Nueva pol¨ªtica: negociaci¨®n y alianzas
Secretario general del Partido Socialista Popular (PSP)
Hay muy pocos ejemplos hist¨®ricos que de una manera pac¨ªfica y sin traumatismos, se pase de un dictadura a una democracia. El caso espa?ol, si todo termina bien y esperemos que sea as¨ª, quedar¨¢ como una de las excepcionalidades m¨¢s significativas que merecer¨¢, sin duda, an¨¢lisis profundos. Es normal que tanto el Gobierno, como la Oposici¨®n Democr¨¢tica, se reclamen de que este proceso de cambio se haga de una manera tan ejemplar, pero, en el fondo de todo, la ¨²ltima ratio de este hecho descansa en algo que, a veces, se subestima: en la madurez pol¨ªtica del pueblo espa?ol. Todas las hip¨®tesis catastrofistas se han venido abajo, as¨ª como todas las hip¨®tesis triunfalistas del continuismo autoritario. La sociedad pol¨ªtica espa?ola, presionando sobre el Gobierno y presionando sobre la Oposici¨®n, ha racionalizado su propia situaci¨®n, y dentro de esta racionalidad, ha logrado imponer las ideas de cambio pac¨ªfico democr¨¢tico, de asumir la soberan¨ªa nacional y popular, de olvidar los esquemas b¨¦licos que pervivieron durante cuarenta a?os de dictadura de la voluntad de constituir un nuevo sistema democr¨¢tico y pluralista que, sin ret¨®ricas, garantice orden, desarrollo y justicia.
No tenemos, es cierto, instituciones democr¨¢ticas, pero somos ya un pueblo democr¨¢tico. Articular la mentalidad existente y generalizada en todas las clases sociales espa?olas a unas instituciones que definan y expongan esta mentalidad es el objetivo pol¨ªtico primordial en este a?o de 1977.
La negociaci¨®n, primer paso para la construcci¨®n de la democracia
Todos los sistemas totalitarios o autoritarios -y el espa?ol no es excepci¨®n- descansan sobre el principio b¨¦lico de la negaci¨®n de la Oposici¨®n. La Oposici¨®n es entendida como algo negativo. que hay que aniquilar por todos los medios: es el enemigo sin derechos. La Oposici¨®n as¨ª, se convierte inevitablemente en un gheto, que lucha por su subsistencia y que, de manera l¨®gica. tiene que radicalizar sus posiciones. La negociaci¨®n. en este contexto, no es posible: la represi¨®n es la respuesta del poder y, ante la represi¨®n sistem¨¢tica, s¨®lo cabe la protesta. el silencio o la violencia. En la resistencia democr¨¢tica al franquismo de todo ello, y muy justificadamente. ha habido.
Pero hoy. la situaci¨®n tiende gradualmente a cambiar. Ya hace tiempo, un sector de la Oposici¨®n Democr¨¢tica. fue consciente al declarar que la negociaci¨®n con el Poder era un supuesto inevitable y deseable para la reconstrucci¨®n pol¨ªtica nacional. Incluso, en la etapa de la Junta Democr¨¢tica. socialistas. comunistas e independientes, declaramos que nuestra concepci¨®n del cambio exig¨ªa una negociaci¨®n bilateral. M¨¢s tarde, en uni¨®n de otras fuerzas, dentro de Coordinaci¨®n Democr¨¢tica, reiteramos que este principio era fundamental para establecer una Espa?a reconciliada democr¨¢ticamente.
La novedad m¨¢s importante ha sido la actitud positivamente reformista del Gobierno Su¨¢rez: su pol¨ªtica de distensi¨®n activa. con el reconocimiento de facto de todos los partidos pol¨ªticos, abandona el soporte tradicional del franquismo: la Oposici¨®n, si no legalizada formalmente, est¨¢ ya dentro de la legalidad real. ?Qu¨¦ otra cosa que una real legalizaci¨®n es recibir oficialmente en Presidencia del Gobierno a los se?ores Tierno Galv¨¢n y Pujol, representantes de organizaciones pol¨ªticas democr¨¢ticas formalmente no legales?
As¨ª, pues. Gobierno y Oposici¨®n. en un sentido amplio, se reconocen mutuamente y este mutuo reconocimiento es, evidentemente. el primer paso para la negociaci¨®n. Y negociaci¨®n, para qu¨¦? Hay un objetivo claro: la negociaci¨®n no puede tener otro objetivo que establecer un sistema democr¨¢tico pluralista. Pasar de la dictadura residual a la democracia efectiva. Para ello, por la propia naturaleza de la vida democr¨¢tica, son necesarias las elecciones: el ciudadano es, en definitiva, sin discriminaci¨®n, el que tiene la facultad de otorgar su confianza pol¨ªtica y elegir a sus gobernantes. Este es. como se repite un¨¢nimemente. el tema central de las negociaciones Gobierno-Oposici¨®n: establecer una normativa electoral de com¨²n acuerdo, que democr¨¢ticamente permita conocer la voluntad popular. Es evidente que las elecciones generales de mayo o junio no pueden tener la improvisaci¨®n y ambig¨¹edad del refer¨¦ndum. El refer¨¦ndum fue, en definitiva, el ¨²ltimo acto de la legalidad franquista; las elecciones deben ser el primer acto de la nueva legalidad democr¨¢tica.
Pero hay m¨¢s. La normativa electoral. con ser de suma importancia. no es la ¨²nica garant¨ªa de democratizaci¨®n. Es necesario que el contexto o marco democr¨¢tico sea pleno e indiscutible. La fiscalizaci¨®n de todo el proceso electoral debe residir en ¨®rganos neutrales o que mutuamente se vigilen. La colaboraci¨®n. t¨¦cnica y pol¨ªtica. entre Gobierno y Oposici¨®n ser¨¢, as¨ª. una muestra real de credibilidad y de confianza para la opini¨®n p¨²blica. En este sentido, se impone la modelaci¨®n del actual Gobierno y de la designaci¨®n de una Comisi¨®n Electoral T¨¦cnica, en que los sectores de la Oposici¨®n Democr¨¢tica participen plenamente.
Las alianzas electorales, segundo paso para la consolidaci¨®n de la democracia.
Estrenar democracia no es f¨¢cil. Entre otras cosas, la democracia exige un entrenamiento al que no estamos acostumbrados, y en los tanteos hay siempre errores. La democracia es, por otra parte, pluralismo: diversidad de opciones, entre las que el ciudadano libremente elige. As¨ª. el concepto gen¨¦rico de ?Oposici¨®n Democr¨¢tica?. basado en la unidad de acci¨®n contra la dictadura, cambia de sentido. Ha cumplido su gran funci¨®n hist¨®rica de promover y luchar por las libertades p¨²blicas, ser testimonio unitario frente a los poderes discrecionales, canalizar el proceso hacia un sistema democr¨¢tico. Pero. en la actualidad. manteniendo todav¨ªa un papel de vigilante de este proceso y de garant¨ªa de la opini¨®n p¨²blica. la Oposici¨®n Democr¨¢tica. por su propia naturaleza. inicia otro papel tan importante como en su etapa anterior: articular, mediante alianzas electorales, primero, y m¨¢s tarde, mediante pactos de gobierno, el proceso de la consolidaci¨®n de la democracia.
En estos cinco o seis meses que faltan para las elecciones generales. los dos procesos -proceso de construcci¨®n y proceso de consolidaci¨®n- van a ir paralelos. La Oposici¨®n Democr¨¢tica tiene que iniciar y concretar negociaciones con el Gobierno para que se den las condiciones y garant¨ªas de fiabilidad democr¨¢tica electoral. y tiene que ofrecer sus opciones pol¨ªticas y socioecon¨®micas al pa¨ªs. Lo primero exige el mantenimiento de un criterio unitario o de consenso lo m¨¢s amplio posible: lo segundo exige el planteamiento de una pol¨ªtica pragm¨¢tica de alianzas.
Las alianzas electorales no tienen que ser pactos de gobierno. Especialmente, en coyunturas. como la actual espa?ola, en que el Parlamento a elegir va a cumplir una funci¨®n extraordinaria, y, lo diga o no lo diga la ley de Reforma, tendr¨¢ un car¨¢cter constituyente. Lo que si, de hecho, va a comprometer a las alianzas electorales es un minimum de acuerdos constitucionales, es decir. bases de car¨¢cter pol¨ªtico y tambi¨¦n socioecon¨®mico que deber¨¢n insertarse en la nueva Constituci¨®n. De aqu¨ª la dificultad, casi insalvable. de un frente general de toda la Oposici¨®n, no ser¨ªan dif¨ªciles los acuerdos sobre las Instituciones pol¨ªticas: pero, al mismo tiempo. no ser¨ªan f¨¢ciles los acuerdos sobre los principios de ordenaci¨®n futura socioecon¨®mica.
Racionalizar las alianzas electorales exige, al menos, partir de estos supuestos:
Primero. Que un excesivo fraccionamiento de la oposici¨®n solo conducir¨ªa a una minirepresentaci¨®n parlamentaria. Es desconocido el comportamiento electoral, ya que no existen precedentes pr¨®ximos, y seria ingenuo utilizar como base real las elecciones de hace cuarenta a?os. Para la izquierda. de modo especial. tiene una significaci¨®n peculiar: los utopismos y los triunfalismos pueden ocasionar un grave deterioro para la consolidaci¨®n democr¨¢tica. El ¨²ltimo refer¨¦ndum -con toda su ambig¨¹edad- no debe olvidarse.
Segundo. Que las alianzas electorales naturales deben ser, l¨®gicamente, la de las familias ideol¨®gicas afines. Ser¨ªa un grave error pol¨ªtico y una grave responsabilidad hist¨®rica. que las familias ideol¨®gicas escasamente diferenciadas se presentasen superfraccionadas. La opini¨®n p¨²blica. en general. y las bases de sus respectivas organizaciones no entender¨ªan -y. justificadamente. criticar¨ªan- actitudes pol¨ªticas de esta naturaleza. Para los socialistas, esta cuesti¨®n -como tambi¨¦n para el otro sector de la izquierda, los comunistas- es de suma importancia. No es presentable seriamente al pa¨ªs cinco o seis siglas que se definen socialistas. Respetando las decisiones pol¨ªticas de todas estas organizaciones, al menos el Partido Socialista Popular considera la necesidad de celebrar, con car¨¢cter de autoconvocatoria, una Conferencia Electoral Socialista para conseguir una alianza cara a las elecciones.
Tercero. Que, finalmente, dada la complejidad electoral y la distinta normativa en. el procedimiento para elegir diputados y senadores, se impone un an¨¢lisis a fondo de la misma por parte de toda la Oposici¨®n Democr¨¢tica. En este sentido, al menos, la actitud electoral ante el Senado debe regirse por criterios distintos a los de la C¨¢mara de Diputados. Conviene, por ello, estudiar la conveniencia de que, ante el Senado, se establezca una Coordinaci¨®n Democr¨¢tica que coaligue a todas o al m¨¢ximo n¨²mero de fuerzas que han luchado mancomunadamente por un r¨¦gimen de libertades p¨²blicas.
Un resultado positivo de estas dos negociaciones -Oposici¨®n con el Poder y de la Oposici¨®n entre s¨ª- llevar¨¢. sin duda, a la consolidaci¨®n democr¨¢tica en Espa?a. La responsabilidad y sagacidad de los dirigentes, junto a la presi¨®n de las bases de las organizaciones democr¨¢ticas, est¨¢ ahora en juego. En todos est¨¢, en este a?o que comienza, el protagonismo de llevar a Espa?a hacia un Estado democr¨¢tico de Derecho.
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