?D¨®nde est¨¢ el dilema?
LOS QUE voten s¨ª, los que se pronuncien por el no, los que depositen su papeleta en blanco y los que se abstengan de acudir a las urnas el pr¨®ximo d¨ªa 15 de diciembre tienen al menos algo en com¨²n: todos son ciudadanos espa?oles que pagan los impuestos con cargo a los cuales se est¨¢ sufragando la campa?a publicitaria en torno al refer¨¦ndum. En teor¨ªa, unos y otros tienen derecho a que el Estado, administrador de los bienes de la comunidad nacional, se mantenga en una postura de escrupulosa neutralidad.Sin embargo, la realidad es muy otra. Las cu?as televisivas, los anuncios en la prensa y los carteles en las vallas. presentados al principio como simples veh¨ªculos de informaci¨®n, han volcado su capacidad de convicci¨®n, primero a favor de la participaci¨®n en las urnas y en contra de la abstenci¨®n, y luego en pro del voto afirmativo. ?l Gobierno prolonga, as¨ª, la vieja pr¨¢ctica de que s¨®lo las opciones patrocinadas por el equipo detentador del poder tienen carta de ciudadan¨ªa y, por ende, derecho a beneficiarse del erario p¨²blico.
Por lo dem¨¢s, parece evidente que el objetivo central de la campa?a no es tanto restar partidarios al voto negativo (una reducida minor¨ªa, seg¨²n las encuestas de opini¨®n que vienen realiz¨¢ndose) como combatir la consigna de abstenci¨®n propiciada -con mayor o menor entusiasmo- por diversas fuerzas de la oposici¨®n democr¨¢tica. Tal vez en los pr¨®ximos d¨ªas algunos defensores de la opci¨®n abstencionista tengan acceso a los espacios de RTVE. Ahora bien, resulta improbable que sus razonamientos logren contrarrestar la marea publicitaria, en continuo ascenso. que condena su postura por antidemocr¨¢tica y la descalifica moral y pol¨ªticamente.
Durante los pasados cuarenta a?os la consigna Franco s¨ª, comunismo no fue la clave de la propaganda del R¨¦gimen. Se dir¨ªa que el recuerdo de la eficacia de este dilema ha influido en los nuevos gobernantes, que han hecho suya la forma de. este artilugio l¨®gico d¨¢ndole distinto contenido. Ahora se ha vuelto a crear un maniqueo para alancearle. Al fantasma del comunismo sustituye hoy parad¨®jicamente el fantasma del continuismo. La consigna ser¨ªa entonces. Reforma s¨ª, continuismo no, y en esos t¨¦rminos ha planteado el Gobierno el dilema.
Tenga o no raz¨®n la oposici¨®n democr¨¢tica adopta, sin embargo, otra actitud: defiende la existencia de opciones que el Gobierno no ha tomado en cuenta y, en consecuencia, propugna la abstenci¨®n ante el dilema que ofrece el refer¨¦ndum. El pa¨ªs tiene derecho a escuchar sus argumentos: y el Gobierno, el deber de suspender su campa?a intimidatoria. Porque, evidentemente, la abstenci¨®n que la oposici¨®n propone nada tiene que ver con la indiferencia ante la cosa p¨²blica. Y menos a¨²n con el desprecio hacia el proceso electoral o el voto libremente expresado: muchos de sus miembros sufrieron persecuci¨®n por negarse con sus actos a aceptar la frase -esa, s¨ª, violenta y demag¨®gica- que dec¨ªa que lo mejor que se puede hacer con las urnas es romperlas.
En cualquier caso, queda por dilucidar si los argumentos que aconsejan la abstenci¨®n son m¨¢s convincentes que los que apoyan el s¨ª. Parece indudable que las condiciones pol¨ªticas que rodean al refer¨¦ndum son tan importantes como el propio contenido de la consulta: y la situaci¨®n es compleja y est¨¢ sometida a cambios r¨¢pidos. sustanciales e imprevisibles. Por ejemplo, si el di¨¢logo entre el Gobierno y la oposici¨®n dernocr¨¢tica entrara. al fin. en v¨ªas negociadoras y resolutivas. ?qui¨¦nes tendr¨ªan pol¨ªtica mente raz¨®n: los abstencionistas o los partidarios del voto afirmativo?
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