Los sindicatos, ante el paro obrero
Dicen los economistas que la situaci¨®n econ¨®mica del pa¨ªs es muy grave. El crecimiento de los precios (un 20% ha crecido en 1976 el coste de la vida, y, dentro de ¨¦ste, de manera muy destacada han crecido los precios de los productos alimenticios y los del vestido y el calzado, de gran significaci¨®n para los asalariados), el continuado aumento de los trabajadores en paro y el d¨¦ficit de la balanza de pagos eran hace un a?o, han sido durante 1976 y, previsiblemente, van a ser durante 1977 los principales problenias econ¨®mico-laborales del pa¨ªs.Los sindicatos obreros tienen bien claro que el paro (?qui¨¦n se atrever¨ªa a demostrar que hay actualmente menos de 750.006 espa?oles en paro) tiene todas las trazas de aumentar durante 1977 porque, como ha dicho recientemente Julio Sequra, se trata de un paro no coyuntural, sino estructural. El paro existente, al que hayque sumar los, al menos, 100.000 espa?oles que en 1977 van a llegar a la edad laboral, no se remedia con una simple reactivaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola.
El paro que padece la clase trabajadora es la m¨¢s clara consecuencia de c¨®mo ha crecido la econom¨ªa espa?ola desde 1960: sustituvendo el empleo de mano de obra por la inversi¨®n en capital fijo. Esta sustituci¨®n ha estado est¨ªmulada por factores tan diversos como el impresionante aumento de los costes de la Seguridad Social (especialmente desde que en 1972 se estableciera el sistema de bases complementarias) y como el irrefenable aumento de los precios que motivaba aumentos salariales en todo el pa¨ªs, logrados en no pocos sectores (los de mayor capacidad de organizaci¨®n de la clase trabajadora), haciendo saltar por los aires los topes con que los sucesivos gobiernos han pretendido atenazar los incrementos salariales.
Resulta curioso, por dem¨¢s. que tales males los haya padecido la clase trabajadora a cargo de un sistema pol¨ªtico que ha manifestado repetidamente su orgullo por su esp¨ªritu social. Resulta esclarecedor que la reforma Financiera de la Seguridad Social hecha en 1972. para aumentar la protecci¨®n de las clases necesitadas se haya convertido en principal determinante de la decisi¨®n empresarial de no aumentar el empleo de trabajadores.
No es mi pretensi¨®n, pues no es m¨ª oficio y siento gran respeto por el de otros, hacer aqu¨ª cr¨ªtica de la pol¨ªtica econ¨®mica de los ¨²ltimos a?os del franquisnio. Ello no comporta, sin embargo, que el analista laboral, que estudia y vive los problemas de los trabajadores espa?oles, tenga que olvidar las m¨¢s elementales realidades econ¨®micas.
La proyecci¨®n de la actual situaci¨®n econ¨®mico-lahoral arroja un cuadro de aut¨¦ntica bancarrota para dentro de un a?o. Dentro de esa situaci¨®n, al igual que hoy, el problema n¨²niero uno para los partidos y sindicatos obreros es el del paro. No desconocen los trabajadores la existencia de interrelaciones entre las distintas magnitudes econ¨®micas y sus problemas salariales, de empleo, de seguridad social o de capacidad adquisitiva. Si hay en este pa¨ªs aiguien que de manera forzada ha contribuido a financiar el desarrollo de un sistema econ¨®mico que tan poco propicio es, por otra parte, a la clase trabajadora y a sus intereses permanentes, ese alguien no es otro que el conjunto de asalariados (trabajadores y funcionarios) los peque?os y modestos empresarios.
Por eso, cuando se habla de soluciones a corto plazo, que ciertamente son necesarias porque el pa¨ªs no est¨¢ para bromas, tiene que quedar bien claro, tanto al Gobierno Su¨¢rez como a la clase dominante, que las soluciones a adoptar, que por fuerza van a ser dr¨¢sticas, no pueden ser autoritarias, ni establecerse al margen de las soluciones que las no menos graves situaciones pol¨ªtica y sindical del pa¨ªs exigen. Quien pretenda salvar la situaci¨®n econ¨®mica del pa¨ªs aplazando la libertad sin exclusi¨®n de partidos pol¨ªticos y sindicatos, est¨¢ claro que lo que pretende no es salvar al pa¨ªs, sino su pa¨ªs. Por ello, me uno a quienes dicen que hay que negociar entre todos la salvaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola, pero dejando sentado que para ir a tal negociaci¨®n las libertades democr¨¢ticas tienen que ir por delante. La democracia no es aplazable. Quien entienda lo contrario est¨¢ haciendo, puro neofranquismo.
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