EL PAIS y sus responsabilidades
NO TENDRIA sentido ocultar que la decisi¨®n de los secuestradores del se?or Oriol de utilizar nuestros buenos servicios, para comunicar, primero, la autor¨ªa de su, delito y transmitir, despu¨¦s, sus plazos y condiciones, ha colocado a este peri¨®dico y posteriormente a nuestro colega Informaciones en una situaci¨®n tan indeseada como inc¨®moda. No faltan mercaderes que proyectan en los dem¨¢s sus s¨®rdidos valores y que nos suponen satisfechos por disponer de una exclusiva que incremente nuestras ventas.La aceptaci¨®n por parte de EL PAIS del inc¨®modo papel de intermediario no ha tenido otro motivo que el deber moral y la obligaci¨®n ciudadana de contribuir a salvar la vida del se?or Oriol. Como dijimos hace unos d¨ªas, la existencia de un ser humano es para nosotros sagrada, sea quien sea la v¨ªctima, y la amenace quien la amenace; y aunque sobre cualquier otra justificaci¨®n, se?alamos tambi¨¦n los serios peligros que para la consolidaci¨®n de la democracia llevar¨ªa consigo la desaparici¨®n del presidente del Consejo de Estado. No nos hemos limitado a reproducir en nuestras p¨¢ginas las noticias facilitadas por los secuestradores. Tambi¨¦n hemos establecido contacto con las primeras autoridades del Estado y con la familia del se?or Oriol, y hemos colaborado en la b¨²squeda de una f¨®rmula posible que evite un sangriento desenlace.
A nadie se le oculta que EL PAIS no ha contado todo lo que sabe. Comprender¨¢n los lectores lo duro que resulta para los profesionales de la informaci¨®n el callarnos las cosas. Dar noticias es nuestra vocaci¨®n y nuestro menester. En el tema del secuestro del se?or Oriol hemos renunciado al trabajo que nos es propio para asumir un papel que ni merec¨ªamos ni dese¨¢bamos. Nosotros no escogimos a los secuestradores; fueron los secuestradores quienes nos eligieron a nosotros -y despu¨¦s a nuestro colega Informaciones- como hilo conductor entre sus peticiones y la opini¨®n p¨²blica, el Gobierno o la familia Oriol.
Conscientemente hemos entrado en un terreno accidentado y minado. Es ya momento de relatar que redactores de este peri¨®dico, asumiendo riesgos superiores a los que su profesi¨®n reclama, han corrido peligros f¨ªsicos (y los han padecido) en el intento general del peri¨®dico de que esta historia termine con bien. Sabemos que el final de este secuestro nos puede deparar dos graifficaciones: aparecer ante unos como colaboracionistas de los secuestradores y ante otros como colaboracionistas del Gobierno. Nadie o muy pocos -estimamos- nos tendr¨¢n por lo que somos: enemigos ac¨¦rrimos de la muerte de los hombres a manos de otros hombres.
Una parte de los intentos mediadores o negociadores entre los secuestradores y quienes pueden acceder a sus exigencias ha pasado por esta redacci¨®n. Nadie pod¨ªa exigirnos este trabajo adicional, fuera de nuestra propia conciencia. Restan pocas horas para el desenlace, que -a¨²n- esperamos sea inteligente por todas las partes. Entienda la opini¨®n p¨²blica que para nosotros hubiera sido harto m¨¢s f¨¢cil y c¨®modo no descolgar el tel¨¦fono, negarnos a ser la estafeta de un asunto que nos repugna, mediando, como media, la vida de un hombre.
Desgraciadamente, los secuestradores no han aceptado el menor di¨¢logo telef¨®nico, raz¨®n por la cual nos ha sido imposible hacerles llegar las propuestas de que se intentaba negociar. Una y otra vez han insistido en la inmediata liberaci¨®n de los quince presos pol¨ªticos y su traslado a Argel. El Gobierno, as¨ª pues, tendr¨ªa que dar ese paso sin m¨¢s contraprestaci¨®n que la promesa de los secuestradores de liberar despu¨¦s al secuestrado.
Ahora bien, y aun cuando no entramos ni salimos en el fondo de la cuesti¨®n, forzoso es reconocer que en estos casos los ?usos internacionales?, creados por esa epidemia contempor¨¢nea que es el terrorismo, prescriben, como m¨ªnimo, el canje en terreno neutral del reh¨¦n y los presos. La promesa ?bajo palabra de honor? de devolver al se?or Or'iol, s¨®lo cuando los quince detenidos se hallen a salvo en Argel, no es una negociaci¨®n, sino un ukas¨¦.
Seg¨²n nuestras noticias, el Gobierno no est¨¢ dispuesto a aceptar ese arbitrario ultim¨¢tum. El ¨²nico terreno de negociaci¨®n posible ser¨ªa que el Gobierno garantizara la salida del pa¨ªs de los secuestradores y acelerase la promulgaci¨®n de la amnist¨ªa total. Todo ello, naturalmente a cambio de la vida del presidente del Consejo de Estado.
El dramatismo de la situaci¨®n no s¨®lo no impide sino que exige algunas reflexiones pol¨ªticas. De las dos hip¨®tesis que circulan acerca de los GRAPO, la primera, casi un¨¢nimemente aceptada en los medios de la oposici¨®n, obligar¨ªa a excluir cualquier esperanza. Si ese grupo est¨¢ manipulado por servicios especiales de incierto origen, la muerte del se?or Oriol ser¨ªa el detonador ideado para desencadenar una oleada de des¨®rdenes que impos¨ªbilitara el florecimiento de la apenas iniciada vida democr¨¢tica, creando as¨ª las precondiciones para un golpe de Estado m¨¢s propio de Latinoam¨¦rica que de Europa. Ahora bien, si los secuestradores pertenecen realmente a una secta de extrema izquierda, queremos hacerles llegar nuestros argumentos.
Quienes amenazan la vida del se?or Oriol est¨¢n a punto de provocar una espiral de violencia de alcances insospechados. Los dirigentes de la oposici¨®n democr¨¢tica, salidos a la luz p¨²blica tras cuarenta a?os de clandestinidad, constituyen hoy un blanco f¨¢cil para los numerosos grupos bien armados de la extrema derecha que se pasean impunemente por el pa¨ªs. Las posibilidades de una amnist¨ªa total -y no s¨®lo de quince personas, sino de todos los presos pol¨ªticos- desaparecer¨ªan por entero. La extrema derecha, arrojada al basurero de la historia por su estrepitosa derrota en el refer¨¦ndum, tendr¨ªa su deseada oportunidad para intentar regresar al poder por la v¨ªa m¨¢s expeditiva.
Por nuestra parte, hemos asumido nuestro involuntario .y perif¨¦rico protagonismo con toda tranquilidad de conciencia. Confiamos en que los dem¨¢s protagonistas puedan hacer lo propio. Pero debemos escribir, cuando a¨²n hay tiempo, que nuestra dignidad y nuestra ¨¦tica est¨¢n muy por arriba de los cascos de los caballos.
De una cosa final no podr¨ªamos excusarnos: la de resaltar el silencio del Gobierno a lo largo de este secuestro. El Gobierno, a los cinco d¨ªas del secuestro, ha trabajado denodadamente -no lo ponemos en duda- por la libertad del se?or Oriol. Pero en estas tensas jornadas el Gobierno apenas ha pronunciado una palabra que pueda orientar a los espa?oles sobre cu¨¢l es su postura en relaci¨®n con las exigencias de los secuestradores.
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