Monz¨®n, el "sex-symbol" del ring
En Italia, Cristina Amodei, una joven estrella cinematogr¨¢fica, se ha jactado de haber hecho padre una vez m¨¢s a Carlos Monz¨®n, titular mundial del peso medio. El bien llamado ?Gaucho de Hierro? ha respondido inmediatamente con un ment¨ªs, pero la joven estrella ha dado pruebas de que no miente: en concreto, ha mostrado unas fotograf¨ªas en las que, seg¨²n quienes las han visto, se halla ?en actitud id¨ªlica? con el campe¨®n.A Carlos Monz¨®n se le ha sorprendido pocas veces en actitud id¨ªlica. Unicamente desde el comienzo de su romance con la vedette Susana Gim¨¦nez, que parece ser su primera y ¨²ltima debilidad, se tuvo noticia de que no s¨®lo sabe hacer la guerra. Sin embargo, ni siquiera la presencia de la bella le hizo perder su talante de bestia perfectamente identificada con el KO. Se ha echado a re¨ªr y nos ha descubierto, al ense?ar los dientes, que a¨²n quedan hombres-lobo. En sus ojos hay un brillo fr¨ªo a mitad de camino entre el hielo y el carb¨®n mineral. Un homicidio reducido a dos puntos.
Sus otros rasgos se limitan a estar a la aItura del primero: Monz¨®n se ha acostumbrado tanto a agredir que amenaza incluso al acariciar.
Es curioso el significado de la acusaci¨®n de Cristina Amodei. Con ella demuestra que, golpe a golpe, Monz¨®n se ha ganado un historial pugil¨ªstico incomparable y, a un tiempo, un s¨®lido prestigio como sex-symbol. Adem¨¢s de valerle un lugar privilegiado entre los boxeadores m¨¢s grandes de todos los tiempos, sus cien victorias se han traducido a una imagen que rebasa los seis metros por seis del cuadril¨¢tero; desborda los cauces en los que se hizo posible. Al cabo de tantas batallas, se mueve en una escala en la que todo le queda bien, incluso los deslices. Se dir¨ªa que la gente tiende a pensar que el hombre que aplast¨® a ?Mantequilla? N¨¢poles ha de ser muy listo y muy simp¨¢tico. Un ejemplar humana capaz de mejorar la especie. Ahora no s¨®lo interesa como boxeador: se reclaman sus servicios como hombre de negocios y como actor.
Pero quiz¨¢ sea mejor no entrar en an¨¢lisis porque correr¨ªamos el riesgo de llegar a conclusiones tan viejas como la de que el amor y la violencia est¨¢n ¨ªntimamente relacionados: todo el mundo sabe que siempre hay una furia en un cuerpo a cuerpo (un in- fighting, dicen los t¨¦cnicos en boxeo). Limit¨¦monos a admirarnos de que, tras un infortunado matrimonio con una mujer de cuyo nombre no quiere acordarse, y que acab¨® a tiros, Monz¨®n ande tan sobrado de vitalidad como para compartir un ring con Rocky Vald¨¦s, dos cabeceras con Susana Gim¨¦nez (una de ellas, la cabecera de cartel) y de que a¨²n le quede confianza en s¨ª mismo para enredarse en un extra?o amor¨ªo que concluye en una nueva paternidad.
Realmente el asunto es muy simple: gracias a la fama, a Monz¨®n le ocurre lo mismo que a Sandokan. Quieren tener un hijo suyo. La diferencia entre el tigre de Mompracen y el de la Pampa tambi¨¦n es evidente: mientras Sandokan huye de sus admiradoras, Monz¨®n procura tomarles la palabra.
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