Un liberal reprimido
Hace alg¨²n tiempo un ministro de un Gobierno de Franco pronunci¨® una de esas frases que hacen fortuna. Estas fueron sus palabras: ?Yo soy un liberal reprimido.? Las frases que hacen fortuna, si se permite la licencia, no son siempre afortunadas. Pero hacen fortuna precisamente porque nos quedan vivas en el recuerdo, porque se quedan con nosotros en un segundo plano, archivadas en el subsconciente.Y a m¨ª, como digo, aquella frase se me qued¨® grabada y ahora compruebo que otros muchos espa?oles todav¨ªa la recuerdan, porque, de vez en vez, salta a la prensa cuando se hace menci¨®n de aquel ministro.
A decir verdad, la frase me resucita estos d¨ªas por un circunloquio. Alg¨²n comentarista del m¨¢s all¨¢ ha calificado al presidente del Gobierno y a sus ministros como ?liberales moderados?. Si la cosa fuese s¨®lo cuesti¨®n de adjetivos tendr¨ªamos que reconocer que se hab¨ªa avanzado un paso. No ser¨ªa ciertamente el foso que separa la reforma de la ruptura. Pero dentro de la reforma ser¨ªa como si una nueva barrera se hubiera superado. Los que entonces ten¨ªan que reprimirse -para poder seguir siendo ?liberales?- ahora ser¨ªan moderados en su liberalismo (!). Por este camino, en un pr¨®ximo Gobierno quiz¨¢ pudiera ?colarse? alg¨²n liberal avanzado o progresista, y as¨ª, qui¨¦n sabe, quiz¨¢ un d¨ªa en el horizonte pol¨ªtico previsible -y aqu¨ª no hay que pedir muchas precisiones-, en un Gobierno de este pa¨ªs, quepa un liberal a secas, un liberal que, como la democracia a que aspiramos, no tenga adjetivos.
Uno piensa -con el respeto que le merecen siempre las opiniones de los otros- que un liberal no puede reprimirse hasta el punto de colaborar con una dictadura. Y no puede, en mi particular opini¨®n, ni con el pretendido prop¨®sito de liberalizar la dictadura. Porque las dictaduras de rostro humano, las que adoptan una cierta imagen liberal son, por desgracia, las m¨¢s duraderas.
Hombres de buena fe, a veces, pero nunca liberales, han justificado su presencia en un Gobierno de autoridad con el deseo de ?liberalizar?, suavizar, humanizar la dictadura. Y con su actuaci¨®n han prolongado la etapa totalitaria porque se ha hecho m¨¢s llevadera la coacci¨®n moral y pol¨ªtica o, mejor dicho, se ha hecho m¨¢s tolerable y menos infamante.
Pero un liberal no puede, sin dejar de serlo, reprimirse hasta el punto de aceptar un puesto de Gobierno en una dictadura. Un liberal que lo sea tiene que quedarse fuera -por duro que sea el exilio o el silencio- porque un liberal tiene que empezar por ser dem¨®crata. Si, por el contrario, un pol¨ªtico est¨¢ dispuesto a servir en un Gobierno dictatorial, si es incapaz de reprimir su libido pol¨ªtica, entonces pueda ser que sea, en el mejor de los casos, un hombre de buenas intenciones, pero nunca un liberal. Tampoco, en mi criterio, un liberal puede moderarse hasta el punto de aceptar un puesto de gobierno en un Gobierno elegido por un sistema distinto que el sufragio universal. Un ?liberal? nombrado por el Consejo del Reino, pongo por caso, puede ser un aut¨®crata civilizado -ahora que est¨¢ el t¨¦rmino de moda- o un totalitario comprensivo y educado y hasta un hombre lleno de buenas intenciones. Pero no un liberal a secas, porque para ser liberal -pienso yo- hay que aceptar al contrario. Y en la vida p¨²blica en general y en la pol¨ªtica en particular aceptar al otro consiste en darle la oportunidad de competir y de contrastar sus opiniones por contrarias que sean a las que defiende. Esa es la verdadera, la ¨²nica actitud liberal. Aquella que entiende que la libertad del otro es tan sagrada como la de uno mismo.
Es por ello que los liberales de ley, puestos a elegir -si no hubiera otro remedio-, se quedan con quienes han mantenido siempre una misma actitud coherente. Un liberal entiende y en cierto modo respeta las actitudes de hombres que colaboran con la dictadura. Y las entiende siempre y cuando sean inequ¨ªvocas, siempre y cuando las mantengan cuando llegue la democracia y acepten que son ahora otros -precisamente aquellos a quienes ellos excluyeron- los que deben intentar la democracia para todos.
Pero todos estos ?liberales? de nuevo cu?o, que ayer con la dictadura tuvieron que reprimirse y hoy moderarse para seguir subidos en el carro del poder, son los que tienen que comprender que sus servicios no son imprescindibles en los nuevos tiempos. Ya sean azules o tecn¨®cratas, cristianos o agn¨®sticos, deben comprender, repito, que son otros ahora los que tienen que Construir el Estado que ellos no hicieron posible. La diferencia radica en que los nuevos hombres de la democracia no les impedir¨¢n, como lo hicieron ellos, ni el derecho a expresarse ni el derecho de voto.
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