de ser yo, despu¨¦s de recordarlo tantas veces, quien vaya a caer en la trampa de mi propia vanidad.
Hay, sin embargo, algo que no parece peligroso vaticinar. El proyecto gubernamental de reforma tan defectuoso en muchos puntos, no saldr¨¢ ciertamente mejorado de las deliberaciones de las Cortes. Los poderosos resortes de todo g¨¦nero de que dispone el Gobierno podr¨¢n tal vez evitar un rechazo puro y simple; pero con dificultad lograr¨¢n impedir que las sugestiones no vinculantes formuladas en la caverna del Consejo, rechazadas con buen sentido por el se?or Su¨¢rez, se reproduzcan y aun se agudicen en un organismo cuyas decisiones son algo m¨¢s que los desahogos est¨¦riles de los restos de la ?cumbre? del paleol¨ªtico partido ¨²nico.
Porque en el lapso de tiempo que separa las deliberaciones de los dos organismos ha surgido una nueva realidad: el conglomerado de figuras m¨¢s o menos representativas, que tras tanteos y vacilaciones que la opini¨®n ha seguido con cierto regocijo, han concluido por ponerse de acuerdo al amparo de un nombre, en el que el esp¨ªritu regocijado de los espa?oles ha introducido las m¨¢s divertidas variantes.
Me sumo de coraz¨®n a quienes han saludado con alivio la aparici¨®n de ese aglomerado de personajes poco menos que inconciliables y cuyo ¨²nico lazo de uni¨®n espiritual parece ser la promesa de hacer desde la oposici¨®n lo que no consiguieron realizar desde el Gobierno. Sentir¨ªa de veras que los nuevos paladines de la democracia rompieran su precaria uni¨®n antes de tiempo.
El que dudo que haya acogido el fen¨®meno con igual satisfacci¨®n es el Gobierno. Que la Alianza -o lo que sea- tiene como objetivo inmediato agrupar, reforzar y dirigir en las Cortes la masa de procuradores hostiles a la reforma, me parece una cosa indiscutible. ?Para ganar una simple batalla parlamentaria o para tener preparada una soluci¨®n de recambio en el caso de que el fracaso gubernamental sea suficientemente estrepitoso? Recordemos, con Silvela, que en Espa?a todo es posible y nada es probable. Pero reconozcamos que la hip¨®tesis no es inveros¨ªmil, y que para tan tentadora misi¨®n se han aliado hombres cuya significaci¨®n personal cubre los distintos frentes de la maniobra, desde el que exige un ¨ªmpetu biol¨®gico, que en todas las instancias resolutivas no resulta simp¨¢tico, hasta el que acumula unas innegables dotes de amable insinuaci¨®n, pasando por el proveedor de ideolog¨ªas tan pasadas de moda que es preciso sacarlas al air¨¦ libre para que pierdan su perfume de alcanfor.
Pero sean cuales fueren las incidencias de que vamos a ser testigos, parece evidente que el Gobierno no puede permitirse en estos momentos librar el combate en dos frentes distintos, con una retaguardia econ¨®mica cada d¨ªa m¨¢s d¨¦bil y en posici¨®n cada hora m¨¢s comprometida.
Si del torneo de las Cortes el proyecto de reforma sale empeorado, y si la pieza de negociaci¨®n para conseguir una victoria p¨ªrrica en unas Cortes desahuciadas es poner en sus manos la elaboraci¨®n de la ley electoral, el Gobierno se quedar¨¢ sin baza alguna para la indispensable negociaci¨®n con la oposici¨®n democr¨¢tica.
Hay algo que el que manda no debe olvidar, aunque la posesi¨®n del poder, con todo lo que ella tiene de falazmente enga?adora, le empuje muchas veces a desconocer. En un sistema democr¨¢tico -y sin duda alguna en la preparaci¨®n del mismo- la oposici¨®n de esp¨ªritu constructivo juega un papel de trascendental importancia.
Un proyecto de reforma que nazca con taras que lo conviertan en un nuevo disfraz de la dictadura. no contar¨¢ no ya con el apoyo de la oposici¨®n democr¨¢tica, pero ni siquiera con la complicidad que supondr¨ªa tomar parte en una votaci¨®n cuyos resultados estuvieran calculados antes de abrirse los colegios electorales.
En esa hip¨®tesis la reforma se abrir¨ªa paso a trav¨¦s de una mara?a de ficciones, que pondr¨ªan en peligro hasta el respeto debido a las m¨¢s altas instituciones.
Las Cortes as¨ª elegidas, con una o con dos C¨¢maras, con los 40 o los 50 de Ayete, con una corteza m¨¢s o menos espesa de neocorporativismo fascista, podr¨¢n llamarse constituyentes, y hasta parecer¨¢ que se lo creen. Las verdaderas constituyentessin embargo, vendr¨¢n luego, cuando sean elegidas libremente, cuando hayan desaparecido los restos de un autocratismo defendido por los que de ¨¦l se aprovechan. Pero esas Cortes ser¨¢n tanto m¨¢s radicalizadas y exigentes cuanto m¨¢s tarden en constituirse.
A¨²n es tiempo de reflexionar. El Gobierno tiene ante s¨ª el margen de actuaci¨®n que le permiten unas Cortes moribundas, que su presidente -el presidente de todas las presidencias habidas y por haber- va a llevar desesperadamente, como ocurre con los enfermos en situaci¨®n cr¨ªtica, a la Unidad de Vigilancia Intensiva.
El se?or Su¨¢rez tiene margen para negociar con la oposici¨®n democr¨¢tica. Pero, enti¨¦ndase bien, para negociar, no para hablar, como hasta ahora ha ocurrido, y mucho menos para: recibir a ¨²ltima hora la comunicaci¨®n de un ukase que se va a hacer p¨²blico unas horas despu¨¦s.
Esa oposici¨®n -que no represento, pero cuya opini¨®n creo conocer sobradamente- no pretende formular exigencias al Gobierno, cuyos fueros comprende y respeta, pero tampoco admite imposiciones desde una posici¨®n de mando.
Una negociaci¨®n, y m¨¢xime cuando se quiere trazar el camino de la democracia, supone saber dialogar, mantener posiciones intangibles y ceder en lo que sea secundario. En una palabra, obtener f¨®rmulas logradas por la concordia y no soluciones dictadas por la intransigencia.
La oposici¨®n democr¨¢tica -y desde luego una fracci¨®n tan importante de la misma como es el Equipo Dem¨®crata Cristiano del Estado Espa?ol- quiere seguir ese camino. Si el intento fracasa, no ser¨¢ ciertamente por su culpa. ?Que quede perfectamente claro a la hora de definir responsabilidades!
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