Bores, en su luz entera
?Al llegar a ella se siente, por contraste, una sensaci¨®n de calma. Es otro mundo, otra realidad m¨¢s serena, m¨¢s simplificada.? No est¨¢ refiri¨¦ndose Mercedes Guill¨¦n a la pintura de Bores, sino describiendo la calle de Par¨ªs donde ¨¦ste viv¨ªa. A¨²n se acent¨²a mucho m¨¢s la analog¨ªa, cuando pasa al taller. ?El taller es amplio y muy claro. Cortinas blancas y, en el altillo azul marino. Un jarr¨®n blanco. En el caballete no hay nada.?Bores no es de los pintores cuya muerte convierte en una monta?a intimidadora. Lo que su pintura tuvo siempre de entra?able, casi dir¨ªamos de secreto (?d¨®nde se ve¨ªan cuadros suyos fuera de Par¨ªs?), hace que nos desconcierte la idea misma de una retrospectiva gigante como la ahora inaugurada. Flaco servicio, a los artistas se les suele hacer sacando a la escena demasiada obra suya; en el caso de Bores esto parece evidente.
Francisco Bores
Salas de la Direcci¨®n General. Paseo de Calvo Sotelo, 20.
La verdad de Bores es la verdad de la pintura. De Cecilio Pl¨¢ y de las copias en el Prado dar¨¢ el salto a Par¨ªs, a comienzos de los a?os veinte, no sin antes haber colaborado con el ef¨ªmero ultra¨ªsmo. Par¨ªs representar¨¢ para ¨¦l el descubrimiento del grado de autonom¨ªa de que goza la pintura. Vel¨¢zquez, C¨¦zanne, Matisse, son las influencias que por entonces reconoce. Mientras otros asimilaron algunas lecciones del exterior para volver al pa¨ªs a continuar su promoci¨®n en el campo del ¨¦xito f¨¢cil. ¨¦l nunca abandonar¨¢ el hervidero de Par¨ªs. Pintura como placer, C¨¦zanne ?maestro de libertad?, deseos de romper con la concepci¨®n cerrada del cuadro y con el nuevo academicismo cubista, nadie dentro de la pintura madrile?a o barcelonesa del momento defend¨ªa semejante programa. Su corte respecto al cubismo se producir¨¢ durante los a?os veinte. ?Estaba agobiado dentro de las composiciones cubistas. En ellas la luz, incluso resplandeciente, tomaba la consistencia de los s¨®lidos. Sent¨ªa la necesidad de abrir las ventanas, de devolverle al cuadro su respiraci¨®n.?
Bores, ni entonces ni nunca, ahondar¨¢ del todo en este abrir ventanas. En tanto, que postcubista, en tanto que miembro de la Ecole de Par¨ªs, escuela edificada sobre los restos de una tradici¨®n (incluso Braque, le patron, como le llamaba Paulhan, no est¨¢ libre de ella), tiene unas evidentes limitaciones. Las figuras entre estilizadas y evanescentes que se inscriben sobre la superficie del cuadro son, por ejemplo, muestras de que a¨²n no ha llegado el pintor a un esp¨ªritu de s¨ªntesis lo suficientemente desarrollado para deshacer, desmontar la tradicional distinci¨®n entre lo dibujado y lo pintado (aunque en este caso el dibujo est¨¦ realizado mediante un esgrafiado, lo cual ya instaura una cierta relaci¨®n entre ¨¦ste y la materia de la pintura).
Mas las limitaciones de Bores no quitan para que podamos saborear su pintura. Frente a tanto postcubista de segunda y tanto pintor que mantiene cerradas todas sus ventanas, Bores nos habla de ?una temporada en el Sur, en los alrededores de Grasse?. ?Fui subyugado por la luz, las frutas, las mujeres de aquel pa¨ªs.? A T¨¦riade le dice que ?la pintura se degusta como una fruta; placer de los sentidos ante todo. La saboreamos con los dedos. Su piel se identifica con la nuestra?. Mantener esto en los a?os treinta significa superar al cubismo, volviendo, a trav¨¦s de Matisse y C¨¦zanne, al impresionismo. Algo que, sin duda, es bastante propio de Bores. Por otro lado, ya en los a?os cincuenta tiene algo de abstracto con su manera blanca. De hecho siempre la abstracci¨®n desempe?a un papel aqu¨ª. Dice Juli¨¢n Gallego que ?cuando ataca un lienzo, comienza como si fuera a pintar un cuadro abstracto, y s¨®lo cuando ya ha comenzado su elaboraci¨®n introduce alusiones a la realidad externa?.
?El choque emocional de lo real? es traducido en su pintura. Ah¨ª reside una de las razones de que la luz entera, permanente y cl¨¢sica que Juan Ram¨®n encontraba en Bores se vea necesitada siempre de motivos reales. La realidad y el deseo del pintor se hallan resumidos en tal articulaci¨®n a un objeto exterior a ella, sobre el cual no act¨²a sino por el cual es normalizada, retrotra¨ªda, a veces, a la an¨¦cdota, a la figuraci¨®n m¨¢s atemperada. El gran pintor que es Bores se nos muestra as¨ª dram¨¢ticamente incapaz de liberarse de la arquitectura post-cubista. Toda su elaborada lucha por abrir ventanas est¨¢, as¨ª, limitada.
Babelia
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