El carnet
Una cosa que me ha conmovido del reciente congreso del PSOE es la petici¨®n de que se suprima el carnet de prensa (yo todav¨ªa escribo carnet con te, porque soy un purista a ratos perdidos). Pero, pese a ser un purista, un estilista y un periodista, a m¨ª nunca me dieron el carnet de prensa.-?Es que no fue usted a la Escuela de Periodismo?, dice el quiosquero.
-Ni a la de periodismo ni a ninguna de las escuelas anteriores a las que va la gente civilizada. Cuando uno tiene que hacerse un hombre, no le queda tiempo de hacerse un diploma.
Lo cual que me, alegro, porque el carnet de prensa nunca me ha hecho ninguna falta, que as¨ª son de liberales, comprensivos y abiertos los compa?eros y los redactores-jefes en esta profesi¨®n. Y esto prueba, por otra parte, que ni ellos mismos, los que le tienen, creen demasiado en el carnet, en un carnet otorgado por una escuela (despu¨¦s facultad) tradicionalmente inane y gloriosamente franquista. En el periodismo, como en la Legi¨®n, nada importa tu vida anterior. Por eso el periodismo es, con la Legi¨®n, la profesi¨®n m¨¢s peligrosa del mundo. Y encima la m¨¢s hermosa.
Me lo dijo no hace mucho Castillo-Puche:
-Te vienes conmigo un d¨ªa a la clase y le hablas a los chicos.
Me llev¨® a la facultad de Ciencias de la cosa un d¨ªa que hab¨ªa caballos, guardias, tanques y banderas. Volvimos otro d¨ªa, en que ya casi no quedaban caballos y los que quedaban se hab¨ªan sentado correctamente en su pupitre. Tuve un coloquio tumultuoso con los chicos y las chicas. Eran tan levantiscos tan prometedores, tan inquietos que les dije como broma y res¨²men:
-Acabar¨¦is todos en el ABC.
Me despidieron con cari?oso abucheo. Qu¨¦ lejos esta generaci¨®n contestataria de las sumisas promociones de los a?os cuarenta, cincuenta y sesenta, a las que don Juan Aparicio hab¨ªa pastoreado en la santa adoraci¨®n del carnet.
Claro que, despu¨¦s, muchos de, ellos la mayor¨ªa han sabido igualar con la vida el pensamiento y dignificar con los actos un carnet que en s¨ª no daba grandes dignidades. Nadiuska, que est¨¢ rodando en Alemania, me env¨ªa una postal y un beso. Me lo dijo una tarde que yo me pon¨ªa pesado:
-Lo nuestro no puede llegar a nada mientras sigas siendo un indocumentado. Ni siquiega tienes carnet de prensa. -
0 sea que tentado estoy de pedir otra vez el carnet, por mor y amor de Nadisuka, a Jim¨¦nez Qu¨ªlez o a quien le haya sustituido. Pero he aqu¨ª que de pronto sale Felipe Gonz¨¢lez, como un ¨¢ngel de la guarda con cazadora, para detenerme al borde del precipicio Ministerial:
-Hay que abolir el carnet de prensa- dice Felipe.
Hombre, no s¨¦, yo creo que el carnet, ya digo, lo han dignificado los profesionales con su conducta, sobre todo en los ¨²ltimos a?os, con su lucha por la democracia en el Parlamento de papel, en plan perros asilvestrados de la prensa canallesca. Pero Felipe Gonz¨¢lez y sus psoes saben lo que se dicen. Piden la supresi¨®n del carnet de prensa y piden Gibraltar. Abajo la colonizaci¨®n inglesa del pa¨ªs y abajo la colonizaci¨®n ideol¨®gica de la persona. El carnet de prensa ha sido a veces un Gibraltar franquista junto al coraz¨®n del reportero, un pe?¨®n, una roca, un estorbo.
Me llaman de una nueva discoteca que va a inaugurar Cela, para montar en ella, posteriormente, un show pol¨ªtico-period¨ªstico.
-No tengo carnet -les digo.
Y se sonr¨ªen. Adem¨¢s, de la amargura de no tener carnet, soy tan pupas que nadie toma en serio esta amargura. Nadie toma en serio el carnet.
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