Gran escultor y amigo de Espa?a
Del todo decisivo en la vida y obra de Calder es el a?o 1926, fecha de su llegada a Par¨ªs y de su inmediata iniciaci¨®n en el arte de la escultura, del que luego seria protagonista singular, inconfundible, ¨²nico. Anteriormente hab¨ªa estudiado, un tanto a su aire, dibujo y pintura en Nueva York, aparte de haberse graduado en ingenier¨ªa mec¨¢nica y ser asidua su presencia, como espectador, en el newyorquino Circo Barnum.
Tales estudios, dedicaciones y aficiones resultar¨¢n luego no poco influyentes en su espec¨ªfica actividad escult¨®rica. Mecanicismo cient¨ªfico y dinamismo circense se?alan, de alg¨²n modo, dos polos de atenci¨®n en el recto significado de sus esculturas m¨®viles. (No parece, al respecto, mal s¨ªntoma que, apenas llegado a Par¨ªs, se entregara a la realizaci¨®n de sus risue?as marionetas de alambre que, convertidas en aut¨¦ntico espect¨¢culo, dio ¨¦l en bautizar el Circo miniatura.)
Ser¨ªa Marcel Duchamp, seis a?os despu¨¦s de su llegada a Par¨ªs, quien hab¨ªa de asignar el t¨ªtulo de m¨®viles a sus esculturas giratorias e indicadoras de una regi¨®n del espacio siempre cambiante. Mecanicismo y espect¨¢culo a la redonda (como pista y carpa de circo) constituyen dos de las notas o reclamos a que se atienen todos sus m¨®viles en los que la paulatina magnitud de la tramoya (valgan de ejemplo los de la Unesco en Par¨ªs) se contrastan con la gradual simplificaci¨®n del elemento material, reducido a escueta indicaci¨®n del espacio.
La insensible y creciente reducci¨®n al vac¨ªo es la que convierte los c¨¦lebres m¨®viles de Calder en meras indicaciones, en puros significantes. No sin raz¨®n, ha escrito de ¨¦l y de ellos Jean Paul Sartre: ?Calder no sugiere- nada: atrapa verdaderos movimientos vivos y les da forma. Sus m¨®viles no significan nada, no recuerdan a nada m¨¢s que a s¨ª mismos: son, esto es todo; son absolutos?.
Escultor singular, del todo inconfundible en la cuenta del arte contempor¨¢neo, fue, al propio tiempo, un gran amigo de Espa?a. Desde que en el a?o 1926 conociera a Joan Mir¨®, su relaci¨®n con nuestros artistas ray¨® en la intimidad (d¨ªganlo T¨¢pies, Chillida, Palazuelo ... ), sin que nunca dejaran de afectarle los problemas espec¨ªficamente espa?oles. Jam¨¢s faltaron su voz o su firma a la hora de la denuncia, ni su generosa aportaci¨®n al tiempo del homenaje y del regalo, no siempre agradecido y, a veces (recu¨¦rdese el caso de la escultura que cedi¨® gratuitamente a una de nuestras ciudades de mayor resonancia tur¨ªstica), ni siquiera aceptado.
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