El estreno, en Madrid
Al estreno de Canciones para despu¨¦s de una guerra, esa pel¨ªcula de Patino, cinco a?os prohibida, vino todo el mundo. Ya desde las 9.30, el hall del cine estaba abarrotado, y as¨ª sigui¨®, pese al corto que la preced¨ªa, hasta que sonaron los primeros cormpases de un Cara al Sol que pon¨ªa los pelos de punta al personal. Los flashes de los fot¨®grafos, entre el p¨²blico conocido, fumador y coctelero, enfocaban a las personalidades: est¨¢ Marcelino Camacho y Ruiz Jim¨¦nez, y el profesor Aranguren, Ricardo de la Cierva y Armando L¨®pez Salinas, Felicidad Panero y su hijo Juan Luis, Umbral con bufanda roja y sin el pan de la tele y su mujer, Mar¨ªa Espa?a. Desde un conocido magistrado, hasta estos novelistas reci¨¦n premiados: Torbado y Groso, Carmi?a Mart¨ªn Gayte, los Alfaya y Carlos Alvarez. Un p¨²blico muy mezclado: pintores, periodistas, gente de cine y teatro, progres¨ªa en general.A las pocas escenas, se encendi¨® la luz, y, tras un primer escalofr¨ªo silencioso del p¨²blico que se tem¨ªa lo peor, Jos¨¦ Mar¨ªa Prada ley¨® un telegrama de adhesi¨®n, que, por lo pintoresco, resultaba conmovedoramente representativo del mont¨®n de adhesiones: era Imperio Argentina, que se sumaba al homenaje, en nombre de lo poquito o mucho que ha aportado al cine espa?ol. Grandes aplausos.
Y ya, otra vez, la pel¨ªcula, con los impresionantes documentales, y ese montaje que es toda una narrativa, toda una lecci¨®n de bien hacer. Los colores de las banderas de la contienda, dando fondo a las viejas pel¨ªculas, y los aplausos, subrayando momentos en que el impresionante documento pon¨ªa piel de gallina, por detr¨¢s de esa iron¨ªa distanciadora y jacarandosa de los anuncios, los comics, y las canciones. La gallina papanatas, por ejemplo, daba fondo a un documental de bombardeos de la segunda guerra mundial, y un momento terriblemente aplaudido era el de esas escenas pat¨¦ticas de la salida de los presos de guerra tras la primera revisi¨®n de sumarios. Un exorcismo era el que aplaud¨ªa la muerte de Mussolini, y hab¨ªa emoci¨®n en otros cortes, risas y hasta coreos. Al final, un grito caliente, que no fue coreado. Y al encenderse la luz, la gente, que estaba todav¨ªa impresionada, encend¨ªa sus cigarrillos de angustia y sal¨ªa sin decir nada.
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