La Oposici¨®n ha cedido cuanto pod¨ªa
Si alguna vez la Oposici¨®n se ha dejado llevar por peticiones maximalistas, ut¨®picas o inviables no se puede decir lo mismo de sus condiciones para una consulta democr¨¢tica. La objetividad exige reconocer que la oposici¨®n ha cedido todo cuanto pod¨ªa. No se le puede pedir que retroceda un solo paso m¨¢s. Ahora es el Gobierno el que debe ceder.En realidad, el pliego de condiciones de la Oposici¨®n va mucho m¨¢s all¨¢ del refer¨¦ndum. La consulta electoral es aqu¨ª un pretexto, o si as¨ª se quiere, una oportunidad. Pero las garant¨ªas que se piden no afectan a la naturaleza sustantiva del refer¨¦ndum. En todo caso, al riesgo de que s¨¦ pueda convertir en una ocasi¨®n desaprovechada de establecer el punto de unanimidad democr¨¢tica sobre el que sea posible establecer una convivencia arm¨®nica, sin exclusiones, y que supere de forma definitiva las consecuencias de la guerra civil.
Ya no se pide un Gobierno provisional ni a nivel del Estado ni de las nacionalidades. Nada de lo que solicita compromete la legalidad ni la legitimidad que el Gobierno pueda creer que tiene. No se invoca la ruptura ni el desmantelamiento de ninguna otra instituci¨®n como no sea el aparato del Movimiento. Todo Io que se solicita, en una palabra, parece realmente una exigencia ineludible para que pueda existir una verdadera democracia. No se entiende, en efecto, que sin cumplir todos estos condicionamientos se puedan dar los supuestos m¨ªnimos para el arraigo de las libertad. Creo que todos tenemos el deber de reconocer que la Oposici¨®n ha necho un gran esfuerzo al moderar de esta manera su lenguaje, sus planteamientos y sus exigencias. No se podr¨¢ decir, en efecto, que si no hay negociaci¨®n o acuerdo es porque la Oposici¨®n pida la luna. Es mi¨¢s, yo creo que si se hiciera un refer¨¦ndum entre todos los poll¨ªticos de este pa¨ªs los siete puntos de la Oposici¨®n saldr¨ªan adelante con un 90% de votos. Hay que estar en condiciones de admitir que la Oposici¨®n ha sabido estar a la altura de la responsabilidad que tiene ante ella.
?Y el Gobierno? El Gobierno debe saber que no es lo mismo conservar que negociar. Y tiene que aceptar, por otra parte, que el momento de la negociaci¨®n es ¨¦ste. No despu¨¦s del refer¨¦ndum. Incluso por conveniencia de lo que este tr¨¢mite procesal supone a los ojos del Gobierno. El refer¨¦ndum -tal como dec¨ªa Luis Apostua- no admite m¨¢s ?noes? que los de los partidarios de la democracia org¨¢nica. Por tanto esta consulta refrendataria podr¨ªa ser de hecho la expresi¨®n formal de la reconciliaci¨®n de los espa?oles. As¨ª, de hecho, lo entender¨¢n muchos que al dar su ?s¨ª? a la democracia se olvidar¨¢n de si ellos o sus padres estuvieron en un bando o en otro, de si son de derechas o de izquierdas. Es decir, que el pueblo tiene perfectamente claro algo que el Gobierno y la Oposici¨®n tienen el deber de definir. Y esto es evitar la posibilidad de que se llegue a la democracia sin cerrar el largo par¨¦ntesis de la anormalidad de estos cuarenta a?os. Y esto exige, como condici¨®n previa, que dicha democracia sea un poco obra de todos. Que no haya, a la hora de instaurarla, m¨¢s derrotados que los enemigos irreconciliables de lo que ella es y representa.
No nos enganemos. El ¨²nico tema de fondo que al Gobierno le cuesta ceder ahora mismo es el reconocimiento del Partido Comunista. Pero ahora que el se?or Kissinger va a volver a su c¨¢tedra, ?qu¨¦ es lo que puede impedir una legalizaci¨®n a la que antes o despu¨¦s se va a proceder de todos modos? Si hay obst¨¢culos institucionales, que se nos diga. Si a pesar de todos los pesares es preciso un plazo de salvaguarda, que se negocie el tema con los interesados como espa?oles que son. Pero, por favor, quit¨¦mosle irracionalidad a la vida pol¨ªtica en un momento en el que ya las condiciones objetivas no impiden que nada de lo que la Oposici¨®n pide se puede conceder en muy pocos d¨ªas. Convirtamos el refer¨¦ndum en el contrato que selle el acuerdo entre las dos partes. No en el ?tr¨¢gala? de una parte sobre la otra. Eso, me temo, es lo que el pueblo siente o intuye. Y los pol¨ªticos responsables tienen la obligaci¨®n de no confundirle. De demostrar con sus hechos que practican y creen en la democracia.
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