La vida total (Sobre las Eleg¨ªas de Duino)
La poes¨ªa de Rilke es monista porque parte de un dualismo original. El poeta ha sufrido en s¨ª mismo, como Unamuno, antit¨¦sis ¨ªntimas, pero no las supera artificialmente por una comprensi¨®n conformista, nuevo racionalismo hist¨®rico, sino a trav¨¦s de la experiencia amarga de su propia discordia interior. Mientras Unamuno nunca venci¨® su batalla ¨ªntima. Ca¨ªn contra Abel, y dijo un ?no! rotundo a la muerte, Rilke supo aceptar el cambio, la trasmutaci¨®n y dijo un ?s¨ª! a la muerte, consider¨¢ndola una etapa de la vida misma. Es el primer poeta que realiza, con plena conciencia, una antropolog¨ªa l¨ªrica. Cuando Heidegger ley¨® Las Eleg¨ªas de Duino, manifest¨®: ?Rilke ha expresado en lenguaje po¨¦tico mis ideas?.De 1911 a 1912, Rilke vivi¨® en el castillo de Duino, un nido sobre las rocas situado entre dos bah¨ªas. en la extremidad de una isla de la costa d¨¢lmata. En este lugar solitario, esperaba que estallase dentro de s¨ª la aurora de una gran tempestad interior. El poeta hab¨ªa pasado a?os de esterilidad art¨ªstica, pero cre¨ªa llegado el momento de comunicar un mensaje a los hombres. En aquellos lugares aislados, le abrumaba la espera con sus noches largas y tristes. Un d¨ªa, de ese invierno de 1912 recibi¨® una fastidiosa carta, reclamando el pago de una deuda. Sali¨® al campo, para meditar la respuesta y de repente. se detuvo: entre el rumor del viento se oy¨® una voz:
??Qui¨¦n, si yo gritase, me escuchar¨ªa entre la jerarqu¨ªa de los ¨¢ngeles!?
Era ¨¦l mismo que clamaba. Y comenz¨® a escribir las Eleg¨ªas.
A trav¨¦s del ¨¢ngel, ya comienza pregunt¨¢ndose en la Eleg¨ªa. ?qu¨¦ es el hombre? Para Rilke el ¨¢ngel no es de un Dios esencias primeras, arquetipo de perfecci¨®n geom¨¦trica, sino que es presencia y angustia de lo invisible en el hombre. Entonces, el poeta busca una felicidad en la mirada del animal, que est¨¢ vac¨ªa ante lo abierto, para diferenciarlo del se r del hombre, y descubre que es distinto porque est¨¢ quieto e igual, mientras los humanos son seres contradictorios que se hacen y deshacen perpetuamente. Rilke necesita tener una prueba s¨®lida de la sustancia humana. Sabe que el hombre no es un ¨¢ngel, pero es inteligencia, ni es un animal aunque sea corporal, y sigue interrog¨¢ndose sobre su destino terrestre basado en sus oposiciones, conflictos y luchas desgarradoras. Y descubre que el amor es ' absoluto y relativo, sangu¨ªneo y apasionado, ¨ªntimo e invisible y, tambi¨¦n, que los amores son sucesivos, temporales. ??D¨®nde est¨¢ el gran unificador de las almas??, -se pregunta el poeta. Quiz¨¢ el amor sea pura obediencia a un Dios fluvial de la sangre que nos impulsa. y ,aceptamos su oscuro imperativo sin protestar. As¨ª arrastramos el pasado en nuestras pasiones presentes., creamos el futuro y somos un tr¨¢nsito entre los seres que fueron y los que vendr¨¢n a sucedernos. Estas Eleg¨ªas-de Duino denuncian, sin complacencia, lo que somos los hombres: ef¨ªmeras briznas del acontecer c¨®smico del amor. Entonces, ?por qu¨¦ sufrimos tan atrozmente? ?Porque ignoramos la unidad?, nos contesta Rilke en sus Eleg¨ªas. Florecer marchitarse nos ocurre simult¨¢neamente, pues si gozamos de la belleza del d¨ªa es para hundirnos en las tinieblas de la noche. Vivimos de contrastes de oposiciones porque somos discordia y contradicci¨®n interior. ?Cuando pensamos lo Uno enteramente, sentimos ya el despliegue del Otro?.
Encontramos en esta frase po¨¦tica la esencia de las primeras Eleg¨ªas de Duino que constituye un angustioso descubrimiento de nuestras afirmaciones y negaciones. As¨ª, el hombre es para no ser y no es para ser. ?Hay que resignarse a esta contradictoria estructura humana? No, Rilke investiga m¨¢s a fondo y proclama en la VII Eleg¨ªa: ?Estar aqu¨ª es espl¨¦ndido. El mundo es hermos¨ªsimo y grandioso el ser humano?. Ha descubierto la gran Verdad: el hombre es necesario para que las cosas del universo existan y su destino- es decir ?s¨ª! a la totalidad de la vida, abrazar en el mismo el d¨ªa y la noche, el invierno y el verano, el amor y la pasi¨®n. El hombre es el ser en quien se resuelven todas las contradicciones de la existencia.
La X Eleg¨ªa constituye un himno grandioso a los sufrimientos, que ?son nuestro follaje de invierno? y permiten liberarnos de los goces ef¨ªmeros de la vida. La misi¨®n m¨¢s importante del hombre no es solamente recibir e impresionarse con las cosas. debe entregrse a ellas e imprimirles fuertemente las huellas de sus manos. ?Nosotros somos las abejas de lo invisible?, dice bellamente Rilke.
Este descubrimiento del misterio en el seno de la vida visible no debe interpretarse como una concepci¨®n cristiana de la existencia. de la que Rilke estaba muy alejado. A este respecto dice: ?No es en el sentido cristiano. sino con una conciencia puramente terrestre. profundamente terrestre, felizmente terrestre que se trata de introducir lo que se ha visto y tocado aqu¨ª, en un c¨ªrculo m¨¢s vasto en el m¨¢s vasto de todos?. Rilke no sit¨²a lo invisible en un m¨¢s all¨¢, sino en lo inmediatamente visible, pues piensa que nos topamos con su presencia en todas nuestras jornadas diarias. Pero tampoco creamos que es el l¨ªmite o frontera de nuestro conocimiento, como pens¨® equivocadamente Grabriel Marcel. La poes¨ªa de Rilke no tiene nada de religiosa ni de m¨ªstica, tampoco de pante¨ªsta. Es un canto de amor ¨ªntegro, total y terrestre, pues la sola presencia unitaria de la vida resuelve las oposiciones que ella misma engendra. En este sentido, debe reinterpretarse la concepci¨®n de Rilke sobre la muerte, en el sentido de que no es el m¨¢s all¨¢ de este m¨¢s ac¨¢ ni el salto a otro mundo desconocido, es tan s¨®lo la trasmutaci¨®n de una forma de ser a otra. ?Morir es quedarse aqu¨ª en la tierra, viviendo de las propias ondas radiactivas?, dijo el fil¨®sofo Garc¨ªa Bacca, es vivir en un invisible que ya estamos experimentando. Esta idea de que la muerte la llevamos dentro de nosotros, no debe interpretarse como una conciencia deliberada o anticipada de ella. Vivimos naturalmente en su olvido, sin pensarla, aunque la sintamos en nuestra actividad cotidiana al construir las cosas que se nos deshacen. En las Eleg¨ªas de Duino, presiente la muerte como el complemento mismo de la vida, esa otra mitad escondida de la esfera terrestre.
En alcanzar esta verdad total consisti¨® la obra po¨¦tica de Rainer Maria Rilke, para resolver las discrepancias que nos dividen, las antinomias que nos desgarran y convertirlas en orden, m¨²sica, armon¨ªa. Los conflictos se apaciguan en un canto de amor a la vida ¨ªntegra.
Tambi¨¦n so?¨® el poeta con un mundo futuro sin luchas ni disonancias, en el que desaparecer¨¢n sus personajes tr¨¢gicos como el bailar¨ªn burgu¨¦s, el payaso atrabilario e irracional. el saltimbanqui miserable de Picasso y hasta el h¨¦roe sublime de sus poes¨ªas. As¨ª nos anunci¨® la llegada del hombre concreto y real: el ni?o que est¨¢ form¨¢ndose.
Babelia
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