La verdad a medias

Dec¨ªa Maeztu que los periodistas tendr¨ªan que hacer votos, como las ¨®rdenes religiosas, cuando se dieran cuenta de la importancia y responsabilidad de su labor.

Maeztu era prof¨¦tico en cuanto al papel capital de los medios de comunicaci¨®n, la prensa en aquel entonces, pero las deducciones que sacaba corresponden a una concepci¨®n tradicional de la vida, que entronca con Plat¨®n, y seg¨²n la cual existe una verdad siempre, que hay que reflejar lo m¨¢s fielmente posible.

Hoy d¨ªa, en el que el relativismo y la dial¨¦ctica marxista han ido corroyendo este enfoque del mundo y de la vida, nos encontramos ante el terrible espect¨¢culo de que los hechos y las ideas no son referidos no seg¨²n ese intento de aprehensi¨®n de la verdad, sino seg¨²n sea m¨¢s ¨²til su relato para tal o cual fin. Lo que se nos sirve es la insidiosa verdad a medias, m¨¢s dif¨ªcilmente detectable, y sobre todo refutable que la mentira, pero que igualmente distorsiona. Y, ¨¦sta es s¨®lo corregible mediante aclaraciones de matiz, explicaciones, a?adiduras o referencias a un contexto.

En el caso concreto del periodismo, los enga?ados son los sufridos lectores que en principio dan por bueno lo que les dice el peri¨®dico, teniendo rar¨ªsima vez la posibilidad de comprobaci¨®n o contraste. Si a esto se a?ade la credibilidad que tiene la letra impresa entre el com¨²n de los espa?oles, el ?miente que algo queda?, de Lenin, se muestra especialmente afortunado, y evidentemente en muchos casos el derecho de r¨¦plica resulta ineficiente.

As¨ª, ante este subproducto orientado y manipulado, tanto el lector, como la o las personas implicadas en la noticia se hayan pr¨¢cticamente indefensas. En algunos pa¨ªses se palia en parte este problema con unas leyes antilibelo, aqu¨ª no tenemos ni eso.