La "Carta 77"
El ECO logrado por la ya famosa Carta 77, escrita y firmada por disidentes checoslovacos, y la violenta reacci¨®n, tanto por parte del Gobierno de Praga como de otros Gobiernos del Este, ha servido para demostrar hasta qu¨¦ punto algo est¨¢ cambiando en las profundidades de las llamadas Rep¨²blicas socialistas.El fen¨®meno de la disidencia en la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, URSS, Polonia y Checoslovaquia no es, desde luego, nuevo. Pero ahora parece descubrirse cierta coordinaci¨®n entre los grupos de heterodoxos, a nivel supranacional. Las acciones de los disidentes en estos pa¨ªses coinciden con una nueva ola represiva contra los ciudadanos sovi¨¦ticos que critican los dogmas del Kremlin.
Pese al car¨¢cter obviamente minoritario de la Carta 77 o del Comit¨¦ de apoyo a los obreros v¨ªctimas de la represi¨®n en Polonia, la conmoci¨®n provocada por sus acciones, los violentos ataques de los medios de comunicaci¨®n controlados por el Estado y el Partido, as¨ª como las represalias policiales y penales tomadas contra algunos de los heterodoxos, son una prueba de que para el establecimiento socialista este tipo de actividades son preocupantes.
Todas las Rep¨²blicas socialistas del Este, salvo Albania, firmaron el Documento de Helsinki, donde se garantizaba el ejercicio de los derechos humanos, la libertad de creencia y de opini¨®n. Pero este documento fue, tan s¨®lo, para uso externo. Despu¨¦s de la Conferencia de Helsinki hubo, es verdad, cierto ablandamiento en la pol¨ªtica represiva de las autoridades, pero poco a poco las cosas volvieron a donde sol¨ªan.
Lo que est¨¢ sucediendo en algunos pa¨ªses socialistas ha sido aprovechado tambi¨¦n, como era l¨®gico, por la propaganda occidental, que ha vuelto a repetir los t¨®picos de la guerra fr¨ªa en diversos tonos. Los Estados Unidos ha? protestado, por boca de su secretario de Estado, sobre las violaciones de los derechos humanos en el Este, y lo mismo han hecho. oficial u oficiosamente, otros pa¨ªses. Las actividades de los disidentes y su reflejo en Occidente podr¨ªan poner as¨ª en peligro los principios de la coexistencia tan trabajosamente logrados en otras ¨¦pocas y que tanto Brejnev como el presidente Carter dicen defender a ultranza.
Conviene reconocer, en cualquier caso, que cuando un sistema como el sovi¨¦tico que presume haber consolidado su poder con el apoyo de todos los ciudadanos, reacciona de forma tan tajante contra quienes desde la clandestinidad se atreven a criticarlo, no puede disimular ciena debilidad, pues o bien ha ca¨ªdo en la trampa que le tienden las minor¨ªas, o esas minor¨ªas representan a mucha gente. En la Espa?a reciente nos sobran ejemplos de ello.
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