Las mujeres, al margen
El movimiento feminista avanza entre numerosas, inevitables incoherencias. Son de muchos tipos. En Estados Unidos, por ejemplo, el movimiento feminista est¨¢ ahora en crisis porque entre sus abanderadas abundan demasiado las exc¨¦ntricas, y no faltan, en porcentaje desmesurado, representantes de lo que hasta ahora, por fas o por nefas, se ha interpretado como feminismo desviado y hasta feminismo anormal. Para que el movimiento feminista consiga los objetivos y los avances que merece deber¨¢ estar dirigido y encuadrado por mujeres normales. Viragos, desviadas sexuales, neur¨®ticas y dem¨¢s personalidades excepcionales podr¨¢n participar, naturalmente, en el movimiento; pero sin rebasar en su orientaci¨®n el pe so real que poseen dentro del conjunto ponderado de la condici¨®n femenina.En la Espa?a actual el movimiento feminista es mucho m¨¢s anormal; pero la condici¨®n femenina es una condici¨®n marginada. Desde su implantaci¨®n a fines del pasado siglo, el sufragio universal exclu¨ªa expresamente a la mujer como electora y como elegida. La Rep¨²blica de 1931 concedi¨® a la mujer la segunda posibilidad en 1931 y le reconoci¨® derechos electorales plenos en 1931. Es curioso: la mujer espa?ola fue elegible antes que electora.
El r¨¦gimen de Franco ha sido abiertamente antifeminista. En un discurso poco conocido de la primera etapa -en 1943- el Caudillo se?al¨® la colocaci¨®n de visillos -expresamente - como una de las tareas espec¨ªficas de la mujer de acuerdo con las nuevas concepciones del r¨¦gimen. Cierto que la Secci¨®n Femenina de Falange ha prestado a la sociedad y a la cultura espa?ola servios mucho m¨¢s interesantes y positivos que la secci¨®n masculina; pero dentro de un contexto satelitario -m¨¢s que machista- y adem¨¢s aceptado formal si no expresamente.
La situaci¨®n predemocr¨¢tica en que ahora vive Espa?a puede ofrecer oportunidades ¨²nicas al movimiento feminista espa?ol, que es, ante todo una convergencia de actitudes sociales profundas, por m¨¢s que se trate, desde diversos ¨¢ngulos, de instrumentarlo pol¨ªticamente. Hay, por parte de las mujeres espa?olas, una fort¨ªsima oferta de inter¨¦s y de actuaci¨®n pol¨ªtica. Alguna portavoz de los grupos feministas parece caer en la misma aberraci¨®n de sus colegas de otros pa¨ªses; parece molestarse s¨®lo con que un var¨®n toque el tema, aunque sea desde un confesado deseo de comprensi¨®n y cooperaci¨®n. Procedemos, y en parte seguimos inmersos en un mundo de predominio masculino que a todos nos produce incoherencias de concept o y sobre todo de expresi¨®n. Y de rechace.
Los grupos de presi¨®n social y los partidos pol¨ªticos se han visto obligados a sintonizar con el movimiento feminista; pero mediante concesiones y pretextos, no por convicci¨®n. Puede que el mayor peligro que puede hoy frustrar la operaci¨®n centro sea la cerraz¨®n de sus fautores ante la posibilidad pol¨ªtica de la mujer en Espa?a. La actuaci¨®n de personalidades femeninas como Mar¨ªa Antonia Ortiz -de tan esperanzadora aparici¨®n en la portada de este peri¨®dico- en el reciente Congreso del Partido Popular se convirti¨® luego en universal decepci¨®n ante la ausencia de mujeres en el comit¨¦ pol¨ªtico designado all¨ª como por arte de magia. La operaci¨®n centro no parece haberse planteado en serio la participaci¨®n femenina; y Centro Democr¨¢tico puede tropezar muy gravemente en las elecciones si no remedia tan absurda exclusi¨®n con hechos, no simplemente con la designaci¨®n apresurada de alguna se?ora complaciente como pretexto, e incluso como adorno. Lo mismo cabe decir de otros grupos del centro-derecha y de la derecha espa?ola, donde el masculinismo tradicional suele convertirse demasiadas veces en machismo.
Las mujeres son, en Espa?a, la mitad larga de la poblaci¨®n. Tienden, naturalmente, irreversiblemente, a lograr un porcentaje semejante en los centros de decisi¨®n pol¨ªtica. En el campo de la izquierda se ha comprendido tal exigencia desde hace m¨¢s tiempo y con sentido mucho m¨¢s realista. El encuentro en el Club Convergencia -con los nombres de Cristina Alberdi, Carlota Bustelo, Paloma Cruz Conde, Miar¨ªa Lip¨²zcoa, Mabel P¨¦rez Serrano, Carmen Vigil- supone por s¨ª mismo un paso muy importante para la creaci¨®n de una nueva conciencia pol¨ªtica en la mujer espa?ola y en los partidos acerca de la participaci¨®n femenina en la pol¨ªtica. No resultaba dif¨ªcil pronosticar que las representantes de la izquierda estaban llamadas a ejercer en ese encuentro, por su mayor preparaci¨®n y rodaje, mayor influencia que los grupos de derecha, pero es importante ver que ¨¦stos se deciden a participar. El ?pretexto femenino? -del centro- no comparece, como era de esperar.
En la operaci¨®n Centro Democr¨¢tico predominan, de momento, los grupos neo-olig¨¢rquicos, inasequibles a toda reforma profunda, a pesar de las apariencias verbales. De tales grupos no cabe esperar un reconocimiento serio de las posibilidades de la mujer para la participaci¨®n pol¨ªtica. En este y otros puntos decisivos la soluci¨®n puede venir, para el centro, del contrapeso socialdem¨®crata. Pero, hasta el momento de escribir este comentario, ni la derecha, ni el centro-derecha se han planteado a fondo el problema y la necesidad de la participaci¨®n femenina. Si no lo hacen inmediatamente pueden llevarse en las elecciones una sorpresa tr¨¢gica. Y merecida.
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