Las responsabilidades del Gobierno
HICIMOS REFERENCIA en nuestro editorial del viernes a las responsabilidades de este peri¨®dico en el caso del secuestro del se?or Oriol; hoy tenemos la obligaci¨®n de aludir a las responsabilidades del Gobierno.Consideramos enormemente arriesgado confiar el rescate de Antonio de Oriol a la eficacia y limpieza de una operaci¨®n polic¨ªaca. Aunque en las pel¨ªculas esos cercos terminen bien, en este caso pueden saldarse con la vida de varios hombres, entre ellas la del propio secuestrado.
Tampoco deben depositarse excesivas esperanzas en negociaciones a trav¨¦s de ¨¢rbitros u hombres buenos, nacionales o extranjeros. Pudo pensarse en un primer momento que esta era una v¨ªa practicable. Sin embargo, la negativa de los secuestradores a considerar siquiera esa posibilidad parece cegar semejante salida.
En estas horas dram¨¢ticas que estamos viviendo, cuando cada llamada telef¨®nica es recibida con temor y sobresalto, es preciso que tanto los hombres que forman el Gobierno como los hombres que le presionan con abstracciones altisonantes reparen que lo que se halla en juego todav¨ªa no son grandes palabras, sino la vida de un hombre con el mismo derecho a la existencia que ellos. Despu¨¦s de las noticias sobre la decisi¨®n de los secuestradores de ?aplazar la ejecuci¨®n? del se?or Oriol, a nuestro juicio queda una sola salida: el compromiso formal de las m¨¢ximas autoridades del Estado ante el pa¨ªs de que una ampliaci¨®n de la amnist¨ªa, a la que veladamente se refiri¨® en la noche del viernes el se?or Mart¨ªn Villa, ser¨¢ hecha estas Navidades.
El hecho de que los secuestradores pidan la amnist¨ªa como contra prestaci¨®n a la libertad de Oriol, ni humilla al Poder ni supone aceptar un chantaje. Frente a la arrogancia del aqu¨ª y ahora de los secuestradores, el Gobierno dispone de la m¨¢xima justificaci¨®n moral para tomar una medida as¨ª.
Porque el car¨¢cter limitado de la amnist¨ªa promulgada el pasado mes de julio no s¨®lo ha servido de pretexto a los secuestradores del se?or Oriol. Esa deuda proveniente del pasado y todav¨ªa no cancelada es tambi¨¦n el error que amenaza con deteriorar permanentemente la situaci¨®n en el Pa¨ªs Vasco. Si el peligro que corre la vida del presidente del Consejo de Estado confiere a su caso un profundo patetismo, el elevado porcentaje de abstenciones en Guip¨²zcoa y en Vizcaya es un sombr¨ªo presagio de lo que puede ser el futuro de la convivencia en el Pa¨ªs Vasco.
La historia del secuestro, que cada d¨ªa aparece ribeteada de matices m¨¢s confusos y contradictorios, amenaza con ocultar otra realidad subyacente. La amnist¨ªa es buena y necesaria no porque la pidan los secuestradores, sino aunque la soliciten ellos. Si una oferta as¨ª del Gobierno contribuye adem¨¢s a salvar la vida de un hombre, no entendemos por qu¨¦ ha de retrasarse la medida de gracia.
Siempre hemos pensado que la defensa a ultranza del llamado principio de autoridades una actitud totalitaria. Hay muchos precedentes en la historia de otros gobiernos que han cedido ante presiones o coacciones del g¨¦nero de las del secuestro de Oriol sin que por ello se haya venido abajo su prestigio o se haya dudado de la fortaleza del Estado al que serv¨ªan.
Pero insistimos en que el tema de la amnist¨ªa debe ser abordado de inmediato por encima de tan dram¨¢tico suceso como el del secuestro. La amnist¨ªa es una condici¨®n indispensable de la reconciliaci¨®n nacional y la que se concedi¨® el pasado mes de julio no colm¨® las esperanzas ni las necesidades de los espa?oles.
Con el respaldo moral que los resultados del refer¨¦ndum otorgan, en estas fechas navide?as propicias al perd¨®n y a la fe en los hombres, cara a unas elecciones generales que necesariamente han de dar a este pa¨ªs una cara renovada y moderna la amnist¨ªa m¨¢s que una posibilidad es una necesidad. Estamos seguros de que s¨®lo los necios de coraz¨®n son capaces de no atender a estas razones. Pero exigir una vez m¨¢s y siempre la violencia contra la violencia ser¨ªa tanto como exhibir la locura colectiva de un Estado contra la locura grupuscular de un pu?ado de fan¨¢ticos manipulados.
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