El futuro de la banca
A juzgar por el espacio, que le dedican, la inflaci¨®n obsesiona a los banqueros. Es curioso, sin embargo, que la tem¨¢tica del alza de precios se incluya casi siempre en el marco del examen de la evoluci¨®n de la coyuntura econ¨®mica y rara vez aparezca ligado a los problemas espec¨ªficos del negocio bancario. Se objetar¨¢ que ¨¦sta es una distinci¨®n artificiosa por cuanto la marcha de ¨¦ste aparece ¨ªntimamente unida a las fluctuaciones de aqu¨¦lla. Cierto, pero la preocupaci¨®n de los banqueros adopta matices. espec¨ªficos de cierto inter¨¦s.La inflaci¨®n y los banqueros
Resulta sintom¨¢tico observar que es solamente, el dirigente de un banco industrial -es decir, el sector bancario sometido a una ?relativa? competencia en la captaci¨®n de pasivo- quien se?ala cr¨ªticamente la carga que impone ?el castigo de la inflaci¨®n? (Urquijo) sobre la rentabilidad que el depositante obtiene de su ahorro. ?Despreocupaci¨®n por el tema? ?Falta de sensibilidad social? Las respuestas pueden ser muy variadas, pero las cifras son estremecedoras. Si consideramos, por ejemplo, que los dep¨®sitos privados en bancos y cajas de ahorro aumentaron durante 1975 en 894 miles de millones de pesetas y que la tasa de inflaci¨®n fue en esos doce meses del 17 por 100, se deduce que 152.000 millones de ese esfuerzo ahorrador de los espa?oles fueron esterilizados para pagar el injusto y forzoso tributo que es la inflaci¨®n.
En general, no es este el aspecto de la inflaci¨®n que parece inquietar a los banqueros, sino la incidencia del alza de precios sobre ?la evoluci¨®n de los recursos e inversiones manejados por el sistema ?bancario? (Popular); en otras palabras, sobre su cuenta de resultados. Una frase del propio se?or T¨¦rmes, en carta a los accionistas, de fecha 24 de julio de 1976, sirve para puntualizar esa preocupaci¨®n. Dice el consejero-delegado de dicho banco: ?... la preocupaci¨®n de la banca en estos momentos no es la falta de expansi¨®n de sus recursos e inversiones en pesetas constantes, sino m¨¢s bien el riesgo de deterioro creciente de sus activos?.
Ya en el primer art¨ªculo se?al¨¢bamos la tendencia de los banqueros a identificar los intereses del pa¨ªs con los suyos propios. La inflaci¨®n y elproblema de los llamados ?saldos reales? -los recursos e inversiones en pesetas constantes de que habla el se?or Termes- proporciona un buen ejemplo de ello. En algunos de los informes se ha comparado el crecimiento de ambas magnitudes en t¨¦rminos nominales con el que se obtiene deflactando aqu¨¦l por la tasa de inflaci¨®n. La opini¨®n de los banqueros es que se debe suminstrar a la econom¨ªa la liquidez que ¨¦sta demande y que, en la medida en que esos fondos vayan destinados a financiar actividades productivas, ello conducir¨¢ a un mayor enriquecimiento del pa¨ªs. La consecuencia impl¨ªcita en este razonamiento es que los bancos deber¨ªan contar siempre con un margen amplio para atender aquellas demandas.
Lo cierto es que la mayor¨ªa del pensamiento monetario actual est¨¢ de acuerdo en que tal actuaci¨®n conduce a tasas indefinidas de inflaci¨®n, y en nuestro caso, dada la inercia inherente a los mecanismos de fijaci¨®n de precios, ello se traducir¨ªa en ritmos crecientes de inflaci¨®n.
El papel de la banca en el futuro
No han sido muy expl¨ªcitos los banqueros a la hora de analizar c¨®mo ven el papel de los bancos en la sociedad futura y cu¨¢les son las transformaciones que, previsiblemente, se producir¨¢n en su actividad. Contamos con una valiosa excepci¨®n: el discurso del presidente del Banco de Bilbao.
Pero antes de comentarlo no est¨¢ de m¨¢s se?alar una paradoja que parece estar produci¨¦ndose en el terreno de la actividad bancaria. Por un lado, los banqueros est¨¢n abandonando el antiguo patr¨®n, que tan desfavorable imagen pol¨ªtica les cre¨®, de bancos comerciales y entidades con vocaci¨®n de financiaci¨®n industrial, para concentrarse cada d¨ªa m¨¢s en la actividad bancaria tradicional. As¨ª, no s¨®lo muestran una mayor resistencia a comprometerse en la financiaci¨®n de grandes proyectos industriales, sino que p¨²blicamente as¨ª lo proclaman. Ahora bien, al mismo tiempo se observa una paralela ampliaci¨®n del ¨¢mbito de implantaci¨®n financiera de los bancos. Estos aparecen, todav¨ªa con un perfil algo difuso, como centros motores de grupos amplios y complejos que son, que ser¨¢n, el resultado de una reorientaci¨®n general guiada por el convencimiento de que en los pr¨®ximos a?os se va a producir una diversificaci¨®n de las actividades financieras. Estamos asistiendo, pues, a un proceso de difuminaci¨®n de los l¨ªmites que hoy parecen v¨¢lidos para juzgar qu¨¦ se entiende por ?actividad bancaria?.
El citado discurso del se?or S¨¢nchez Asia¨ªn expresa fielmente ese panorama cuando afirma que su banco decidi¨® renunciar a la opci¨®n de mantener su posici¨®n en el mercado tradicional para ?prestar atenci¨®n preferente? a prepararse para ?competir... en un mercado de servicios financieros, mucho m¨¢s amplio y mucho m¨¢s competitivo?. El resultado es ?un conglomerado financiero muy completo y muy complejo...?, en el cual existe, sin embargo, ?... el Area Bancaria Comercial, banca de corte cl¨¢sico...?. La pregunta que se plantea es si este grupo del Banco de Bilbao constituye un caso aislado en el panorama bancario espa?ol. Nuestra impresi¨®n es que no y que la tendencia parece irreversible. O mucho nos equivocamos o deberemos aceptar la perspectiva de un futuro en el cual las necesidades de financiaci¨®n del pa¨ªs ser¨¢n no s¨®lo mayores, sino m¨¢s diversas. Los bancos, o acaso deber¨ªamos decir los grupos financieros, se preparan ya para satisfacerlas en las condiciones que les sean m¨¢s favorables.
Semejante proceso tendr¨¢ consecuencias importantes. No se puede pretender que esa concentraci¨®n de mecanismos financieros se efect¨²e sin incidir en las esferas econ¨®micas y sociales del pa¨ªs, y ¨¦ste har¨ªa bien en comenzar desde ahora considerar el papel de la banca en una Espa?a, m¨¢s democr¨¢tica. ?Se dan cuenta de este punto los banqueros? En parte dir¨ªamos que s¨ª; el propio se?or S¨¢nchez Asia¨ªn afirma que la banca deber¨¢ estar presta en el futuro a servir ?una determinaci¨®n m¨¢s precisa de las prioridades sociales?. Cierto que para ¨¦l esta tarea no es extra?a por cuanto, como en otra parte de su discurso indica, la banca ?ha cumplido la funci¨®n social, que el bien com¨²n le ha exigido en cada momento hist¨®rico?.
No es menos cierto, con todo, que para sectores con una audiencia creciente la cosa no est¨¢ tan clara. Para ellos, la banca ha constituido, en cierto modo, la instituci¨®n m¨¢s representativa de cuareta a?os de econom¨ªa franquista y dif¨ªcilmente comulgar¨¢n con la afirmaci¨®n de que ?la funci¨®n bancaria como tal es un hecho cuya vigencia no depende, en manera alguna, del tipo de organizaci¨®n pol¨ªtica que adopte la sociedad? (Bilbao), y mucho menos aceptar¨¢n las consecuencias, impl¨ªcitas en el diagn¨®stico de que ?...las limitaciones al ejercicio responsable de la banca privada s¨®lo se han producido en reg¨ªmenes totalitarios o en situaciones transitorias de car¨¢cter autoritario? (Vizcaya). Que la banca va a tener que aceptar ?limitaciones? nos parece irremediable, la cuesti¨®n es si ¨¦stas van a llegar o no al extremo de la nacionalizaci¨®n.
La nacionalizaci¨®n de la banca
Este tema ha saltado a la actualidad en los ¨²ltimos meses como consecuencia de los esbozos de programas pol¨ªticos que algunos partidos pol¨ªticos han ido exponiendo. La reacci¨®n de la banca ha sido extremadamente cautelosa, como era de esperar. Sin embargo, el se?or Bot¨ªn, rompiendo la consigna de circunspecta indiferencia que parece dominar entre sus colegas, atac¨® el problema frontalmente. Sus argumentos fueron variados y no todos igualmente afortunados a nuestro entender.
Indic¨® primero el presidente del Banco de Santander que si se consultase a los 160.000 empleados de la banca privada, ¨¦stos se mostrar¨ªan mayoritariamente contrarios a la nacionalizaci¨®n. Carecemos de muestreos adecuados para afirmar lo contrario, aun cuando el se?or Bot¨ªn deber¨ªa citar sus fuentes. S¨®lo tenemos un dato que nos hace dudar de su aserto: seg¨²n nuestras noticias, los sueldos en la banca oficial son, en general, superiores a los equivalentes pagados por la banca privada. Es posible que este hecho carezca de importancia para los empleados de banca, pero mucho nos sorprender¨ªa.
En el mismo terreno de lo opinable est¨¢ la afirmaci¨®n de que la clientela bancaria preferir¨¢ seguir operando con bancos privados. Es probable, y en todo caso la soluci¨®n es f¨¢cil. Los bancos podr¨ªan encargar a alguna empresa seria e independiente un sondeo de opini¨®n; acaso resultara el dinero mejor empleado. Pero si afirmar que la calidad de los servicios descender¨ªa con una banda nacionalizada es aventurar demasiado, asegurar que ?una de las principales causas que han influido en la baja de la Bolsa ha sido la preocupaci¨®n producida... por las declaraciones y programas anunciados por diversos grupos pol¨ªticos con sus ideas y prop¨®sitos sobre este tema? (Santander) es manifiestamente abusivo.
Recurre, por ¨²ltimo, el presidente del Santander al ejemplo extranjero, suministrando a su accionista, y al lector que tenga paciencia, una larga lista de pa¨ªses no comunistas en los cuales la banca no ha sido nacionalizada. En su camino tropieza con dos garbanzos negros: Italia y Francia. ?C¨®mo explicar que dos pa¨ªses tan limpiamente democr¨¢ticos tengan una banca nacionalizada? Oigamos sus explicaciones. El caso italiano es despachado r¨¢pidamente diciendo que ?la nacionalizaci¨®n de parte de la banca italiana se efectu¨® en la ¨¦poca del fascismo; la medida fue tomada por un Gobierno totalitario? (Santander). La conclusi¨®n en el caso de Francia es que la nacionalizaci¨®n de los cuatro grandes bancos comerciales se realiz¨® solamente ?bajo una fuerte presi¨®n de ministros comunistas... y, entre ellos, el que desempe?aba la cartera de Econom¨ªa?.
Por el indudable magnetismo que el ejemplo franc¨¦s ejerce en Espa?a, no estar¨¢n de m¨¢s algunas puntualizaciones sobre este punto. Todos los que estudiaron los motivos de la nacionalizaci¨®n de la banca en Francia coinciden en se?alar dos rasgos de la misma: se trataba de poner la masa de recursos que detentaban esos cuatro bancos al servicio del plan general de reconstrucci¨®n y equipamiento que tanto necesita la econom¨ªa francesa en 1945; de otro lado, aun cuando una reforma de este tipo hab¨ªa figurado en los programas de los partidos de izquierda, que consideraban excesivo el poder econ¨®mico de la banca, la medida no result¨® demasiado socialista si se tiene en cuenta que no fueron nacionalizados los bancos industriales ni m¨¢s de la mitad de las compa?¨ªas de seguros. Ello pudo deberse a la circunstancia, que hubiera debido recordarse a los accionistas del Santander, de que en diciembre de 1945 el presidente del Gobierno franc¨¦s era el general De Gaulle.
El debate sobre la nacionalizaci¨®n de la banca tendr¨ªa que plantearse sobre bases m¨¢s serias, y no ser¨ªa malo que los bancos empezaran intentando refutar dos opiniones muy generalizadas. Primero, que si la banca est¨¢ a la defensiva, por algo ser¨¢; de acuerdo con la segunda, la raz¨®n fundamental de ello reside en que ha utilizado su posici¨®n preeminente en el sistema financiero para trastocar en beneficio propio -arropada por la desdichada actuaci¨®n de la Administraci¨®n- la tarea de intermediaci¨®n entre ahorradores e inversores. La consecuencia ha sido acrecentar su poder econ¨®mico a la sombra de un poder pol¨ªtico cuyo respaldo popular decrec¨ªa a medida que se prolongaba su longevidad.
El argumento de que el poder p¨²blico controla el empleo del 32,5 por 100 de sus recursos no es muy v¨¢lido. Ya indicamos, en el primer art¨ªculo nuestra disconformidad respecto a las cr¨ªticas de los banqueros al coeficiente de caja y el acuerdo en la conveniencia de eliminar el de inversi¨®n. Pero entendemos que la cuesti¨®n se desenfoc¨® al centrarla en ese punto. La banca deber¨ªa reconocer que tendr¨ªa mejor prensa si desde hace a?os hubiera aceptado una mayor competencia, mostrando m¨¢s imaginaci¨®n a la hora de renovar el anquilosado sistema financiero de la postguerra y m¨¢s generosidad al remunerar el ahorro de los espa?oles.
No se ganar¨¢ mucho, sin embargo, removiendo el pasado. El futuro es lo que importa y, por tanto, el pa¨ªs se beneficiar¨ªa si tanto los partidarios de la nacionalizaci¨®n como los propios bancos iniciaran un debate serio sobre el tema.
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