Liquidar la corrupci¨®n / y 5
La corrupci¨®n es un tema manoseado y favorito de mucha gente. No hace mucho arremeti¨® con penetrante intenci¨®n la pluma de Luis Mar¨ªa Ans¨®n contra su persistente y generalizada vigencia. Hay quien supone que atacar a la corrupci¨®n producir¨¢ ¨®ptimos dividendos electorales, teniendo en cuenta el clima encendido que se mantiene en torno a la cuesti¨®n ,en la opini¨®n p¨²blica. El asunto ?Lockheed?, que ha saltado de modo preponderante a las p¨¢ginas de la actualidad, no es sino un exponente de esa sensibilizaci¨®n popular. Hay una extendida sospecha de generalizada y universal corrupci¨®n en el sistema, a la que, incluso, hacen alusi¨®n las celebradas ?Memorias? de los generales Franco. ?Existe todav¨ªa entre nosotros esa corrupci¨®n global? ?O son los espa?oles como pueblo, m¨¢s proclives a caer en la tentaci¨®n de peculado que el resto de los mortales?Pienso que el espa?ol no es m¨¢s ni menos honesto que los dem¨¢s pueblos evolucionados. El porcentaje de gentes indeseables o de bribones que d¨¦ nuestro pueblo, no es superior, ni inferior, al de cualquier otra naci¨®n de la Europa occidental. Espa?a est¨¢ formada por una inmensa mayor¨ªa de gente decente en cualquiera de las clases sociales que la componen. La corrupci¨®n evidente, que ha sido una de las tremendas lacras sociales de los ¨²ltimos a?os, ha tenido su origen en la estructura y en el funcionamiento del sistema pol¨ªtico y no en la idiosincrasia de los ciudadanos.
El poder fue ejercido durante cuarenta a?os sin un verdadero sistema fiscalizador de la sociedad. Operaba sin l¨ªmites en su arbitrario ejercicio y ni siquiera la existencia de unas Cortes franquistas sirvi¨® para contrastar realmente las ¨¢reas del ejecutivo. Las aprobaciones del presupuesto eran simples cajetines favorables, que jam¨¢s plantearon una cuesti¨®n o demandaron aclaraciones a los planes de la Administraci¨®n, ni a sus gastos, ni a sus cuentas. La zarabanda de miles de millones de dispendio p¨²blico pasaba por las comisiones y los plenos en medio del sesteo general. Pues si tal era el talante del Parlamento org¨¢nico, ?cu¨¢l iba a ser el de otros organismos y corporaciones subalternos como Ayuntamientos y Diputaciones? Nadie controlaba de un modo riguroso ning¨²n gasto del poder desde la sociedad.
Y esta es la clave y la ra¨ªz original del tremendo mal. La coacci¨®n moral de una sociedad libre, con alto nivel real de cr¨ªtica informativa, es el mejor -y a veces el ¨²nico- ant¨ªdoto contra la corrupci¨®n. Que las cosas lleguen a saberse y a publicarse es el freno aut¨¦ntico que existe contra la inmoralidad administrativa. Mientras un sistema funcione escondido tras las murallas del misterio, de la lejan¨ªa y de la omnipotencia del poder, la picaresca brotar¨¢ dentro de ¨¦l como sarpullido natural debido a la falta de ventilaci¨®n. Las licencias, las adjudicaciones, los concursos, los permisos, las transferencias, las comisiones, las subastas, las adquisiciones, todo el engranaje gigantesco de una administraci¨®n no sometida al riesgo de la cr¨ªtica ni de la noticia, p¨²blica han amontonado en estas d¨¦cadas toneladas y toneladas de favoritismos. combinaciones, circuitos cerrados, correas transmisoras, monopolios, carteles, tinglados y cifras astron¨®micas de benefic¨ªos acumulados. Pero en cualquier pa¨ªs de cualquier continente, un sistema parecido hubiera dado exactamente los mismos resultados. La naturaleza humana es profundamente igualitaria en sus flaquezas y en sus reacciones.
?C¨®mo liquidar la corrupci¨®n y hacerla desaparecer de nuestra vida p¨²blica? ?Hay que denunciar los casos m¨¢s flagrantes y conocidos? ?Hay que crear comisiones investigadoras para que analicen exhaustivamente los oscuros t¨²neles del latrocinio p¨²blico? Tengo escasa fe en tales procedimientos y pienso que conducir¨ªan a soluciones demag¨®gicas de poca o ninguna eficacia. Lo importante, lo decisivo, es cambiar el sistema y llenar de claridad informativa y de conciencia cr¨ªtica el ¨¢mbito de la administraci¨®n, el manejo de los caudales p¨²blicos, la justificaci¨®n del gasto presupuestario y todas las decisiones del poder que envuelvan repercusiones econ¨®micas. El programa econ¨®mico para la democracia ha de exigir transparencia en la conducta, hasta la exageraci¨®n. Los pa¨ªses de sistema democr¨¢tico, sin excepci¨®n, se caracterizan por llevar hasta el l¨ªmite y a¨²n m¨¢s all¨¢ de lo que parece, a veces, razonable, su escalpelo cr¨ªtico, como puede verse a diario en los Estados Unidos, en Holanda y en Gran Breta?a, por no citar sino tres ejemplos de reciente actualidad.
Liquidar la corrupci¨®n no es tanto iniciar un proceso gigantesco contra los corruptos, hip¨®tesis probablemente inviable, sino poner inmediatamente en pr¨¢ctica el nuevo clima administrativo, sin triunfalismos de poder en supuestas decisiones inapelables. Aqu¨ª se ha de saber sin trabas ni restricciones, y, cuanto mas, mejor. La corrupci¨®n retroceder¨¢ a medida que vaya entrando la luz en los establos de Aug¨ªas que tanto trabajo cost¨® limpiar al gigante H¨¦rcules. A una administraci¨®n, transparente no contagiar¨¢ f¨¢cilmente la universal epidemia. Pero esa luz la tiene que procurar, sobre todo, la cr¨ªtica informativa y los medios de comunicaci¨®n independientes, adem¨¢s de los parlamentos y corporaciones elegidas por el sufragio popular.
La corrupci¨®n es un resultado, no un punto de partida. Nadie sale de casa para iniciar la guerra de los treinta a?os. Ning¨²n empresario, o ejecutivo, o ciudadano, o comerciante, o industrial se propone ?a priori? corromper a un funcionario o comprar sus decisiones. Tampoco es cierto que los hombres que encarnan f¨ªsicamente a las Administraciones p¨²blicas sean f¨¢ciles al soborno. La inmensa mayor¨ªa de nuestros funcionarios son totalmente inasequibles a esa clase de manejos. Lo que ha sido hasta ahora inmoral y ha forzado a muchos, de uno y otro lado de la ventanilla a caer en el vicioso sistema ha sido el sistema mismo, con sus arbitrariedades. sus secretos, su inapelabilidad, sus tremendos malos ejemplos en los pisos superiores del edificio. Eso es lo que tiene radicalmente que modificarse para hacer posible el logro de la democracia.
?Ah!, ?s¨ª! Y estoy de acuerdo en que una amnist¨ªa total alcance, como su nombre indica, a todos los delitos, borrando la memoria de su existencia. Pero, eso s¨ª, mirando al ma?ana, bien est¨¢ que haya ?borr¨®n?, pero no empecemos nunca m¨¢s con una ?cuenta nueva?.
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