Las mujeres sacerdotes: el obst¨¢culo del sexo
A nadie ha podido extra?ar que Roma haya dado una respuesta negativa a la ordenaci¨®n de mujeres. Cuando en 1975 se suscit¨® esta cuesti¨®n en la Iglesia de Inglaterra ya encontr¨® una gran resistencia, y eso que la Iglesia de Inglaterra ha sido, hasta ahora al menos, mucho m¨¢s receptiva a los cambios.
Desde luego, hay mujeres con funciones pastorales en algunas iglesias luteranas, pero es que la figura del pastor en ellas no es exactamente la del sacerdote en las iglesias de Roma e Inglaterra un sacramento e instituci¨®n netamente diferenciado del sacerdocio general de los cristianos. Pero no cab¨ªa duda de que un d¨ªa u otro tambi¨¦n ten¨ªa que plantear se ese problema en la Iglesia de Roma. En la Iglesia anglicana corno digo, sali¨® a la luz hace dos a?os y dio. lugar a encontradas discusiones, y, mientras para el obispo de Oxford, doctor Kennetts Wolicombe, ?no puede concebirse a Cristo en toda su gloria como una especie de ser masculino divinizado?, porque ?El es verdaderamente representativo del ser humano entero?, para el de¨¢n de Ripon hay una incompatibilidad absoluta entre sacerdocio y maternidady el orderiar sacerdotes a las mujeres pondr¨ªa en cuarentena la distinci¨®n de sexos y aparecer¨ªa como ?una cr¨ªtica de la manera en que Dios ha. hecho al mundo?. Y el argumento se parece defflasiado al de aquellos sesudos te¨®logos del tiempo de Felipe IV, quese opusieron a la canalizaci¨®n del Tajo diciendo tambi¨¦n que iba contra la obra de Dios en la natiaraleza,o al ar gumento de aquellos otros d¨®mines de aldea que rechazaban las inyecciones porque, de ser naturales y queridas por Dios, ¨¦ste habr¨ªa colocado los agujeritos en el cuerpo humano, pero parece que cierta teolog¨ªa o algunos cl¨¦rigos todav¨ªa no han superado esos estadios sof¨ªsticos y folkl¨®ricos, y no ser¨ªa, despu¨¦s de todo, la primera vez que por argumentos infantiles se retrasan o se hacen imposibles cosas muy serias en la Iglesia y fuera de la Iglesia: en toda la historia humana.
Una imagen literaria
En el seno de la Iglesia cat¨®lica algunas voces, todos estos a?os, ven¨ªan clamando tambi¨¦n por el sacerdocio femeninoy el can¨®nigo Aubert, de la Universidad de Estrasburgo, resum¨ªa la cuesti¨®n diciendo que, tal como est¨¢n las cosas, se ha concluido por admitir como verdad de fe la pura image: literaria de que ?como Cristo e cabeza de la Iglesia, el hombre es cabeza de la mujer?, y se ha hecho todo un montaje justificativo ideol¨®gico que permite seguir marginando a la mujer en virtud del viejo obst¨¢culo del sexo, es decir, del viejo tab¨² antifeminista.
La antolog¨ªa que podr¨ªa ha cerse de las justificaciones ideol¨®gicas de la inferioridad y marginaci¨®n de la mujer, hoy nos resultar¨ªa, m¨¢s folkl¨®rica y c¨ªnica que realmerite interesante. Los intentos medievales de coristruir una metaf¨ªsica y una teolog¨ªa de los sexos produjeron conceptos que todav¨ªa siguen de alguna manera vigentes en ciertas comisiones cat¨®licas, pero que no pueden sostenerse un momento mas, no s¨®lo porque la ciencia ha mostrado que la pretendida realidad sobre la que se apoyaban no era tal, sino porque un cierto biologismo sexual resulta sericillamente ofensivo para la dignidad humana, y cuando se sabe qu¨¦ clase tan alta de pensador y de hombre abierto y audaz era Tom¨¢s de Aquino no se puede menos de quedar avergonzado al comprobar que tambi¨¦n ¨¦l fue tan tributario de las m¨¢s convencionales ideas de la ¨¦poca en este aspecto, como para escribir, por ejemplo, que la mujer est¨¢ esencialmente destinada a ser el recept¨¢culo del esperma masculino, es decir, que su consistencia como ser humano ser¨ªa poco m¨¢s que la de bria m¨¢quina incubadora o un mas occasionatus o macho incompleto. De aqu¨ª a las tonter¨ªas en estado puro sobre la malignidad y diabolismo inseparables de la condici¨®n femenina s¨®lo hab¨ªa un paso, y ese paso se dio. A veces se dio de un modo pintorescocomo cuando para indicar la perversidad de la herej¨ªa se se?alaba que su mismo nombre era femenino, pero otras veces fue terriblemente dram¨¢tico y miles de pobres mujeres subieron a la hoguera o se vieron sometidas a la tortura f¨ªsica o mental s¨®lo para confirmar las imb¨¦ciles teor¨ªas de los demon¨®logos, que curiosamente fueron, todos ellos, hombres: y hombres belicosamente antifemeninos.
Afortunadamente, la condici¨®n de la mujer en esa misma Edad Media fue con frecuencia mucho m¨¢s positiva que lo que cab¨ªa esperar de esas ideas,y su influencia y su posici¨®n en la Iglesia fueron verdaderamente importantes: Blanca de Castilla se enfrenta a los cl¨¦rigos para defender a los jud¨ªos de las rapi?as legales de los primeros, y Catalina de Siena se enfrenta al Papado con acentos tan cr¨ªticos que hoy mismo parecer¨ªan inconvenientes. Y podr¨ªan ponerse muchos m¨¢s ejemplos, incluso de la independencia de la mujer soltera o casada en la ¨¦poca o del liberalismo y de una cierta civilizaci¨®n que las mujeres logran implantar en el siglo XII; pero claro est¨¢ que una golondrina no hace verano y que, en todo caso, el tab¨² del sexo y el antifeminismo s¨®lo hicieron que reforzarse despu¨¦s y hasta hoy mismo. El laico, que en la Iglesia ha venido siendo considerado como un imbecillus, ha resultado doblemente imbecillus si es una mujer: ?Un var¨®n frustrado e inacabado?, y, durante mucho tiempo, el ?devoto y fem¨ªneo sexo?, como se dec¨ªa en lenguaje clerical, parece haberse plegado a su destino incluso con un complejo de culpabilidad que naturalmente se ha cuidado de cultivar. Pero las cosas han cambiado radicalmente y muchos laicos han abandonado una Iglesia en la que s¨®lo desempe?aban el papel de escuchadores de sermones o longa manus de intentos clericales en la historia mundanal. Quiz¨¢ las mujeres mismas han cornenzado a cansarse de su propio papel mucho menos relevante a¨²n, y quiz¨¢ tenga raz¨®n el can ¨®nigo Aubert cuando escribe que, ?si la Iglesia ha tenido que deplorar el haber perdido la clase obrera en el ¨²ltimo siglo, tendr¨ªa que evitar el tener que hacer un d¨ªa Id¨¦ntica comprobaci¨®n en relaci¨®n con una apostas¨ªa de las mujeres, hartas de verse constantemente marginadas?.
En cualquier caso, ante la decisi¨®n romana de negar toda posibilidad de acceso al sacerdocio a las mujeres, el simple fiel se pregunta muy intranquilo c¨®mo es posible que un simple hecho biol¨®gico -el del sexo- pueda tener una relevancia tal en el plano de la fe y c¨®mo es que se ordenan sacerdotes a los gentiles -italianos o espa?oles- cuando Jes¨²s, ciertamente, que no escogi¨® a ninguna mujer como ap¨®stol, tampoco escogi¨® a ning¨²n italiano o espa?ol, pongamos por caso. Y ¨¦stas son s¨®lo dos muy inocentes de las muchas y no tan ben¨¦volas preguntas que podr¨ªan hacerse.
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