Las canciones in¨¦ditas
Son pocos los in¨¦ditos dejados, a su muerte, por Manuel de Falla, la mayor¨ªa de ellos nacieron en los d¨ªas de juventud, cuando Falla apenas hab¨ªa decidido seguir la profesi¨®n de compositor. Antes que ¨¦sta le tent¨® la vocaci¨®n literaria no obstante pertenecer a una familia y vivir en un ambiente local - el de la C¨¢diz penisecular- en los que las actividades musicales eran frecuentes.Todav¨ªa ni?o aprende de su padre - pianista considerable- las primeras nociones de solfeo y asiste a un sal¨®n de gran importancia en la vida musical gaditana: el de Salvador Viniegra. All¨ª se hac¨ªa m¨²sica muy en serio y tales veladas, as¨ª como la asistencia a representaciones de ¨®pera, cuentan entre las primeras emociones art¨ªsticas del futuro autor del El amor brujo.
Tras no pocas dudas, un hecho circunstancial aclara en la intimidad del joven Manuel lo aut¨¦ntico de su vocaci¨®n musical. Hacia 1893 se forma en C¨¢diz una orquesta que da conciertos en el Museo de Pinturas, ante una excelente serie de cuadros de Zurbar¨¢n. Las obras de Grieg y de Beethoven, escuchadas por Falla en aquel ambiente, act¨²an como detonante. Inmediatamente inicia el m¨²sico de manera formal sus estudios de armon¨ªa y contrapunto con Alejandro Odero (1854-1897), un disc¨ªpulo de Marmontel y, a su muerte, los prosigue con Enrique Brocca. En cuanto al piano, el aprendizaje primero junto a una profesora academicista, do?a Elo¨ªsa Galluzo, se perfecciona en Madrid con Jos¨¦ Trag¨® (1856-1934), que hab¨ªa sido disc¨ªpulo en Par¨ªs de un alumno de Chopin, Georges Mathias. Falla revalida sus estudios en el Conservatorio madrile?o durante los cursos 1898 y 1899, obteniendo sobresalientes en todos los casos y premio extraordinario al final de la carrera.
Al mismo tiempo que se presenta como pianista en Madrid y C¨¢diz, estrena sus primeras composiciones: p¨¢ginas de c¨¢maras, d¨²os para viol¨ªn o violonchello con piano y algunas canciones. S¨®lo en algunos casos -Serenatas andaluzas, una de las rimas de B¨¦cquer aparecen signos de andaluc¨ªsmo, dominando en la mayor¨ªa de los pentagramas j¨®venes de Falla un estilo de suave romanticismo que debe mucho a sus autores entonces predilectos de? m¨²sico: Schumann y Grieg, sobre todos.
Dado que Salvador Viniegra, muy relacionado con gran tarde. Se trata de una l¨ªnea sencilla acompa?ada por armon¨ªas muy claras y transparentes. El 14 de julio de 1899, toca Viniegra en uno de los conciertos organizados en su casa, la Romanza, p¨¢gina de mayor movilidad e intensidad expresiva, cuya melod¨ªa se apoya en un acompa?amiento en tresillos, tan usual en los ?liederistas? rom¨¢nticos.
Sin fecha
No llevan fecha ninguna de las ?canciones? de esa ¨¦poca legadas por Falla. Sin embargo, por su estilo y hasta por su graf¨ªa, cabe inscribirlas entre los a?os 1899 y 1901 y probablemente fueron cantadas por la se?orita Eloisa Minoves, soprano amateur que, m¨¢s tarde, contraer¨ªa matrimonio con el hijo del se?or Viniegra. Para m¨ª, Preludios sobre versos del escritor y poeta costumbrista vascongado Antonio de Trueba (1819-1899) es la primera melod¨ªa de Falla, cronol¨®gicamente hablando. Los versos - ingenuos y vulgares, pero tenuemente sentimentales- gozaron de popularidad en la sociedad burguesa de su tiempo. Falla anticipa al menos una virtud que conservar¨¢ a lo largo de toda su obra cantada: el respeto por el idioma y la sutil traslaci¨®n a los pentagramas de la significaci¨®n y las emociones del texto. Mayor calidad y, por lo mismo, m¨¢s larga posibilidad musical, le ofrec¨ªan las ?rimas? de Gustavo Adolfo B¨¦cquer (1836-1870), ? la poes¨ªa m¨¢s ¨ªntima, m¨¢s humana, m¨¢s desnuda del romanticismo espa?ol?, seg¨²n Manuel Altolaguirre. La extraordinaria vida interior que poseen los versos de B¨¦cquer -que influyeran notablemente en Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y Rub¨¦n Dar¨ªo- fue sentida por Falla al llevarlos al pentagrama. Operaci¨®n introspectiva que nos avisa, tempranamente, sobre actitudes a mantener y agudizar por el compositor. En la primera ?rima?, Dios m¨ªo qu¨¦ solos se quedan los muertos, Falla alude, en el preludio y los interludios, al origen andaluz del poeta, en tanto los versos son - cantados dentro del oscuro dramatismo, pl¨¢stico y descriptivo, que se desprende de una escena de velatorio. La otra ?rima? Olas gigantes sigue un proceso de gran tensi¨®n expresiva que, en alguna medida, coincide substancialmente con ciertos ?lieder? de Strauss. Raz¨®n de inter¨¦s, en el caso de Olas gigantes, es sin duda, la de encontrarnos en el trozo m¨¢s rom¨¢ntico a la europea de toda la producci¨®n de Falla.La cuarta canci¨®n in¨¦dita debemos situarla entre El amor brujo y El sombrero de tres picos. Durante un viaje por Andaluc¨ªa, realizado en compa?¨ªa de sus colaboradores Mar¨ªa y Gregorio Mart¨ªnez Sierra, el pueblo de Ronda, que cautivara a Rilke gana tambi¨¦n el coraz¨®n de Falla. Caminando por las estrechas callejuelas mal empedradas de la vieja villa, dieron los visitantes con un puesto de venta de pan, un pan t¨ªpico, blanco y corruscante, que a decir de Mar¨ªa Mart¨ªnez Sierra constitu¨ªa aut¨¦ntico ?manjar de dioses?. La prol¨ªfica escritora compuso sobre el tema unas ?Coplas? que Falla puso en m¨²sica, dentro del estilo andalucista que practicaba a la saz¨®n y seguidoras, tambi¨¦n, de los procedimientos arm¨®nicos, r¨ªtmicos y cadenciales tan caracter¨ªsticos como personales. Esta canci¨®n deb¨ªa formar parte de un ciclo que no lleg¨® a continuarse. Don Manuel olvid¨® el aut¨®grafo entre los papeles de su archivo.
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