La primavera de Madrid no debe terminar
Los derechos humanos han tra¨ªdo a mal traer a los espa?oles en todo lo que va de siglo. Atropellos, torturas y exilios han constituido un sombr¨ªo cuadro del acontecer nacional. Vencedores y vencidos han sido antagonismos irreconciliables de las dos Espa?as, que se desangraron en la guerra civil. El manique¨ªsmo del Bien y del Mal, del Blanco y del Negro ha presidido la vida y las mentes de los espa?oles. Los republicanos y los mon¨¢rquicos, los azules y los rojos, los creyentes y los ateos, los sabios y los ignorantes, los castos y los libertinos, los separatistas y los nacionalistas, los autoritarios y los ¨¢cratas constituyen algunos dolorosos botones de muestra de la contradicci¨®n radical que ha envenenado nuestra conviviencia.Cuando de repente comienzan a cambiar las cosas y en este pa¨ªs empezamos a comprender, que todos pueden tener algo de raz¨®n y que, por tanto, hay que intentar hacer una s¨ªntesis aceptando otros puntos de vista, limando asperezas, haci¨¦ndonos-responsables, surge de nuevo lo irracional: el secuestro y el atentado terrorista, Se evocan fantasmas del pasado y se clama por el orden y el meter en cintura o se inventan conjuras internacionales, que de nuevo sit¨²an a los buenos en un bando y a los malos en el otro, para unos, ser¨¢n las derechas, y para otros, las, izquierdas, quienes causan las atrocidades actuales. Se incita a las Fuerzas Armadas para que salven a una patria agonizante o se olvida que fomentar disturbios, romper lunas de escaparates, alterar la vida ciudadana puede traer corno consecuencia una respuesta emotiva por parte de quienes siempre fueron violentos. Se exigen amnist¨ªas sin reclamar al mismo tiempo la reconciliaci¨®n y la tolerancia entre todos.
JOAQUIN ANTU?A
Secretario de Relaciones Internacionales de Izquierda Democr¨¢tica
Sin embargo, la existencia de algunos endemoniados en feliz descripci¨®n de Dostoyesky, no puede oscurecer el sorpendente proceso de s¨ªntesis de las dos Espa?as que se est¨¢ llevando a cabo. Por primera vez, tal vez en lo que va de siglo, no hay en Espa?a ni vencedores ni vencidos. Nadie pretende hacer comulgar a nadie con ruedas de molino. Se puede perfectamente ser ateo sin que aparezcan llamas luc¨ªferas o la mujer puede proclamarse feminista y reclamar la socializaci¨®n de su cuerpo. En lo econ¨®mico se habla sin tapujos de la necesidad de establecer un sistema impositivo, que evite el fraude fiscal y la necesidad de reducir, hasta hacer desaparecer, la separaci¨®n entre las clases sociales. Trabajadores y empresarios buscan afanosamente sus sindicatos y patronales para ponerse a dialogar, sin que nadie quiera romper la baraja. Existen todav¨ªa demagogos que se sue?an a bordo del Aurora, derrocando imperios o que se sienten todav¨ªa portadores de valores eternos, de los que para entendernos consiguieron hacer m¨¢s ricos a los ricos, mientras predicaban la nacionalizaci¨®n de la Banca y todas las socializaciones que en el mundo han sido. En lo cultural las aperturas son evidentes, desaparece o casi la censura, renacen las lenguas vern¨¢culas, la mogigater¨ªa se destapa y junto a los perfiles anat¨®micos de bellezas multinacionales se pueden leer en castizo, a todos los grandes pensadores pol¨ªticos y visionarios sociales. La moda galopa, puebla de barbas y melenas a los hombres, recorta el cabello hasta lo inveros¨ªmil al irritado bello sexo, introduce prendas ex¨®ticas y alegra de formas; y colores la seriedad austera de los a?os grises.
Son todas facetas de un gran torrente democr¨¢tico, que se est¨¢ desbordando a trav¨¦s. de m¨²ltiples canales y que configuran lo que podr¨ªa llamarse la primavera de Espa?a. Es el nacimiento de una sociedad democr¨¢tica, plural y pujante, con muchas voces que transmiten ideas, proyectos y sue?os. Las protestas que se hacen o¨ªr, los que cansados de callar empiezan a pensar, las llamadas a la convivencia entre todos, la contribuci¨®n inestimable del retorno de los exiliados, son todo muestras evidentes de un proceso de repoblaci¨®n cerebral de Espa?a.
Este despertar de una comunidad nacional, que se desglosa y completa en la vivencia hist¨®rica de pueblos hermanos, no puede terminar. Ha de seguir adelante. Debe ser el esquema vital y feliz de la Espa?a del a?o 2000. Por ello es necesario que hagamos mentalmente un alto en el camino. Digo tan solo mentalmente, porque la vida, que es un fen¨®meno org¨¢nico fecundado por lo irracional, no se detiene nunca y nos envuelve en una dial¨¦ctica en permanente devenir. Pero la mente tiene la posibilidad suprema de la abstracci¨®n, de pasar del detalle a la ley general. Es necesario hacer este esfuerzo. Darnos cuenta del per¨ªodo hist¨®rico y comparar el presente con el pasado. Quienes han representado en los dos ¨²ltimos siglos la voz del progreso, del avance, de la apertura, deben tener el valor de reflexionar y valorar justamente lo que de forma espont¨¢nea hemos conseguido. Comprender que si las fuerzas de progreso, valga la ret¨®rica, pues la pol¨ªtica tiene sus latiguillos como el amor sus requiebros, en nuestro pa¨ªs han fracasado una y otra vez, ha sido, no s¨®lo por la maldad de los perpetuos oscurantistas y reaccionarios, sino por la falta de realismo de sus planteamientos, por la imposibilidad de armonizar la vida cotidiana con el frenes¨ª revolucionario. Darnos cuenta de que el sentido com¨²n es la llave maestra de la convivencia y puede salvar la democracia en Espa?a. As¨ª como comprender que sin disciplina, mejor ser¨ªa precisar autodisciplina, puesto que nos concierne a todos, es imposible que ninguna empresa, se lleve a bien. Se trata de introducir en el alma radical hisp¨¢nica, visceralmente generosa, miope y violenta, introducir g¨¦rmenes de duda y razonamiento, raudales de respeto y amistad a chorros. Sin niebla, duda, respeto y amistad el cambio que tanto se pregona se har¨¢ inviable y sonar¨¢ a falso. Ser¨¢ una utop¨ªa m¨¢s que m¨¢s adelante, Dios no lo quiera, justificar¨¢ a tiranos y armar¨¢ a los Sancho Panzas que pueblan nuestro pa¨ªs.
En Espa?a hemos visto siempre con claridad los problemas. Nos ha faltado el m¨¦todo, el criterio, la forma para resolverlos.
Algo as¨ª, en gigantesca proyecci¨®n, ocurre en Am¨¦rica Latina, donde los pronunciamientos terminan en sangre y donde el sentido com¨²n impone despu¨¦s duras, pero ¨²nicas posibilidades de convivencia. Cuba y Chile son dos ejemplos palpables de radicales soluciones.
En Espa?a se est¨¢ logrando un camino diferente, que alumbra posibles soluciones de talante liberal. Est¨¢n surgiendo democristianos no dogm¨¢ticos, comunistas pluralistas, liberales avanzados en lo econ¨®mico, sindicalistas que comprenden la importancia de la empresa, franquistas que hablan de voluntad popular, obispos que justifican el divorcio y no se oponen al matrimonio civil. Todo ello constituye un terremoto, una explosi¨®n de democracia, un esfuerzo generoso de convivencia.
Los terroristas en su ciego furor, y los alborotadores violentos, aun cuando sirvan justas causas, son dos grupos f¨®siles que encarnan todav¨ªa el pasado, que no quieren un pa¨ªs posible, que se encierran en la pura ilusi¨®n de subvertir la vida cotidiana, de radicalizar la existencia para so?ar triunfos que lograr¨ªan entre cad¨¢veres y desesperaciones. Son las ramas secas que deben arrancarse del ¨¢rbol frondoso, variopinto, abigarrado y m¨²ltiple que ofrece Espa?a en estos momentos. Pero no es la violencia la que puede sajar, lo ya caduco, sino la condena indiferente. Si terroristas y manifestantes irresponsables.supieran que ellos pueden seguir matando o rompiendo escaparates o quemando coches, sin que a nosotros, a la inmensa mayor¨ªa de la Espa?a hacia el 2000, nos hicieran detener en nuestro camino, entonces tendr¨ªan que enfundar sus armas de fuego, sus bastones y sus piedras y dedicarse a otras actividades m¨¢s beneficiosas para toda la comunidad.
Recordemos antes de que sea demasiado tarde, que realismo, autodisciplina y rigor no son incompatibles con las ideas progresistas, sino que son las bases imprescindibles para transformar fecundadamente nuestro pa¨ªs y hacerlo de abajo a arriba, eliminando a las alima?as caciquiles que poblaron la era de C¨¢novas y que hoy levantan cabeza como la facnosa yedra, que por singular coincidencia tambi¨¦n ten¨ªa siete cabezas.
Vayamos al encuentro de Europa y resolvarnos desde dentro de los pa¨ªses de Europa occidental nuestros problemas dejusticia y de estructuraci¨®n internas. Aprovechemos la experiencia de comunidades nacionales no violentas, que poseen metodolog¨ªas adecuadas, que es lo que a nosotros nos falta, aprendamos a dialogar sobre problemas concretos, tratemos de resolver los problemas m¨¢s acuciantes de la comunidad nacional, desde el paro a la inflaci¨®n y al incremento de nuestras exportaciones. Enriquezcamos nuestra unidad con las aportaciones de nuestros pueblos. Hagamos de la sinceridad nuestra gran fuerza de cohesi¨®n. Pongamos todos manos a la obra, vayamos a u?as elecciones en que miremos hacia el futuro sin rencor, ni nostalgias de pasado. Hay sitio para todos. Lo importante es que no termine la primavera de Madrid.
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