Malos presagios
Por si no era bastante dura la realidad que nos rodea cada d¨ªa, este mundo de contaminaci¨®n universal, inflaci¨®n, racismo, peligro nuclear, guerras interminables y nubes de gas, cuyo riesgo aut¨¦ntico apenas conocemos, David Seltrer y el director Richard Donner nos amenazan ahora desde la pantalla, nada menos que con la llegada del Anticristo. No nos aclaran qu¨¦ nuevas desgracias caer¨¢n sobre nuestras ya bien castigadas espaldas, pero, en fin, basan su augurio sobre todo en la innegable existencia del Diablo y alg¨²n que otro pasaje del Antiguo Testamento. El Diablo ya se sabe que ¨²ltimamente tiene un p¨²blico adicto. No es preciso recordar el famoso filme de Polanski o el no menos jaleado Exorcista, aunque ser¨¢ bueno considerar que tales entusiasmos pierden bastante ¨ªmpetu en su paso de un lado a otro del Atl¨¢ntico.No podemos negar que el pueblo jud¨ªo ha vuelto a su solar de origen y que el Imperio Romano podr¨ªa identificarse de alg¨²n modo con ese otro algo menos heroico del Mercado Com¨²n, que se nos muestra tan esquivo, mas comparar el Infierno tradicional con el m¨¢s sofisticado de la actual pol¨ªtica, nos parece, cuando menos, cuestionable. De todas formas, el fin de los tiempos se nos anuncia en este filme a trav¨¦s de una serie de simbolismos y alusiones demasiado burdas, para p¨²blico elemental, salpicadas en lo que al argumento se refiere, con truculencias, tormentas, suicidios y muertes sobrenaturales, bien cargadas de truenos y rel¨¢mpagos.
La profec¨ªa
Gui¨®n: David Seltzer. Direcci¨®n: Richard Dooner. Fotograf¨ªa: Gilbert Taylor. M¨²sica: Jery Goldsmith. Int¨¦rpretes: Gregory Peck, Lee Remick, David Warner, Billie Whitelaw, Harvey Stephens. Color. EEUU. Fant¨¢stico, 1976. Local de estreno: Consulado, Palacio de la Prensa, Vel¨¢zquez.
El caso es que Satan¨¢s, como cualquier padre americano, quiere ver a su hijo sentado, nada menos, que en la poltrona de la Casa Blanca, mas no siendo partidario, como se sabe, de elecciones -lo cual se presta tambi¨¦n a paralelismos de rigurosa actualidad-, recurre, de momento, a ponerlo en la cuna del hijo muerto del embajador americano en Londres. El pobre embajador que accedi¨®, sin saberlo, a tan comprometido canje, se ve obligado por las circunstancias a olvidar su carrera hacia la presidencia, corriendo desde la isla al continente en busca de la aut¨¦ntica personalidad del peligroso ni?o, a quien, al final, el exorcista de turno aconseja ejecutar a fin de prevenir males mayores. Mas para su desgracia la profec¨ªa b¨ªblica debe cumplirse y es el embajador quien morir¨¢ dejando ante nosotros la imagen del Anticristo ni?o, no se sabe bien si para impresionarnos, para insistir sobre los avatares que nos amenazan, ecol¨®gicos, nucleares o pol¨ªticos, o para servir de tema a una nueva pel¨ªcula, a un nuevo golpe a este fil¨®n hagiogr¨¢fico-terror¨ªfico.
Richard Dooner, realizador, al parecer, de reconocida eficacia en el campo de la televisi¨®n, ha narrado esta historia truculenta en un estilo anodino, que s¨®lo a veces alcanza niveles aceptables, gracias a la fotograf¨ªa de Gil Taylor y a la an¨®nima labor de los t¨¦cnicos de efectos especiales. Gregory Peck y Lee Remick defienden sus papeles sin demasiada convicci¨®n, quiz¨¢, pensando, como gran parte de los espectadores, que si el fin del mundo se halla tan cerca, su trabajo y la pel¨ªcula toda, est¨¢n de m¨¢s, lo cual, si bien se mira, puede que sea verdad en lo que al filme se refiere, con Anticristo y sin Anticristo, con profec¨ªas y sin profec¨ªas.
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