Cr¨ªtica y po¨¦tica, hablando del espect¨¢culo
El pensamiento cr¨ªtico se inscribe en una trayectoria de nombres y conceptos que la incre¨ªble rapidez del transcurso del tiempo incluye ya en el acervo de lo cl¨¢sico: falsa conciencia (Hegel), alienaci¨®n y fetichismo de la mercanc¨ªa (Marx), reificaci¨®n (Lukacs), instrumentalizaci¨®n ascendente como sino hist¨®rico del iluminismo (Adorno y Horkheimer), sociedad unidimensional (Marcuse), consumo burocr¨¢ticamente dirigido (Lef¨¨bvre). Tambi¨¦n por supuesto, habr¨ªa que situar dentro de esta tradici¨®n al desencantamiento y la racionalizaci¨®n-weberianas, y al Freud de la represi¨®n, la interiorizaci¨®n y las reflexiones sobre el car¨¢cter antag¨®nico de la cultura y la libido.Desde la perspectiva de tan penetrantes plasmaciones del pensamiento, el mundo moderno subido al carro del culto al productivismo (que es, por desgracia, el mundo que concentra los grandes poderes), se nos hab¨ªa aparecido ya tal cual es en cual quiera de sus versiones, del Este o del Oeste: controlador, burocratizante, mentiroso, acaparador, fabricante de una infelicidad, eso s¨ª, cuidadosamente planeada.
La sociedad del espect¨¢culo
Guy DebordCastellote. Madrid, 1976. 135 p¨¢ginas
La evoluci¨®n m¨¢s reciente de ese mismo mundo puso al descubierto nuevos aspectos de la dominaci¨®n y el deterioro, y otros autores se ocuparon de constatar el fen¨®meno y darle nombres, resumiendo en una serie de nociones-clave los rasgos centrales de las sociedades que -nos rodean. As¨ª, Baudrillard insiste en que las relaciones de producci¨®n contempor¨¢neas se desenvuelven en una ?econom¨ªa pol¨ªtica del signo?; Habermas. describe su entorno como ?una comunicaci¨®n distorsionada?; Aronowitz, por fin, habla de unos Estados Unidos en los que a ?un trabajo trivializado? sucede ?un ocio colonizado?
Tendencia de la critica
De todo este legado emerge la consecuencia de que la cr¨ªtica, que fue econ¨®mica y pol¨ªtica antes que nada en per¨ªodos de predominio de lo econ¨®mico (explotaci¨®n capitalista) y lo pol¨ªtico (fascismo, stalinismo), debe ahora cerrar filas primordialmente en torno a problemas culturales (como la salud mental, la crisis de identidad, la relaci¨®n entre los sexos, el aislamiento, la p¨¦rdida de autonom¨ªa y la paralela con versi¨®n del individuo en espectador/a de si mismo/a, la asfixia de la vida urbana, la degeneraci¨®n del comunitarismo y la comunicaci¨®n, etc¨¦tera), en un momento en el que es esa esfera cultural la que en mayor grado (sin que esto quiera decir que hayan desaparecido la opresi¨®n econ¨®mica y la pol¨ªtica) preside las necesidades productivas y define los conflictos sociales y su percepci¨®n. Si los pa¨ªses ?avanzados? entran en una ¨¦poca en la que lo que hay que vender son s¨ªmbolos m¨¢s que objetos y lo que hay que obtener a cambio es conformismo m¨¢s que dinero, la cr¨ªtica no puede ser indiferente a tal sesgo.Los eventuales lector o lectora que hayan llegado hasta aqu¨ª se preguntar¨¢n quiz¨¢ el motivo del condensado te¨®rico de los anteriores p¨¢rrafos. Pues bien, se trata, ni m¨¢s ni menos, de un intento de resumir los temas y las intencionalidades que atraviesan las p¨¢ginas de La sociedad del espect¨¢culo, reflexi¨®n sobre las pobres condiciones de nuestra cotidianeidad, y a la vez gu¨ªa para su posible superaci¨®n.
S¨ªntesis de los grandes temas
He citado tanto nombre porque Debord no aporta, en mi opini¨®n, gran cosa nueva de contenido con respecto a los autores apuntados. Las referencias, por consiguiente, se me hacen imprescindibles. Ahora bien, si que quiero resaltar la t¨¦cnica expositiva del libro: 221 agresivas tesis en un muy cuidado lenguaje sugerente y altanero, que las figuras literarias (particularmente el retru¨¦cano, al estilo del joven Marx) redondean y abrillantan.Nos encontramos, pues, ante una s¨ªntesis fuertemente cargada de pathos, de una corriente te¨®rica que podr¨ªa arrancar de la Fenomenolog¨ªa del esp¨ªritu; ante un manifiesto que, en clave po¨¦tica, muy en la l¨ªnea de la Internacional Situacionista, somete a cr¨ªtica radical los grandes temas de las luchas humanas -producci¨®n, urbanismo, comunicaci¨®n, arte, democracia, actitudes frente a la muerte...-, en sus formulaciones hist¨®ricas actuales. Yo dir¨ªa, entonces, que es el ¨¦xito que tenga esta v¨ªa po¨¦tica entre sus destinatarios/as, el factor del que depende en definitiva el peso ¨²ltimo de la obra.
Pero no quisiera terminar sin hacer una especial menci¨®n (como m¨¢s atractivo para m¨ª) del cap¨ªtulo, con seguridad pol¨¦mico, en el que Debord se refiere al proletariado, defendiendo la idea de Pannekoek de democracia de base (?de los consejos ?), y criticando, paralelamente, las a su juicio insuficiencias de Bakunin y Marx (por haber visto s¨®lo uno de los polos de la realidad: la autoridad o la explotaci¨®n, seg¨²n se trate de uno u otro fil¨®sofo), y la degeneraci¨®n leninista-stalinista del sistema de soviets (por la cual la participaci¨®n queda reducida a una mera delegaci¨®n).
Babelia
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