Estado de complot permanente
La historia de Etiop¨ªa ha estado jalonada de interregnos en los que la naci¨®n parec¨ªa a punto de saltar en pedazos en medio de un caos generalizado. El per¨ªodo de transici¨®n que ahora atraviesa no escapa a esta constante. Pasar en menos de tres a?os de una monarqu¨ªa feudal a un Estado que pretende reorganizarse seg¨²n los principios del marxismo-leninismo, es todo un salto en el vac¨ªo en medio de vacilaciones y marchas atr¨¢s de los j¨®venes militares, que ha terminado acercando su revoluci¨®n socialista a una especie de estado de complot permanente, al no conseguir ampliar su aceptaci¨®n popular.Si las reformas emprendlidas por los militares (agraria, escolar, monetaria, creaci¨®n de cooperativas, milicias, etc¨¦tera) han conseguido eliminar gran parte de las estructuras feudales del antiguo r¨¦gimen, no hanservido, sin embargo, para consolidar un nuevo poder coherente. Esto se debe, en primer lugar, a las, propias divisiones del equipo militar que dirige la naci¨®n, sujeto a sanguiriarlas purgas de continuo, lo que explica las vacilaciones y medidas contradictorias puestas en marcha y que han acabado por desconcertar a la poblaci¨®n.
Por otro lado, los residuos de la antigua administraci¨®n civil en municipios y provincias obedecen a duras penas las directrices del Derg, cuando no se dedican a paralizarlas. Adem¨¢s, la polic¨ªa, otro sector a¨²n vinculado a las ideas del antiguo r¨¦gimen en que lleva a cabo una pol¨ªtica de en torpecimiento hacia el Derg, no ha dudado en detener a funcio narios gubernamentales y estu diantes favorables al r¨¦gimen, con ¨¢nimo de socavar la base po pular con que indudablemente cuentan los militares, especialmente en la zona de la capital.
Estas vacilaciones en el proceso revolucionario han hecho pensar a la izquierda et¨ªope que el r¨¦gimen militar jugaba un papel de freno, de contenci¨®n, p ara evitar que de las cenizas de la monarqu¨ªa feudal surgiese un Estado aut¨¦nticamente socialista. Incluso los sectores intelectuales partidarios del Derg, y que en su mayor¨ªa son marxistas, manifiestan un contradictorio apoyo cr¨ªtico.
Para colmo, el Derg no ha encajado las cr¨ªticas dirigidas desde estos sectores, o desde las centrales sindicales que pretende domesticar, y ha contestado a ellas con la represi¨®n que a su vez ha radicalizado la confrontaci¨®n. Las frecuentes ejecuciones de anarquistas, es decir, militantes del Partido Revolucionario del Pueblo Et¨ªope, marxista-leninista, que preconiza la creaci¨®n de un Gobierno popular, han empujado a sus seguidores a la lucha armada y el asesinato pol¨ªtico, como forma de contestaci¨®n a un r¨¦gimen que califican de fascista.
A esta hostilidad, el Derg tiene que sumar la rebeli¨®n de los se?ores feudales, levantados en armas contra la reforma agraria, los movimientos secesionistas y tribales que proliferan como hongos en la mayor¨ªa del territorio nacional. Todo ello en medio de la amenaza de conflicto b¨¦lico con dos pa¨ªses vecinos, Sud¨¢n y Somalla, que alientan movimientos secesionistas et¨ªopes, lo que coloca al Gobierno militar al borde de un enfrentamiento internacional.
Esta complicada situaci¨®n parece es capar del control de los militares. El Derg ha conseguido hasta ahora mantenerse en el, palacio de Gobierno, pero a costa de una feroz represi¨®n y sangrientas purgas en el ej¨¦rcito. En estos momentos, la l¨ªnea m¨¢s radical parece haber conseguido imponerse en el Consejo Militar, lo cual puede traer consigo una mayor definici¨®n en la l¨ªnea de actuaci¨®n, que evite la sangr¨ªa humana que est¨¢ costando a Etiop¨ªa la desconcertante revoluci¨®n de los militares.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.