Hay un hombre que quiere morir
Hay un hombre excepcional que quiere morir m¨¢s bien que mal vivir. No es un caso excepcional, como ha comentado la prensa mundial. Es hasta normal y humano que muchos seres prefieran morir cuando la vida se les hace intolerable.Este es el caso de Gary Mark Gilmore, de 35 a?os de edad. Condenado el mes de octubre por el asesinato, en julio, de una pareja que administraba un motel en Provo, Estados Unidos.
Gilmore asombr¨® al fiscal la ¨²ltima semana cuando rechaz¨® la apelaci¨®n de su caso y solicit¨® al Tribunal Supremo que autorizase su ejecuci¨®n por fusilamiento el d¨ªa que fijase el tribunal.
Gilmore apareci¨® ante el Tribunal Supremo esposado y con el traje blanco de los presos, y ante el asombro de los miembros del tribunal, declar¨®: ?Yo creo que he tenido un juicio y una sentencia justos y estoy dispuesto a aceptarla como un hombre, y deseo que se ejecute sin ninguna demora.?
Por ¨²ltimo, dirigi¨¦ndose al tribunal, solicit¨® que se le autorizase a morir con dignidad. Si se le ejecuta la sentencia, ser¨¢ la primera ejecuci¨®n desde que el Tribunal Supremo de Estados Unidos resolvi¨®, por una decisi¨®n del 2 de julio, que la pena capital no era inherentemente inconstitucional.
Sin embargo, esta decisi¨®n permite que la sentencia de muerte tenga sus salvaguardas, y mientras se mantiene la pena capital en Texas, Georgia y Florida, ha sido abolida en Carolina del Norte y en Louisiana.
Posible apelaci¨®n
La reacci¨®n a esta disposici¨®n de la Corte abre la posibilidad de una apelaci¨®n al Tribunal Supremo de los Estados Unidos, que puede resultar en otra dilaci¨®n de la ejecuci¨®n. Como vemos, la complejidad del sistema judicial americano puede llevar a un hombre que simplemente quiere morir a revivir los circuitos infernales del castillo de Kafka. Quiz¨¢s, este buen hombre en su celda solitaria adquirir¨¢ la conciencia del poder de la infinitud sobre una vida que ¨¦l cre¨ªa mortal y finita. ?Cu¨¢l ha sido el destino de este hombre? Ha pasado la mitad de su vida en una prisi¨®n del estado de Oreg¨®n. Por dos veces consecutivas fue internado en institutos psiqui¨¢tricos. M¨¢s tarde, uno de sus t¨ªos lo invit¨® a vivir en su casa con la esperanza de que un buen clima familiar le permitir¨ªa rehacer su vida.Puro optimismo panglosiano de su t¨ªo, pues en este caso de almas enfermizas o de cerebros deformados la confianza en la bondad natural del hombre es una manifestaci¨®n de desde?osa indiferencia. Lo que requerir¨ªa este joven Gilmore era una atenci¨®n paciente, cuidadosa y anal¨ªtica de su alma enferma.
Sin embargo, todo iba bien en este ambiente familiar, afectuoso y optimista. Un buen d¨ªa, el joven Gilmore se encontr¨® con una mujer borracha y drogada, de una dudosa moralidad, que supo no solamente conquistarlo, sino someterlo totalmente a su dominio. Una noche, despu¨¦s de una org¨ªa, se dirigieron en autom¨®vil a un motel. Y all¨ª mat¨® al gerente y a su mujer. El d¨ªa anterior, por una peque?a disputa, hab¨ªa asesinado a un estudiante.
Pero las cosas se complican y entra en juego la siniestra publicidad de este caso extra?o. El nuevo abogado de Gilmore, el se?or Denis Boaz, es un ilustre escritor y un abogado de California que parece que ha firmado un contrato con una casa editora para lanzar tambi¨¦n su peque?o best-seller sobre este hombre tan particular que quiere morir y que no lo dejan.
El gobernador del estado, Calvin Rampton, ha decidido suspender la ejecuci¨®n del condenado por dos d¨ªas, con el fin de que la comisi¨®n de gracia adopte la ¨²ltima decisi¨®n de fijar una nueva fecha para la ejecuci¨®n, o le conmute la sentencia en cadena perpetua. Pues bien, esto es lo que no desea el condenado: vivir la muerte en vida. Entonces, se ha producido un conflicto ideol¨®gico con el gobernador de Utah que, de acuerdo a sus convicciones cristianas, considera que este deseo de morir de Gilmore constituye una tentativa de suicidio. Por otra parte, el gobernador considera que si accede a la petici¨®n del condenado se hace c¨®mplice de un suicidio, lo que no puede aceptar su conciencia cristiana, y la soluci¨®n que ha elegido es un poco la de inhibirse, elevando la soluci¨®n del conflicto al Tribunal Supremo del Estado. As¨ª, asistimos como espectadores a las ¨²ltimas escenas de un antagonismo dram¨¢tico que podr¨ªa constituir la base de una magn¨ªfica pieza teatral. Por un lado, un hombre que sabe que, muerto o vivo, no tiene vida futura, y por otro, un juez escrupuloso, consciente del valor abstracto de la vida humana y que cierra los ojos para no ver el drama particular.
Voluntarios para matar
Gilmore ha solicitado ser fusilado. Y el problema que se plantea es qui¨¦nes van a fusilarle. Aqu¨ª surge un problema de libre competencia. El tel¨¦fono de la prisi¨®n suena insistentemente desde hace d¨ªas al saberse que Gilmore habla solicitado que le fusilasen. Los que llamaban eran m¨¢s de dos docenas de individuos que se ofrec¨ªan voluntariamente para disparar contra ¨¦l. Sus nombres se a?aden a otra fila de voluntarios, alcanzando un n¨²mero como nunca se ha registrado en el estado de Utah desde hace diecis¨¦is a?os.Ahora, el encargado de la prisi¨®n, el se?or Warden Smith, ha comenzado a revisar esa lista, consciente de la responsabilidad de seleccionar cinco voluntarios que desapasionada y fr¨ªamente puedan ejecutar la sentencia capital. El encargado de la prisi¨®n manifest¨® a los periodistas que retirar¨ªa de la lista aquellos voluntarios que buscasen participar en la ejecuci¨®n por razones anormales. A los elegidos se les pagar¨¢ 11.375 pesetas. Disparar¨¢n a diez metros de distancia. La v¨ªctima estar¨¢ atada a una silla de madera, vendados los ojos, y un coraz¨®n rojo dibujado sobre el propio, para servir de blanco al pelot¨®n de ejecuci¨®n.
Pero a ¨²ltima hora ha surgido una disputa teol¨®gica. Una secta cristiana, los mormones, ha intervenido en la disputa. Cuatro de los cinco jueces han dado raz¨®n al condenado. Si quiere morir, que muera inmediatamente. Ahora bien, la comisi¨®n de gracia est¨¢ tambi¨¦n dominada por los mormones y puede darle tambi¨¦n raz¨®n al condenado. Pero tampoco ah¨ª termina esta historia angustiosa. Ya corren manifestantes por las ciudades americanas que luchan contra la pena de muerte y piden que se suspenda la ejecuci¨®n del hombre que desea morir.
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