Homenaje a Mompou
En la sede de la Fundaci¨®n Juan March, de Madrid, se ha rendido homenaje a Federico Mompou. Desde la aparici¨®n hace unos meses del ¨¢lbum de discos con la obra para piano de Mompou, interpretada por ¨¦l mismo, muchos le estamos rindiendo ese homenaje en el silencio de nuestras casas. Durante la noche, despu¨¦s de una jornada de intensa agitaci¨®n, los amigos se re¨²nen a o¨ªr a Mompou. A rodearse de la paz, del silencio sonoro de Mompou. Y no hay mejor homenaje a un m¨²sico que o¨ªr sus obras.La Fundaci¨®n Juan March era un hervidero de admiraci¨®n a Mompou. Entre la audiencia, muchos compositores, j¨®venes y maduros, aportaban el dato sintom¨¢tico de respeto, ya que no de filiaci¨®n. S¨ª, porque la obra de Morripou, tan radicalmente ¨ªntima, se presenta como algo ins¨®lito en nuestro panorama musical de hoy, aunque tal vez sus ra¨ªces o las m¨²sicas m¨¢s afines a la suya est¨¦n muy atr¨¢s en el tiempo, en las formas breves, preludiales, de algunos m¨²sicos espa?oles del siglo XVI.
Tras unas palabras de presentaci¨®n del jefe de actividades culturales de la fundaci¨®n, Andr¨¦s Amor¨®s, Gerardo Diego continu¨® la sesi¨®n con una hermosa, preciosa, certera semblanza mompouiana. Un po¨¦tico estudio de un casi tan buen m¨²sico y catador de m¨²sica como poeta.
Luego, la presencia, acogida clamorosamente, del propio compositor. Al piano, Mompou fue desgranando las p¨¢ginas lentas, como suave lluvia, del ¨²ltimo cuaderno de M¨²sica callada. Como un nuevo preludio de Chopin la primera, llena de luz la segunda, de muy po¨¦tico clima la tercera. La siguiente nos record¨® aquel inolvidable hallazgo que es el arranque de su preludio para la mano izquierda. Hay en la quinta una cierta ansiedad y hasta dramatismo. El misterio de la sonoridad de Mompou, ese aprovechar al m¨¢ximo el sonido que queda flotando tras cada nota ta?ida, se percibi¨® con emoci¨®n en la sexta-, finalmente Scriabin, pasado por el cedazo del Mediterr¨¢neo, en la que cierra el cuaderno.El ambiente creado era perfecto paria escuchar las Cinco canciones sobre textos de Paul Val¨¦ry. Aqu¨ª el compositor cont¨® con la voz de Montserrat Alavedra. Montserrai Alavedra conoce como nadie estas sutiles, sensitivas canciones. Ella las estren¨® en su versi¨®n orquestal y sabe muy bien -gran int¨¦rprete de lieder- extraerles todos sus matices.
Las ovaciones interminables obligaron a cantante y compositor a ofrecer la ya cl¨¢sica Damuni de tu nom¨¦s les flors. El entusiasmo anim¨® al maestro a tocar una popular pieza de sus Escenas de ni?os.
Habla Mompou
-?Qu¨¦ le parece este homenaje? -Supone mucho honor, pero tambi¨¦n, para m¨ª, son muchos a?os. Siempre los homenajes se reciben a la vejez.-Siempre ha sido la M¨²sica callada su obra predilecta. ?Por qu¨¦ raz¨®n?
-Porque en ella he extremado mi est¨¦tica de simplificaci¨®n. En la vida soy hombre de muy pocas palabras y en la m¨²sica de m uy pocas notas.
-?Qu¨¦ diferencia, hay entre la M¨²sica callada y otras obras anteriores? ?Hay alguna obra suya que se le aproxime?
-En 1920 escrib¨ª los Charmes, que est¨¢ en esa l¨ªnea, como Fiestas lejanas, aunque esta ¨²ltima tenga otro car¨¢cter m¨¢s movido.
-Despu¨¦s de la obra para piano solo, la obra para voz y piario es lo m¨¢s abundante de su producci¨®n. ?Le ha interesado inucho la fusi¨®n de poes¨ªa y m¨²sica?
-Se puede decir que no, que me cost¨® muchos a?os, porque yo empec¨¦ con el piano, que es m¨ª instrumento predilecto, y tard¨¦ muchos a?os en empezar a producir canciones regularmente. S¨®lo tengo, entre mis primeras obras, aquella que se titula La hora gris y poca cosa m¨¢s. No me sent¨ª bien en este Or¨¦nero. Despu¨¦s me ha gustado mucho la voz, sobre todo ¨²ltimamente. Y todav¨ªa me gustar¨ªa, aparte de continuar la M¨²sica callada, hacer algunas canciones.
-?Cu¨¢l podr¨ªa ser la M¨²sica callada para voz?
-He hecho ya algo con Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, pero creo que los poemas de San Juan de la Cruz son los que mejor se prestar¨ªan.
-?Cu¨¢l ha sido su preocupaci¨®n m¨¢s constante?
-Crear una m¨²sica con el menor n¨²mero de notas posible, una m¨²sica sintetizada. Considerar la m¨²sica como un perfume, un perfume que pasa, que no se sabe cu¨¢ndo empieza ni cu¨¢ndo acaba. En mi caso no es esto, pues yo siempre estoy sujeto a una forma, una forma peque?a, breve, pero forma al fin y al cabo. Siempre he pensado que la m¨²sica no deber¨ªa tener forma alguna, que la m¨²sica deber¨ªa ser precisamente como un perfume, que guarda una unidad, pero indefinida en su origen y en su fin.
-Entrelos compositores m¨¢s lejanos a su est¨¦tica, ?hay alguno que le interese?
-Ocurre que hay sentimientos afines al temperamento de uno. Por ejemplo, a m¨ª me gusta mucho Scriabin. Le oigo siempre que puedo, casi todos los d¨ªas. Me sucede algo parecido con Rachmaninoff. No s¨¦ por qu¨¦ los m¨²sicos tienen de ¨¦l ese mal concepto, a veces un poco despreciativo. A m¨ª me gusta mucho.
-?Qu¨¦ se propone cuando escribe?
-Nada. Hacer m¨²sica. A veces, de pronto, oigo algo que me resuelve im¨¢genes o sentimientos de mi vida. Estoy de acuerdo con Schumann cuando dice que el t¨ªtulo de l¨¢ obra viene despu¨¦s de haberia hecho.
-Se ha hablado muchas veces de lo catal¨¢n en su obra. ?Hasta qu¨¦ punto lo catal¨¢n puede ser un factor a considerar en su obra?
-Yo s¨®lo digo que mi obra es catalana por lo racial. A veces, el artista es como una planta, no puede negar su tierra. Yo he nacido, he vivido, he escrito en Catalu?a y eso forzosamente se tiene que notar.
-?Qu¨¦ piensa de la m¨²sica de vanguardia?
-Estoy atento a ella. La sigo hace muchos a?os. Como siempre, todo lo nuevo me interesa. Ahora bien, ya no me penetra o, lo que es lo mismo, no me gusta. Cada vez tengo m¨¢s firme convencimiento despu¨¦s de o¨ªrla tantas veces que ser¨¢ una cosa limitada.
Antes, cada ¨¦poca ten¨ªa su arte, su pintura, su escultura, su m¨²sica. Este arte tardaba en imponerse. A veces, cincuenta a?os, o cien a?os. Pero al fin se comprend¨ªa y se admiraba.
Ahora creo que pasa a la inversa. Muchos estamos pendientes, atentos a lo que pasa. Hasta decimos que nos gusta. Pero yo creo que todo esto es muy limitado, demasiado actual, y por ello envejecer¨¢, tal vez en un per¨ªodo breve de cinco o diez a?os. Y esto me sabe mal. Me sabe mal porque una de las cosas que yo tem¨ªa m¨¢s cuando era joven era pensar que llegase alg¨²n d¨ªa que no me gustara o no comprendiese lo que se estaba haciendo en ese momento. No s¨¦, es posible que yo haya cambiado mucho, o hayan cambiado mucho las cosas. Quiz¨¢ deba avergonzarme, porque me encuentro en el caso t¨ªpico de la generaci¨®n vieja que no comprende a la joven, como siempre ha sucedido. Y, hasta ahora, han sido los viejos los que se han equivocado.
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