M¨¢s atenci¨®n a la embajada que al Departamento de Estado
No deben esperarse grandes cambios en las relaciones entre Espa?a y los Estados Unidos, de resultas de la instalaci¨®n de la nueva Administraci¨®n norteamericana. Aqu¨¦llos tuvieron ya lugar hace tiempo, concretamente con la firma y ratificaci¨®n parlamentaria del Tratado de Amistad y Cooperaci¨®n entre las dos naciones. Media un abismo entre la posici¨®n norteamericana, del ¨²ltimo tercio de 1975, en que se produce una resistencia de Mc Closkey y Pezzullo, en sus visitas a Madrid, a protocolizar la relaci¨®n de Espa?a con la OTAN, y la r¨¢pida aquiescencia a un tratado y a la conexi¨®n OTAN, tan pronto como Franco muri¨® y hab¨ªa que apresurarse al afianzamiento internacional de la nueva monarqu¨ªa.Este fue el verdadero cambio, y la Administraci¨®n Carter se limitar¨¢ a contemplar la extracci¨®n de todas las consecuencias del tratado. Habr¨¢ en el terreno diplom¨¢tico. una continuidad. debido a que sigue al frente de los asuntos europeos el mismo hombre. Arthur Hartmann, secretario adjunto de Estado para Asuntos Europeos. Habr¨¢ tambi¨¦n, en el terreno pol¨ªtico, continuidad cierta, debido a que una Administraci¨®n dem¨®crata ser¨¢ sensible a los principios de la resoluci¨®n a?adida por los senadores dem¨®cratas al tratado de Madrid, para el apoyo a la democracia espa?ola. Habr¨¢, en fin, una creciente globalizaci¨®n de los problemas espa?oles en el cuadro europeo.
En el periodo de mandato dem¨®crata podr¨¢ observarse, sin embargo, un cambio importante en la conducci¨®n de los asuntos internacionales de los Estados Unidos. debido a una evoluci¨®n de la experiencia diplom¨¢tica de este pa¨ªs. El problema es uno de sutil t¨¦cnica pol¨ªtica.
Se observa en el Departamento de Estado. que los negocios internacionales del pa¨ªs no pueden ,ser conducidos con el elevado grado de centralizaci¨®n con que han venido siendo conducidos desde Kennedy hasta ac¨¢, pero sobre todo con Kissinger. Bajo ¨¦ste, la iniciativa diplom¨¢tica le hab¨ªa sido .sustra¨ªda a las embajadas, y hab¨ªa pasado a los gabinetes de estudio y asesoramiento del secretario de Estado. El Departamento de Esta do, vive ahora un proceso de ?devoluci¨®n?: incapaz de asimilar y de actuar sobre la masiva informaci¨®n recibida de las misiones en el extranjero. se considera ahora que lo prudente es una vuelta a la diplomacia cl¨¢sica, donde el embajador y sus ayudantes son claves, y los que formulan la pol¨ªtica. M¨¢s atenci¨®n, pues, al embajador, y menos esfuerzos en ?entrarle por los ojos? al secretario de Estado.
Los Estados Unidos se encontrar¨¢n con dificultades de cara a una opini¨®n p¨²blica sensibilizada por los partidos pol¨ªticos, para un plan suyo muy querido: la integraci¨®n de Espa?a en la Alianza Atl¨¢ntica. Los partidos de centro y de izquierda no son nada partidarios de la idea. Adhesi¨®n firme a la Alianza s¨®lo se encuentra en ciertos sectores del Gobierno y en Reforma Democr¨¢tica. Ni siquiera la socialdemocracia ha abrazado esa opci¨®n, debido a reticencias de la base. De este partido hacia la izquierda, todos han demostrado hostilidad o, en el mejor de los casos, desinter¨¦s por el tema.
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