Andr¨¦ Malraux, en extrema gravedad
El autor de La condici¨®n humana, el aventurero permanente, el hombre de la gran marcha en China, el comandante de la aviaci¨®n roja en la guerra civil espa?ola, el coronel Berger de la resistencia, el ministro de la Cultura de De Gaulle, Andr¨¦ Malraux, anoche, en el hospital de Creteil (al lado de Par¨ªs), en el que fue internado el pasado d¨ªa 15, estaba a punto de morir.
Una embolia pulmonar agrav¨® su estado s¨²bitamente la noche del domingo al lunes. Los m¨¦dicos que lo cuidaban, ayer, afirmaron en su ¨²ltimo comunicado: ?Sus d¨ªas est¨¢n en peligro a muy corto plazo.? No se le pudo trasladar a su domicilio en el castillo de Louise de Valmorin, su ¨²ltima compa?era en la vida, fallecida ya, debido a que ?puede morir dentro de unos d¨ªas o dentro de unas horas?.En toda Francia, las expresiones de preocupaci¨®n se manifestaron a lo largo del d¨ªa de ayer. La aventura individual de Malraux, criticada o ensalzada, no dej¨® nunca indiferente a nadie. A los 75 a?os, para los franceses, es un s¨ªmbolo de la inteligencia, convertido en macabro a veces, como consecuencia de los achaques de su salud: en 1950 ya fue v¨ªctima de una grave enfermedad. Desde que, en su juventud, estuvo en Extremo Oriente, ya no dej¨® de cultivar ciertos tratamientos. En sus tiempos de ministro de la Cultura, de De Gaulle, tuvo que interrumpir sus actividades para descansar, haciendo un largo viaje hasta China, en donde se entrevist¨® con Mao. Hace tres meses fue hospitalizado y se someti¨® a una operaci¨®n. Despu¨¦s, a¨²n tuvo que tratarse con antibi¨®ticos. Su voz rasgada, sostenida siempre por el tono ¨¦pico, su nerviosismo f¨ªsico, que hacen de sus manos un enjambre de tics y de gestos indescifrables, convierten a Andr¨¦ Malraux en un espect¨¢culo permanente, exaltado por sus admiradores y ridiculizado por quienes no han visto en ¨¦l m¨¢s que el aventurero de una vida que no era m¨¢s que la suya.
?El hombre no es lo que ¨¦l oculta, sino lo que hace?, dice uno de sus personajes. Malraux naci¨® en Par¨ªs, en 1903. Su padre se suicid¨® y su abuelo hizo otro tanto, liquid¨¢ndose a hachazos. Una cierta maldici¨®n familiar, en este sentido, caracteriz¨® su vida. Su segunda compa?era, Josette Colitis, muri¨® accidentalmente durante la guerra, y sus dos hijos, Gauthier y Vincent, fueron v¨ªctimas de un accidente de autom¨®vil.
Joven, al lado de su primera mujer, Clara, licenciado en Ciencias Orientales, en 1923 fue al Extremo Oriente y, en Camboya, tuvo problemas serios con las autoridades, por la desaparici¨®n de algunas estatuas kmers de un templo en ruinas. volvi¨® a Francia, pero un a?o despu¨¦s empez¨® la guerra civil en China y Malraux emprendi¨® el mismo camino. De esta aventura salieron tres libros: La via real, Los conquistadores y La condici¨®n humana, que, en 1933, fue coronada con el premio Goncourt.
La ascensi¨®n de los fascismos, en los a?os treinta, cambi¨® de horizonte la aventura de Malraux. En Berl¨ªn defendi¨® al b¨²lgaro Dimitrov que iba a ser secretario general del Komitern, y en 1935 escribi¨® El tiempo del desprecio, dedicado a los campos de concentraci¨®n nazis.
La guerra de Espa?a fue una de las cimas de su aventura vivida. Al lado de los republicanos organiz¨® la aviaci¨®n, y el resultado literario fueron dos obras con el mismo t¨ªtulo, L'Espoir, un libro y una pel¨ªcula. Despu¨¦s entr¨® en la Resistencia, como soldado de segunda clase y con el seud¨®nimo de coronel Berger, en 1942 fue herido, estuvo condenado a muerte y, por segundos, lo liberaron.
La aventura militante termin¨® con la segunda guerra mundial. Cada etapa de la acci¨®n fue seguida de una o varias obras. ?Ser rey no significa nada. Lo importante es hacer un reino?, dec¨ªa uno de los personajes de La v¨ªa real. Desde 1945 empez¨® la otra aventura, la de la fidelidad al general De Gaulle.
Durante veinte a?os, Malraux fue el heraldo y el poeta de la pol¨ªtica del hombre del 18 de junio. Mientras este ¨²ltimo hizo La traves¨ªa del desierto, en su retiro campestre de Colombey-les-deux Eglises, Malraux volvi¨® a la literatura, pero ahora se sirvi¨® de la profundizaci¨®n en el arte para descubrir al hombre, que, en toda su producci¨®n, se revelaba como la pregunta clave. El museo imaginario fue la obra m¨¢s c¨¦lebre de esta ¨¦poca.
Cuando De Gaulle volvi¨® al poder, en 1958, inmediatamente lo hizo ministro de la Cultura, puesto que ocup¨® hasta el refer¨¦ndum fatal de 1969. La obra de Malraux, en sus casi dos lustros de ministro, fue m¨¢s conocida que sus libros: lav¨® las fachadas negruzcas de los edificios de Par¨ªs, cre¨® las Casas de la Cultura y en la Asamblea Nacional, en los m¨ªtines y en sus discursos, embelesaba a la clase pol¨ªtica con sus espect¨¢culos oratorios. Un d¨ªa escandaliz¨® a los diputados gaullistas defendiendo la representaci¨®n de la obra de teatro El balc¨®n, de Genet, en un teatro nacional, con esta f¨®rmula: ?La libertad a veces tiene las manos sucias, pero la libertad tiene siempre raz¨®n.? Portavoz de De Gaulle en todas las reuniones p¨²blicas, cuando el general se retir¨®, Malraux volvi¨® a sus libros.
Las Antimemorias, Leschenes qu'on abat, su ¨²ltima y larga conversaci¨®n con De Gaulle en Colombey, Oraciones f¨²nebres, El irreal, El intemporal, fueron sus ¨²ltimas obras. Estos a?os de retiro relativo en Verrieres les Buissons, al lado de Par¨ªs y con sus gatos c¨¦lebres, fue la etapa del aventurero de la est¨¦tica que hab¨ªa sido siempre, pero con los a?os y la enfermedad al hombro.
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