El proceso constituyente
Si el conjunto de garant¨ªas y de imparcialidad m¨ªnimas exigidas se cumple realmente con vistas a las pr¨®ximas elecciones, los comicios se podr¨¢n celebrar en los primeros d¨ªas de junio con bastante probabilidad. Es decir, si aquellos supuestos se confirman y hay, por consiguiente, intervenci¨®n de los diversos sectores pol¨ªticos concurrentes en las juntas del censo a los distintos niveles. Y si existe un acceso imparcial -tambi¨¦n supervisado- a los medios de comunicaci¨®n estatales y en orden prioritario a la televisi¨®n. Y, finalmente, pero con car¨¢cter m¨¢s apremiante todav¨ªa, si se inhibe totalmente al movimiento-organizaci¨®n, con su poderosa red instrumental para que no tome parte en la contienda, ni directa, ni indirectamente, quiero decir sin hacer que sus mandos, su influencia, sus peri¨®dicos y sus radios, sus ficheros, sus transportes, sus funcionarios y sus asociaciones apoyen a un partido, coalici¨®n o alianza determinados. El movimiento-organizaci¨®n disfruta de un importante cap¨ªtulo en el presupuesto de gastos del Estado espa?ol, que se nutre del esfuerzo fiscal de los ciudadanos y ser¨ªa una escandalosa arbitrariedad que algo pagado por todos se ponga al servicio intencionado de unos pocos. Sin este requisito dudo mucho que se pudiera acudir a las elecciones porque ¨¦stas no podr¨ªan ser calificadas ni de honestas, ni de sinceras.No se dice de modo espec¨ªfico en la ley de Reforma Pol¨ªtica que da lugar a la convocatoria de estas elecciones, aunque de ella claramente se desprende su texto que estas Cortes pueden tener car¨¢cter constituyente desde sus comienzos. As¨ª lo entienden tambi¨¦n un gran n¨²mero de los partidos que se disponen a la lucha, aunque otros sectores encubran su posici¨®n en espera de los resultados para luego inclinarse por una u otra perspectiva. Es evidente que el prop¨®sito democratizador de nuestra vida p¨²blica futura es la piedra de toque de ese prop¨®sito constituyente. Esta es la gran ocasi¨®n hist¨®rica que puede deparar a Espa?a la posiblidad de organizar de modo pac¨ªfico y estable la convivencia pol¨ªtica de los espa?oles para los pr¨®ximos veinticinco a?os. Si juntos podemos construir un Estado democr¨¢tico, ahora ser¨¢ el momento. Pero es preciso que cuantos aut¨¦nticamente lo desean as¨ª se pongan de acuerdo de antemano para llevarlo a cabo en los pr¨®ximos meses.
JOSE MARIA DE AREILZA
Orquesta Nacional Director: F. Leitner Solista: Gonzalo ComellasObras de Weber, Bach y Bruckner 18,19 y 20 de febrero
Se habla de partidos y de coaliciones. Pienso que si las elecciones se celebran en el marco de garant¨ªas antedicho, las alternativas van a ser, en definitiva, pocas y la confusi¨®n que rein¨® hasta ahora se va a esclarecer r¨¢pidamente.
Quedar¨¢n unas pocas opciones vigentes para que el votante tome su decisi¨®n. La derecha franquista, el centrismo liberal y socialdem¨®crata, la democracia cristiana y los socialismos de diverso signo y matiz. Habr¨¢ extremos a uno y otro lado de ese espectro de no gran entidad num¨¦rica. Y en cuanto al voto regional espec¨ªfico de aquellos pueblos como Catalu?a y Basconia acabar¨¢n, dentro de su problem¨¢tica propia, por situarse en coordenadas ideol¨®gicas coherentes con el voto del resto de Espa?a.
Se ha dicho con reiteraci¨®n que en esta primera consulta las notoriedades personales arrastrar¨¢n m¨¢s votos que las corrientes doctrinales. Puede que as¨ª sea. Pero me inclino a pensar que habr¨¢ rnillones de electores que se decidan a dar preferentemente su apoyo a quien les hable con claridad, explic¨¢ndoles lo que quieren o¨ªr, que no es tanto la propaganda demag¨®gica o pasional como el planteamiento real de los problemas con sus dimensiones y perspectivas aut¨¦nticas y con las eventuales soluciones, despu¨¦s de tantos a?os de elucubraciones incomprensibles y de pedanter¨ªa socio -econ¨®mica, envueltas en abstracciones grandilocuentes. Habr¨¢ en ese sentido sorpresas. Y el voto popular desbordar¨¢ ampliainente en sus dimensiones las estimaciones de los sondeos.
Hay que ser di¨¢fanos en las intenciones y confiarse a la opini¨®n p¨²blica, que devolver¨¢ el ciento por uno a quien les diga de verdad qu¨¦ es lo que pretende defender en las Cortes futuras. Si se va a las Constituyentes, es preciso proclamarlo de antemano y anunciar que ese contenido lo han de asumir Congreso y Senado reci¨¦n elegidos desde el punto y hora en que se re¨²nan para constituirse oficialmente. La soberan¨ªa popular, cuya devoluci¨®n a la comunidad que enunciada program¨¢ticamente por el Gobierno actual, residir¨¢ a partir de ese momento en la asamblea ungida por el sufragio y es ella la que deber¨¢ elegir sus autoridades; elaborar el orden del d¨ªa de sus trabajos y aprobar el reglamento de su mecanismo interior. A partir de ese momento habr¨¢ una legitimaci¨®n deinocr¨¢tica que no s¨®lo alcanza a las propias Cortes, sino que obliga a cualquier Gobierno a contar con ellas de un modo inequ¨ªvoco. Ning¨²n temor debe tener la Monarqu¨ªa respecto a ese proceso. Bien al contrario, el hecho de que la asamblea constituyente sea posible y que de su seno salga elaborada una Constituci¨®n ser¨¢ una prueba definitiva y concluyente de la legitimaci¨®n democr¨¢tica de la Corona y el cap¨ªtulo decisivo de la transici¨®n que la propia Monarqu¨ªa habr¨¢ hecho deliberadamente posible. Cualquier intento de poner obst¨¢culos a ese proceso invocado por parte de supuestos mon¨¢rquicos enfervorizados, tenierosos de riesgos contra la instituci¨®n, resultar¨ªa a la postre el peor servicio que por miop¨ªa pol¨ªtica podr¨ªa prestar su pretendido lealismo.
La Constituci¨®n hay que pactarla de antemano, en sus l¨ªneas maestras, alcanzando ese pacto hasta donde sea posible. Cuanto m¨¢s se avance en ese camino, m¨¢s f¨¢cil ser¨¢ entenderse despu¨¦s. Si se establecen una serie de puntos fundamentales que constituyen el cuadro general del c¨®digo institucional que se desea, es muy probable que bastantes grupos y sectores pol¨ªticos, con m¨¢s amplitud que los l¨ªnites de una simple coalici¨®n electoral, puedan prestar su aprobaci¨®n, en principio, a esta maqueta arquitect¨®nica del proyectado edificio destinado a albergar nuestra vida p¨²blica del futuro. No hay que rechazar ninguna coalici¨®n electo ral con fines ideol¨®gicos precisos que configura un sector de pensamiento determinado. Y otra cosa, completamente distinta, es llegar a un entendimiento sobre el g¨¢lito, la superficie, las paredes maestras y el contenido funcional de esa Constituci¨®n en la que deben caber holgadamente todos los espa?oles. Socialistas, liberales, socialdem¨®cratas y demo cristianos pueden estar de acuer do en c¨®mo debe organizarse la convivencia pol¨ªtica en las cuales deba ser las reglas del juego. Y no estar en absoluto con formes con los programas respectivos de gobierno que propugnan cada uno.
Pienso que la clarificaci¨®n de lo que es el proceso constituyente, de explicar su puesta en marcha y de exponer su ¨²ltimo alcance es una necesidad urgente. Nada ser¨ªa tan peligroso como entrar en el per¨ªodo electoral sin haber analizado y proclamado el paso siguiente p¨²blicamente a la faz de la opini¨®n.
La campa?a de las elecciones se va a hacer, por exigencias de tiempo, apresuradamente. Los partidos apenas han tenido margen para organizar sus infraestructuras propias. Hay que tener un m¨ªnimo plazo para reflexionar con serenidad. Cuando llegue la vor¨¢gine final la acci¨®n se lo lleva todo por delante. Importa que cuando se haya posado la polvareda tengamos una idea clara de la gigantesca tarea que nos queda por delante: convertir a Espa?a en una democracia.
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