Acumulaci¨®n de errores
La gravedad de la presente situaci¨®n econ¨®mica es tal que no puede explicarse tan s¨®lo por el intento -caracter¨ªstico de los tres ¨²ltimos a?os- de vivir por encima de nuestras posibilidades, ni por la simple aplicaci¨®n de medidas equivocadas -que las ha habido, y abundantes-. Los problemas que hoy parecen desbordar toda posibilidad de remedio razonable provienen de muy atr¨¢s, y son resultado de dificultades profundas a las que se aplicaron manipulaciones coyunturales que buscaban encubrirlas sin solucionarlas, y de intentos deliberados de ignorar las realidades econ¨®micas en provecho de intereses pol¨ªticos y econ¨®micos muy concretos. Resulta, pues, imposible comprender cabalmente el horizonte actual de la econom¨ªa espa?ola sin aclarar esa larga cadena de penosos antecedentes.Desde la terminaci¨®n de la guerra civil hasta, aproximadamente, 1957, la econom¨ªa espa?ola vivi¨® su etapa de autarqu¨ªa, gasolina hecha con agua, estraperlo e hiperinflaci¨®n. Se llevaron a cabo ciertas obras p¨²blicas importantes -siguiendo el impulso iniciado con la dictadura de Primo de Rivera- y dentro del disparate,megaloman¨ªaco del INI algunas de sus empresas sentaron las t¨ªmidas bases para una posterior, industrializaci¨®n del pa¨ªs. Pero esos contados aciertos no bastaban para salvar una econom¨ªa que se ahogaba, ya lo cual s¨®lo el contacto con el exterior y la liberalizaci¨®n del intervencionismo corporativo pod¨ªan reanimar.
Estabilizaci¨®n del 59
El Plan de Estabilizaci¨®n de 1959 constituy¨® el primer, y se podr¨ªa decir que el ¨²nico, intento serio de liberalizar la econom¨ªa. Proteccionismo arancelario, ineficiencia industrial, anquilosamiento fiscal, propensi¨®n inflacionista del sistema financiero, ¨¦stos y otros muchos aspectos se intentaron atacar de frente, sustituy¨¦ndolos por una pol¨ªtica econ¨®mica coherente destinada a propiciar un elevado desarrollo en un clima de estabilidad de precios y apertura al exterior. De hecho, a partir de 1962 Espa?a comenz¨® a registrar altas tasas de crecimiento sostenidas por un ilotable esfuerzo inversor y unas exportaciones elevadas. Esta descripci¨®n puede, sin embargo, enga?ar respecto a las tensiones que el despegue econ¨®mico origin¨® en un marco pol¨ªtico profundamente anclado en el pasado y terneroso de que aires nuevos pusieran en peligro sus intocables privilegios. Hacia 1963-64 se inici¨®, en consecuencia, una ofensiva destinada a ?poner las cosas en orden?. Sus ejecutores fueron la segunda promoci¨®n de tecn¨®cratas, los L¨®pez Rod¨®. L¨®pez Bravo. etc¨¦tera.
El primer reflejo de los sectores reacios a la competencia fue la defensa frente a la proveniente del exterior, y el arma manejada, el arancel. Ante la pol¨ªtica de liberalizaci¨®n de importaciones implantada como consecuencia del Plan de 1959, se creo en seguida un frente com¨²n de poderosos intereses sectoriales que consiguieron, en un primer tiempo, presionar para que se elaborara un arancel h¨ªbrido, en el cual se combinaba un nivel general de protecci¨®n moderada con picos excesivos -en materias primas y semimanufacturadas, por ejemplo- con derechos puramente simb¨®licos -caso de los bienes de equipo incluidos en la lista Ap¨¦ndice. En una segunda etapa, y gracias al juego de modificacio ne parciales, subidas temporales, derechos coyunturales, contingentes, derechos ?anti-dumping?, etc¨¦tera, esos mismos grupos de presi¨®n lograron impedir que el arancel se convirtiera en un verdadero instrumento de pol¨ªtica ecori¨®mica.
Debidamente guarnecido el frente exterior, los numerosos sectores industriales proteccionistas -el proteccionismo agrario tambi¨¦n fue importante y costoso, pero este es otro cap¨ªtulo-, pudieron orientar sus presiones hacia la consecuci¨®n de una pol¨ªtica industrial acorde con sus intereses, pero de indudable repercusi¨®n inflacionista. De los diversos medios utilizados en combinaci¨®n con la protecci¨®n arancelaria, el m¨¢s eficaz fue la exigencia de requisitos de instalaci¨®n. Mediante este h¨¢bil expediente, todo el arbitrismo del Ministerio de Industria se puso al servicio de la idea, aparentemente acertada, seg¨²n la cual las nuestras industrias deb¨ªan tener una dimensi¨®n m¨ªnima. Manejando el espantap¨¢jaros de la automizaci¨®n, se evit¨® de hecho la competencia y se introdujeron en el pa¨ªs los grupos industriales extranjeros que contaban con elicaces padrinos en las altas esferas de la Administraci¨®n.
Cr¨¦dito oficial
El siguiente paso consist¨ªa en suministrar una financiaci¨®n suficienterriente barata para aseaurar que todos esos ?empe?os? industriales fueran privadamente rentables, aun cuando resultaran social mente prohibitivos. A esta intenci¨®n respondi¨® la reforma de 1962 e inmediata revitalizaci¨®n del cr¨¦dito oficial. Este sistema era una mezcla curiosa de filosof¨ªa intervencionista -se trataba de un ambicoso mecanismo para planificar la inversi¨®n privada a trav¨¦s de la ordenaci¨®n del cr¨¦dito- y de un modesto criterio de subsidiariedad que ¨²nicamente buscaba suplir las inevitables deficiencias observadas en la financiaci¨®n privada. La realidad se encarg¨® pronto de demostrar que el cr¨¦dito oficial funcionaba como un man¨¢ que tonificaba a empresas y sectores enteros con recursos artificialmente bajos sin que nadie se preguntase oficialmente, al menos hasta el asunto Matesa, acerca de la rentabilidad social de recursos tan generosamente distribuidos.
La considerable aportaci¨®n del cr¨¦dito oficial al cat¨¢logo de las distorsiones econ¨®micas se analizar¨¢ en el siguiente art¨ªculo, lo pertinente ahora es enlazar con otro reducto importante de practicas restrictivas: concretamente el sistema bancario. Desde 1939.hasta bien entrada la d¨¦cada de los setenta, pr¨¢cticamente no se crearon en Espa?a nuevos bancos, si se except¨²an los industriales -figura de intermediario financiero introducida por la trasnochada ley de Ordenaci¨®n Bancaria de 1962-, que en paridad no pod¨ªan originar peligro alguno dado el dominio que los grandes bancos comerciales ejerc¨ªan sobre su capital. La aut¨¦ntica competencia, la proviniente de los bancos extranjeros, se soslay¨® a rajatabla. A?¨¢dase a ello la eficaz presi¨®n del lobby bancario para que el Ministerio de Hacienda mantuviera los tipos a los niveles y con los diferenciales convenientes. Y se comprender¨¢ c¨®mo el principal portillo por el cual pod¨ªa haberse filtrado la competencia en este sector qued¨® herm¨¦tica mente cerrado. El manejo de los tipos de inter¨¦s es un ejemplo m¨¢s de la manipulaci¨®n a que han estado sometidos los procesos de formaci¨®n de precios durante este dilatado per¨ªodo. A ello han contribuido tanto las m¨²ltiples agrupaciones sindicales, hermandades y dem¨¢s fronda del sindicalismo vertical. corno el complejo montaje administrativo que, bajo la batuta del Ministerio de Comercio, intent¨® regular el siempre complejo mecanismo de precios en una econom¨ªa de mercado, para as¨ª entregarlo convenientemente maniatado a los intereses de los grupos de presi¨®n. El resultado de este inexplicable maridaje de presiones corporativas e ineficiencia burocr¨¢tica ha sido un atentado a la estabilidad del coste de la vida y el enquistamiento en la econom¨ªa espa?ola de un canal de transmisi¨®n y ampliaci¨®n de presiones inflacionistas. En Espa?a. m¨¢s que en ninguna otra naci¨®n, la ?mano invisible?. celadora de la competencia, ha sido un concepto metaf¨ªsico, no econ¨®mico.
Por desgracia para el pa¨ªs. este cap¨ªtulo de ?tinglados? e intervencionismos irracionales no constituye la ¨²nica causa de los males que hoy aquejan la econom¨ªa: la insuficiencia, el despilfarro de recursos, y la ausencia de criterios ordenadores de las prioridades es otra. Y muy importante, de las plagas que debilitaron la capacidad productiva de la naci¨®n. Obs¨¦rvese. no obstante. que en la l¨ªnea de exposici¨®n figura despu¨¦s de la falta de competencia. La ordenaci¨®n no es casual: responde al convencimiento de que ¨¦sta es. en gran parte, origen de aqu¨¦llos, as¨ª como de que a nivel de costes macroecon¨®micos su cuantificaci¨®n arrojar¨ªa p¨¦rdidas m¨¢s elevadas. Conviene subrayar, adem¨¢s, que todo proceso de desarrollo econ¨®mico r¨¢pido, como el experimentado por Espa?a entre 1959 y 1974 comporta un margen apreciable de recursos desperdiciados. Lo que sucedi¨® es que esa proporci¨®n fue anormalmente grande Y lo cual es m¨¢s peligroso que la sociedad parece no haberse apercibido de que a partir de 1973, y como consecuencia de la crisis del petr¨®leo, ese margen ha desaparecido por completo y se ha entrado en el estado normal y l¨²gubre de los recursos escasos que deben administrarse con parsimonia.
(Editorial p¨¢g. 6)
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