Cientos de ballenas quedaron en seco en las playas americanas
Cientos de ballenas est¨¢n muriendo estos d¨ªas en las costas americanas. Cientos de ballenas, como v¨ªctimas de extra?as influencias, han perdido su sentido de orientaci¨®n. Y derechas, como dirigidas especialmente hacia la muerte, han ido a varar a las playas secas de Florida. Como si se tratara de un suicidio colectivo, las ballenas perdieron su rumbo y quedaron en seco. Iban, como todos los a?os, por los caminos marinos de siempre, en busca de su supervivencia. Y esta vez no encontraron el arponazo sovi¨¦tico o japon¨¦s. Esta vez encontraron, simplemente, que el agua se les hab¨ªa convertido en arena bajo su panza y que el agua se hab¨ªa hecho aire, y que la vida no era ya m¨¢s que un coletazo de agon¨ªa. Cientos de ballenas han muerto y est¨¢n muriendo estos d¨ªas poniendo en peligro definitivo la especie.
No se sabe cu¨¢l es la causa. Pero ya el pasado a?o por estas fechas ocurri¨® un fen¨®meno parecido. Ballenas de la especie llamada piloto -una de las setenta que componen el g¨¦nero de los odontocetes- comenzaron a aparecer varadas en las playas el pasado domingo. Lo mismo ocurri¨® en las playas de la isla Fort George. Grupos de voluntarios y marines americanos intentaron salvarlas a toda costa. Continuamente vierten agua sobre ellas, y las arropan con mantas mojadas para lograr que resistan las seis horas secas de la marea. Cuando la marea suba nuevamente, se llevar¨¢ a las supervivientes. Pero cientos han muerto ya.
El peligro de extinci¨®n
Este tipo de accidentes se a?ade a la intensa presi¨®n que sobre estos animales est¨¢n ejerciendo las econom¨ªas de todo el mundo. Sovi¨¦ticos y japoneses encabezan la lista de caza de cet¨¢ceos, y tienen en sus manos . el 85% de las capturas que hoy por hoy se realizan en el mundo. Ya en 1972, cuando las Naciones Unidas convocaron al mundo para tratar del medio ambiente en Estocolmo, se promovi¨® una campar¨ªa para proteger las ballenas. iSalvad las ballenas! era el grito. Se propuso el establecimiento de una veda de diez a?os como m¨ªnimo para que se lograra. una reproducci¨®n normal de la especie, y se acord¨®, aunque no con el consenso de todo el mundo, iniciar una explotaci¨®n racional de estos animales. Pero no hubo acuerdo pleno. Entre otras cosas, porque varios participantes directamente afectados plantearon que mejor era establecer una veda de caza de hombres, que era mucho m¨¢s penoso, que m¨¢s hombres estaban muriendo en Vietnam y los conservacionistas de la naturaleza nada dec¨ªan, y que, a fin de cuentas, la muerte de un hombre no pod¨ªa compararse con la muerte de una ballena.Todo parece haber quedado en palabras. Ni se estableci¨® la veda del hombre -Rodesia, L¨ªbano, Etiop¨ªa-, ni se-prohibi¨® la caza de la ballena de forma efectiva. De la especie azul, de la c¨¦lebre ballena azul, se calcula que no quedan ya m¨¢s de doscientos ejemplares. Quiz¨¢ porque se piensa que la ballena no es m¨¢s que un animal sumamente rentable desde el punto de vista econ¨®mico, olvidando que la ballena es adem¨¢s, y sobre todo, uno de los animales m¨¢s inteligentes que existen y del que podr¨ªamos aprender, en pura bi¨®nica, cientos de cosas.
Sentidos extraordinarios
Lo que m¨¢s llama la atenci¨®n de este suicidio colectivo de ballenas en las costas de Florida es la p¨¦rdida del sentido de orientaci¨®n. Se ignoran las causas de este accidente. Pero algo extra?o hay en todo ello. Porque la ballena es de los animales m¨¢s inteligentes, de los que mayor sentido de la orientaci¨®n poseen.Tienen, por ejemplo, todo un lenguaje codificado de sonidos. No se sabe c¨®mo, ni por qu¨¦. Pero est¨¢ demostrado que las ballenas utilizan sonidos para identificar objetos a distancia. Su sistema es similar al del sonar. Emiten se?ales ac¨²sticas, y en su reflexi¨®n obtienen la distancia a que se encuentran. Se sabe que este sistema de comunicaci¨®n, no s¨®lo para orientarse y localizar objetos, sino tambi¨¦n para establecer conversaciones entre s¨ª, son pequenos chillidos emitidos en una frecuencia a la que el o¨ªdo humano no tiene acceso. Seg¨²n el profesor J. Y. Cousteau las ondas de sonido que emiten se dirigen con precisi¨®n extraordinaria por un sistema de huesos duros que tienen en el extremo de la cabeza. Las aberturas de los o¨ªdos son diminutas, pero el propio Cousteau comenta que es posible que puedan ?oir? a trav¨¦s de la mand¨ªbula inferior. Tambi¨¦n se sospecha que la masa de tejido graso que tienen en la cabeza puede actuar,como una lupa que concentre los sonidos. As¨ª las ballenas pueden localizar por su s¨®nar, que act¨²a realmente como una aut¨¦ntica sonda, todo tipo de objetos submarinos, hasta el punto de que est¨¢n siendo estudiadas por especialistas tanto en detecci¨®n n¨¢utica, como militares. Gran parte de la informaci¨®n que se ha obtenido hasta ahora se guarda a¨²n en secreto. Cousteau, en un informe sobre las ballenas, se?ala que se puede entrenar a las ballenas para buscar todo tipo de objetos perdidos en el fondo del mar.
Pero pese a ello, en 1970 se mataba una ballena cada doce minutos. Se ha creado un proyecto internacional para salvar las ballenas. con un t¨ªtulo m¨¢s que anecd¨®tico: el Proyecto Jon¨¢s. Sus frases publicitarias afirman que todos los productos que se extraen de la ballena, uno de los pocos animales cuyo aprovechamiento por el hombre es pr¨¢cticamente total, pueden obtenerse sint¨¦ticamente. En Estados Unidos est¨¢ prohibido importar cualquiera de los productos cuyo origen est¨¦ en la ballena. Pero es lo mismo. A las conferencias internacionales para proteger esta especie no van todos los pa¨ªses. Y menos a¨²n los que tienen una mejor flota ballenera. Cuando acude Jap¨®n, no acude la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y viceversa. No hay soluci¨®n.
Respiraci¨®n artificial
Y mientras tanto, ahora en las costas de Florida, los marines, los guardacostas y en general quienes piensan que ¨¦stos son unos valiosos animales, est¨¢n haciendo la respiraci¨®n artificial a las ballenas. Son ballenas-piloto, un tipo de ballena que circula a una velocidad de 56 kil¨®metros por hora, y que puede medir desde 1.30 metros hasta los dieciocho. All¨ª est¨¢n, varadas en la playa, en seco, arropadas con mantas mojadas, moribundas con una respiraci¨®n asistida, recibiendo a cada rato un chorro de agua vivificante. Hasta que suba la marea y sean empujadas nuevamente al marY este episodio que se viene repitiendo ¨²ltimamente, no tiene explicaci¨®n posible. Es como si de repente doscientas br¨²julas se hu bieran vuelto locas. O como si, de verdad, las ballenas hartas de vivir entre residuos de petr¨®leo o de pl¨¢sticos, o de DDT, o de tanta contaminaci¨®n que el mar recibe, hubieran decidido en un acto solemne, decir al mundo que una vida entre impurezas no val¨ªa la pena ser vivida. Como si la especie se inmolara en un suicidio colectivo para gritarnos -doscientas ballenas a la vez- que las estamos asfixiando.
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