Magisterio y excepci¨®n de Jos¨¦ Guerrero
La creaci¨®n entera de Jos¨¦ Guerrero no parece sino confluencia o consecuencia (entre otras, sin duda, y muy respetables) de estas tres razones: la firme adhesi¨®n a una orientaci¨®n muy caracter¨ªstica del arte contempor¨¢neo; la fidelidad estricta, sin vacilaciones ni aspavientos, a sus naturales exigencias, y el buen uno en la elecci¨®n de aquel ambiente art¨ªstico en que una v otra hab¨ªan de hallar acomodo, al calor de la vanguardia universal y en el tiempo justo de su despliegue hist¨®rico.Apenas ha concluido sus estudios oficiales en la madrile?a Escuela de San Fernando (1944) y ha dado a luz el ¨²ltimo de sus paisajes (1946), Jos¨¦ Guerrero, tras un breve par¨¦ntesis de dedicaci¨®n a la t¨¦cnica del fresco, en la Ecole des Beaux Arts, de Par¨ªs (1946-47), que ha de reportar utilidad innegable a su ulterior experiencia, se adhiere decidida y decisivamente a aquella tendencia m¨¢s caracter¨ªstica del arte de nuestro tiempo: la abstracci¨®n.
Exposici¨®n antol¨®gica
Galer¨ªa Juana Mord¨®. Castell¨®, 7.
Y con fidelidad inquebrantable. Desde 1949 hasta los d¨ªas en curso, jam¨¢s vacil¨® Jos¨¦ Guerrero (ni en los tiempos siquiera en que agoreros Y mercaderes anunciaban el ocaso de la no-figuraci¨®n) en proseguir su andadura abstraccionista, fiel a la llamada de una creencia irrenunciable. El que su arte se nos ofrezca hoy pleno de madurez y actualidad, es consecuencia inequ¨ªvoca de su fidelidad a una pr¨¢ctica colmada en s¨ª misma de sentido y durable, por ello, frente al reclamo pasajero de la moda.
Por lo que hace a su atinada elecci¨®n del ambiente m¨¢s proclive a la efusi¨®n de lo moderno, baste el repaso de su curriculum. Jos¨¦ Guerrero llega a Par¨ªs, mediada la d¨¦cada de los 40, en el instante preciso en que la vanguardia, agotada o incomprendida a orillas del Sena, va a trasladarse a Nueva York y aleda?os, a ejemplo de no pocos de sus ilustres predecesores: Matisse, Duchamp, Mondrian, Max Ernst... Llegar a Par¨ªs y hacer las maletas con destino a la macr¨®polis americana fueron realmente para nuestro Guerrero un suceso ¨²nico.
De 1947 a 1949 reside, estudia, pinta y expone en Roma, Londres, Berna. Bruselas..., profundizando en lo mejor de la vanguardia europea, y opta, muy al margen del remedo, por quedarse con las ense?anzas de Klee y Kandinsky. Antes de que concluya el 49, ya est¨¢ en Nueva York, trabajando, al lado de Stanley W. Hayter, en el Atelier 17 y figurando, al a?o siguiente, en una colectiva en la que cuenta lo m¨¢s florido del neo-abstraccionismo yanqui. ?Qui¨¦n de entre nuestros pintores colg¨®, por aquel tiempo, alguno de sus cuadros junto a los de Pollock, Rothko, Kline...?
Tal pudiera ser la s¨ªntesis biogr¨¢fica de Jos¨¦ Guerrero y no otra la raz¨®n de que su obra, por su propia e intransigente fidelidad, se nos aparezca hoy plenamente acorde con el nov¨ªsimo renacer abstraccionista. No es Guerrero de aquellos que andan a la caza y captura de lo que hoy se lleva y deja ma?ana de llevarse. Su pintura, espejo de s¨ª misma, refractaria a la intermitencia, resplandece en esta exposici¨®n antol¨®gica como lectura lineal de una g¨¦nesis que cobra su auge desde s¨ª y hacia su propio designio, dentro del designio general del arte.
Se trata, en efecto, de una muestra antol¨®gica de su quehacer abstraccionista, desde el a?o 50 al corriente. Toda su larga experiencia americana se nos ofrece aqu¨ª a modo de inflexible progresi¨®n que refrenda su propia y m¨¢s genuina actualidad, sin que nos sea dif¨ªcil sorprender en su transcurso el m¨¢s personal de los acentos y la m¨¢s clara y singular de las diferencias, excepci¨®n o contrapunto de la tradici¨®n espa?ola, antigua y moderna: el despliegue o desenfreno del cromatismo.
Se ha dicho, no sin raz¨®n, que la abstracci¨®n a la espa?ola lo ha sido en blanco y negro, pudiendo extenderse la observaci¨®n a lo m¨¢s caracter¨ªstico de nuestro figurativismo, ejemplarmente presidido por Antonio L¨®pez Garc¨ªa y p¨¦simamente secundado por sus dalt¨®nicos secuaces. ?Qu¨¦ pintor espa?ol, excepci¨®n hecha, casi en solitario, de Joan Mir¨®, ha sido capaz de derramar sobre la faz de cada una de sus telas la plenitud del iris? Jos¨¦ Guerrero, empe?ado en explicar la cantidad y cualidad de los colores puros y, tambi¨¦n en proponer a los ojos de usted todo un preclaro universo del conocimiento y la creaci¨®n.
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