Viaje a la "c¨¢rcel" de los mendigos
Los mendigos madrile?os tienen su c¨¢rcel en el paseo del Rey, 34, junto a los lomos de la Estaci¨®n del Norte. Un edificio de tres plantas -una sola de ¨¦stas con ventanas y rejas, da a la fachada- alberga durante un plazo, generalmente ef¨ªmero, a las personas de ambos sexos sorprendidas por la polic¨ªa municipal en pleno ejercicio callejero de la mendicidad.El n¨²mero de reclusos var¨ªa frecuentemente, si bien el recinto suele albergar una media de 120 hombres y 30 mujeres, recluidos por separado en el centro. El Albergue de Mendigos depende de la Delegaci¨®n de Sanidad y Asistencia Social del Ayuntamiento de Madrid y recibe ingresos de reclusos durante todo el a?o. En su interior trabaja una treintena de funcionarios, monjas, celadoras, vigilantes y ordenanzas, as¨ª como miembros de la polic¨ªa municipal que custodian los accesos.
Cuando un mendigo es sorprendido en la calle por una brigada de polic¨ªa municipal que realiza esta tarea, es conducido al paseo del Rey y all¨ª se toman de ¨¦l los datos para elaborar su filiaci¨®n. Luego se les retiene el dinero que llevaban en el momento de su retenci¨®n y pasan al ba?o; en ocasiones se les facilita ropa, si la que vest¨ªan se encuentra en condiciones p¨¦simas.
A los mendigos se les da desayuno, comida y cena. La dieta suele ser la habitual en este tipo de centros. A veces, cuando la salud del retenido arroja sospechas, se le somete a un reconocimiento m¨¦dico intenso. El Albergue de Mendigos cuenta con un m¨¦dico de Medicina General, un psiquiatra y tres asistentes sociales. En estas fechas se gestiona la incorporaci¨®n de un soci¨®logo a su plantilla asistencial, pero no hay todav¨ªa nada decidido sobre el tema.
A todos los reclusos si les reintegra el dinero que llevaban cuando salen del centro. Los mendigos que ingresan por primera vez permanecen en el Albergue 24 horas. Si reinciden, pasan tres d¨ªas en su interior, y si el mendigo vuelve a ser retenido, se env¨ªa su expediente al juez de Rehabilitaci¨®n y Peligrosidad Social, que dispondr¨¢ las medidas a adoptar.
Antecedentes
El Albergue se encontraba, despu¨¦s de la guerra civil, junto al matadero de Legazpi, y m¨¢s tarde, en el pueblo de Hortaleza.Hace varios a?os se traslad¨® al paseo del Rey el centro de reclusi¨®n masculino, y desde el a?o pasado, el edificio alberga mendigos de ambos sexos. Las dos alas que los cobijan se encuentran separadas por una nave y una elevada tapia. No se conocen casos de promiscuidad y, salvo un caso aislado y resuelto hace muchos a?os, no existen malos tratos a los recluidos.
Recientemente, una mujer retenida llevaba 39.000 pesetas de recaudaci¨®n, si bien lo habitual es que el mendigo acceda al Albergue en condiciones realmente infrahumanas. Muchos ingresan en estado de embriaguez -se dan much¨ªsimos casos de alcoholismo cr¨®nico-, y entre la poblaci¨®n reclusa se observa una especial proliferaci¨®n de las enfermedades infecciosas, que los m¨¦dicos del centro intentan permanentemente erradicar. Asimismo se registran afecciones de todo tipo -fundamentalmente las derivadas de la desnutrici¨®n-, y el reumatismo y las dolencias cardiovasculares resultan muy frecuentes.
Tambi¨¦n destaca el elevado porcentaje de mendigos que sufre desequilibrios mentales permanentes o transitorios, y en ocasiones, el psiquiatra del Albergue dispone el traslado de alg¨²n recluso a centros psiqui¨¢tricos de la provincia o de la capital. Paralelamente a estos traslados, y dado el hecho de que un notable n¨²mero de los mendigos reclusos lo compone un c¨²mulo de personas de edad, las autoridades del Albergue tramitan la incorporaci¨®n de los mendigos ancianos a los asilos donde existen vacantes. En el ala destinada a las mujeres, habitual y mayoritariamente ocupada por gitanas, se les permite ingresar con sus hijos.
Existe un sal¨®n de televisi¨®n donde los mendigos tienen acceso a horas determinadas y en todo el recinto funciona un sistema de calefacci¨®n durante varias horas del d¨ªa.
Salidas
Las fugas de reclusos resultan ins¨®litas, aunque en alguna ocasi¨®n se hayan producido.Con alguna regularidad se dan casos de super-explotaci¨®n de los mendigos por parte de allegados o parientes desaprensivos; de la recaudaci¨®n de aqu¨¦llos viven a veces grupos m¨¢s o menos amplios de ¨¦stos, que acuden a reclamarlos inmediatamente despu¨¦s de que los mendigos han ingresado en el Albergue; ante los empleados municipales tildan a los mendigos de desequilibrados, se comprometen a hacerse cargo de ellos y, cuando salen, les obligan a continuar mendigando para obtener beneficio econ¨®mico de su actividad. No obstante, el ejercicio de la mendicidad en Madrid, constituye una pr¨¢ctica mayoritariamente desorganizada e individualizada. Si bien existen casos donde familias enteran la practican, lo m¨¢s frecuente es que el mendigo act¨²e en solitario, desarrollando en esta tarea todos los resortes que su ingenio y su necesidad le brinde. La salida de los recintos religiosos, iglesias o cementerios, o los accesos a espect¨¢culos o concentraciones de p¨²blico suelen ser sitios muy trabajados por los mendigos. Pese a la afluencia, el mendigo buscar¨¢ casi siempre una relaci¨®n directa, casi ¨ªntima, con la persona a la que pide; le trasladar¨¢ su problema, real o ficticio, le hablar¨¢ de su enfermedad, de su familia o de sus desgracias, y porfiar¨¢ para lograr algo de dinero. Si logra hacerse escuchar, es casi seguro que obtenga, al menos, unos duros, aunque las dificultades para mendigar son cada d¨ªa mayores en Madrid. Ya no sirven las fotograf¨ªas a?osas de los parientes en el Hospital Provincial.
?Tanto Domund, tanto C¨¢ncer y tanta cruz Roja -nos dice un mendigo- nos han hecho polvo. Dicen que ese dinero revierte luego para nosotros, pero no lo vemos -a?ade-; cuando salimos del Albergue de Mendigos del Ayuntamiento seguimos a la cuarta pregunta, y volveremos al Albergue hasta que el vino, el fr¨ªo, un mal dolor o la locura, acaben de una vez con nosotros.?
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