?Y si la intendencia falla?
TODO PARECE dispuesto, de acuerdo Con diversas informaciones, para que en el Consejo de Ministros de ma?ana el Gobierno adopte medidas de tipo econ¨®mico. Hace ya casi mes y medio EL PAIS afirmaba que, despu¨¦s de su triunfo en el refer¨¦ndum, el presidente, se?or Su¨¢rez, ten¨ªa la obligaci¨®n de tomar el tim¨®n de la econom¨ªa para conducirla con el mismo ¨¦xito que hab¨ªa caracterizado su gesti¨®n pol¨ªtica.Quiz¨¢ la tensi¨®n de los dram¨¢ticos acontecimientos reci¨¦n vividos y una cierta filosof¨ªa seg¨²n la cual la intendencia siempre sigue, hayan podido influir en el ¨¢nimo del presidente, inclin¨¢ndole a soslayar unas decisiones que, forzosamente, hab¨ªan de ser impopulares.
Pero es tambi¨¦n muy posible que haya predominado un enfoque seg¨²n el cual el Gobierno estar¨ªa en una posici¨®n dif¨ªcil para 'acometer las medidas que la econom¨ªa espa?ola requiere. Con un ritmo de inflaci¨®n del 20 %, un d¨¦ficit por cuenta corriente cercano a los 4.300 millones de d¨®lares Ni casi 750.000 parados a finales de 1976, no parece que tenga mucho sentido repetir la pol¨ªtica de pa?os calientes caracter¨ªstica de los ¨²ltimos paquetes econ¨®micos.
Por otro lado, la propia gravedad de las cifras citadas hace: pensar que, tan s¨®lo a trav¨¦s de un acuerdo amplio con los partidos de la Oposici¨®n democr¨¢tica , con las centrales sindicales ser¨ªa factible conseguir la moderaci¨®n en el ritmo de crecimiento de precios y salarios que constituye condici¨®n indispensable para establecer el plan de saneamiento que esta econom¨ªa exige. Curiosamente, los principales protagonistas de lo que se ha dado en llamar, en tono cada vez m¨¢s sarc¨¢stico, pacto social, parecen deseosos de no hacer nada por conseguirlo: el Gobierno esquiva la resoluci¨®n insoslayable de algunos problemas b¨¢sicos -la ley de Reforma Sindical, actualmente en las Cortes, es un ejemplo claro de esta actitud- y da la, sensaci¨®n de estar pensando que lo mejor es remitir las dificultades al Gobierno salido de las urnas; la Oposici¨®n, encerrada en la l¨®gica simplista de que sean ?ellos? quienes carguen con el. lastre de las decisiones impopulares, se preocupa s¨®lo de los di¨¢logos pol¨ªticos; las centrales sindicales, acaso las ¨²nicas que tengan toda la raz¨®n para justificar su actitud, se muestran preocupadas por las l¨®gicas consecuencias que sobre su base tendr¨ªa una hipot¨¦tica propuesta de colaboraci¨®n con el Poder, sin que se hayan llevado a cabo reformas previas, como la fiscal. El caso es que la econom¨ªa espa?ola puede morir rodeada de m¨¦dicos que no se atreven a intervenirla...
En estas circunstancias se ha apreciado en las ¨²ltimas semanas una curiosa coincidencia entre personas que desde muy diversos ¨¢ngulos, y en posiciones que a un observador no acostumbrado a las paradojas de la Espa?a es diferente, quiz¨¢ sorprendiera. Grandes banqueros, portavoces de partidos pol¨ªticos de derecha e izquierda y economistas m¨¢s o menos independientes est¨¢n propugnando la huida hac¨ªa adelante como el mejor medio de salir de la actual crisis. No est¨¢ muy claro a trav¨¦s de qu¨¦ medios se instrumentar¨ªa esa reactivaci¨®n, pero dado el actual arsenal de la pol¨ªtica econ¨®mica, es indudable que el candidato m¨¢s propicio ser¨ªa el gasto p¨²blico.
Es a todas luces evidente que una pol¨ªtica reactivadora tiene, hoy en d¨ªa, la ventaja de ser muy popular. Las tradicionales recetas de animar la demanda para, aprovechando la capacidad sin utilizar, producir m¨¢s y barato, generar rentas m¨¢s elevadas, e pujar el consumo, reducir el paro y, no se sabe c¨®mo, disminuir el d¨¦ficit exterior, siguen teniendo un considerable atractivo a pesar de su regusto a escol¨¢stica keynesiana. La dificultad reside en que, una vez administrada la dosis de relanzamiento, nada ni nadie asegura que la receta no se convierte en un boomerang contra quienes la patrocinan. En todo caso, la experiencia de los principales pa¨ªses occidentales que entre 1973 y 1975 se encontraron en situaciones parecidas a la nuestra y que en la actualidad las han superado demuestra que ninguno de ellos super¨® la crisis sin padecer costes dolorosos. Por otro lado, Italia y el Reino Unido constituyen casos parecidos de Gobiernos y sociedades que jugaron a confundir deseos con realidades e intentaron comer moras sin mancharse los dedos...
Pues bien, si una pol¨ªtica reactivadora constituir¨ªa, en las actuales circunstancias, un error -continuaci¨®n del cometido en 1974-, no ser¨ªa menor equivocaci¨®n el continuarla pol¨ªtica de parche o mediante la cl¨¢sica macedonia de medidas a que nos tienen acostumbrados los responsables econ¨®micos del Gobierno Su¨¢rez. Bien est¨¢ el utilizar las p¨¢ginas del Bolet¨ªn Oficial y dictar medidas sensatas -lo cual no es muy frecuente, por desgracia-, pero a falta de una aut¨¦ntica pol¨ªtica econ¨®mica, lo mejor ser¨ªa dejar las cosas como est¨¢n. Al menos, as¨ª nadie se llamar¨ªa a enga?o.
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