Poemas de la luz y de la sombra
Con un lenguaje sin convulsiones, limpio. esencializado, Alejandro Amusco, nacido en 1949, nos muestra con emocionante precisi¨®n la peripecia de unos ojos que se abren y ven, miran y reflejan, reaccionando y sintiendo ante ese alrededor que ven. En una identificaci¨®n de su mismidad con la gran protagonista del libro, la luz, que ?desde un resto de noche / yergue su torso virgen, / y entera se incorpora, / di¨¢fana se alza ... ? va, a trav¨¦s de estos poemas, a sufrir la experiencia, a deteriorarse por la reflexi¨®n, a padecer el tiempo. El poeta ha intentado y conseguido penetrar en las ?esencias de los d¨ªas?, cuyo desentra?amiento lo ha precipitado en el imperativo curso astral hacia un crep¨²sculo donde, o ?condesciende? y se ?adormece? (??Por qu¨¦ tentar la tempestad / cuando todo se aviene, con perfecci¨®n y gracia, / a mi est¨¢tica bruma??) o atemorizado, siente una curiosidad frente a la que no halla m¨¢s que ?un silencio parecido al l¨¢tigo que descend¨ªa del cielo / como respuesta a mis preguntas audaces. ?Dentro de la independencia de cada uno de los poemas, el libro est¨¢ construido con una inteligente homogeneidad tem¨¢tica, con una coherente y persuasiva unidad de tratamiento, desde el primer al ¨²ltimo poema.
Esencias de los d¨ªas, de Alejandro Amusco
Insula-Madrid, 1976.
Entre la primera y, segunda parte del libro (Esencias de la luz y Esencias de la sombra) hay un paralelo desarrollo sim¨¦trico de tenias, s¨ªmbolos y conceptos claramente contrarios y hasta ant¨ªpodas. un doble y contradictorio impulso donde, partiendo de la luz, marchan por opuestos itinerarios: en Esencia de los d¨ªas un auroral ascenso idealizador nos eleva hacia realizaciones on¨ªricas, deseos errabundos, ensimismados enlaces amorosos llevados a cabo ?con codicia de vida?, dudas germinantes, amistad redentora y conciencia del tiempo. Un mundo en el que la lucidez es tal que ya permite ver las grietas que van a acentuarse en la parte segunda, Esencia de la sombra, a la que entramos a trav¨¦s de la p¨¢nica visi¨®n de una amada en quien el poeta corporeiza la luz: ?T¨² eres el cuerpo de los cielos: luz, sombra, amanecer, crep¨²sculo, penumbra ... ? La motivaci¨®n amorosa en esta segunda parte causa bellas im¨¢genes de descomposici¨®n y olvido. La luz da paso a la ?detenida oscuridad?, acontece la devastaci¨®n del tiempo, el reflejo en el cerebro de lo circundante en una serena aceptaci¨®n: el cielo es un ?nav¨ªo / que boga por mi mente? y ?la tierra un espejo / donde se copia, tr¨¦mulo, / el rastro deslumbrante de las aves?, y la luz ?una palabra que devora el silencio?; el poeta palpita con el ¨ªntimo latido de la soledad: ?Oh pasi¨®n sin nadie.?
El env¨¦s del impulso er¨®tico que alienta en la primera parte se va perfilando en la Esencia de las sombras como impulso fan¨¢tico donde se desvela la asimilaci¨®n de la muerte, el conocimiento y aceptaci¨®n del fin. En la memoria indestructible cobra dolorosa presencia la transitoriedad: su don de evocar los bienes perdidos hace de ella manantial de pesadumbres. El sue?o es convocado como evasi¨®n: ?ll¨¦vame en tu marea hasta la orilla / del olvido profundo.? El descenso a la oscuridad como cumplimiento de una inevitable fatalidad astrol¨®gica se va acentuando y a ¨¦l se une voluntaria y conscientemente el poeta en aceptaci¨®n de su existencia. La consumaci¨®n en el fin es expresamente aceptada; en el poema ?A la muerte? lo plantea con un rigor escalofriante, sin atenuaciones, sin rodeos: ?Yo tambi¨¦n te he llamado con versos persuasivos ... ? Consecuentemente, el plano er¨®tico se da?a y desvencija: ??C¨®mo estrecharte si tu cintura es un don para las llamas??
En la tercera parte del libro, titulada escuetamente Esencias, va a tener lugar el desenlace de los anteriores distanciamientos. Como en una c¨²pula van a confluir en la salvaci¨®n por la palabra los antes enfrentados universos de la claridad y las tinieblas, del d¨ªa y la noche de la quietud y el movimiento. Ya en el umbral de estas ?esencias?, Amusco nos plantea en su esquem¨¢tica po¨¦tica: ?es hora ya de embellecer el tiempo?. Pero ?c¨®mo? A pesar de las manrique?as interrogantes, ?La gloria o el renombre, ?qu¨¦ son si no un destello / falso, m¨¢s transitorio y vano que un rel¨¢mpago? / Nada perdurar¨¢ de tus palabras) el acicate de la creaci¨®n, su est implacable no abandona a nuestr ien poeta. El se sabe caee resonancia, conoce su posibilidad y asume del todo su misi¨®n: intuye su ¨²nica salvaci¨®n en ella. A pesar del dolor, del viejo y cl¨¢sico ?dolorido sentir? garcilasiano. Amusco sabe que ?desde el dolor, milagro es la palabra?. Y ah¨ª, para quien quiera, est¨¢ rotundo, generoso, ofrecido: ??No sent¨ªs el arpegio? Venid. Pod¨¦is ta?erme.?
Babelia
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