Europe¨ªstas
Es cosa normal que los pol¨ªticos de todo el mundo busquen el respaldo exterior de su actuaci¨®n. Tambi¨¦n es normal tratar de reforzar la Imagen interior con brillantes apoyos externos. Pero estas ideas, elementales y en principio normales, pueden traducirse en formas de comportamiento muy dispares.El r¨¦gimen del general Franco nos someti¨® a una curiosa presi¨®n contradictoria: en ciertas ¨¦pocas la exaltaci¨®n nacional lleg¨® a extremos desaforados de afirmaci¨®n imperialista, m¨¢s literarios que efectivos, esa es la verdad; luego vino lo de la reserva espiritual de Occidente y las lecciones de organizaci¨®n pol¨ªtica que Espa?a daba al mundo; Espa?a era un pa¨ªs envidiado. Todo lo cual no exim¨ªa de unos deseos fren¨¦ticos de justificaci¨®n por el exterior; primero, all¨¢ por los a?os confusamente recordados de mi ni?ez, eran los visitantes extranjeros con uniformes negros, grises o verdes; luego, despu¨¦s de un breve par¨¦ntesis con la figura de Eva Per¨®n, llegaron los de chilaba y babuchas; comenzaron a venir los de chaqueta y corbata. El colmo de la legitimaci¨®n fue el abrazo de Eisenhower. Con la llamada tecnocracia el asunto fue a¨²n mejor. Personajes y personajillos han sido paseados por Espa?a entera, para que todos nos enter¨¢ramos de lo bien que est¨¢bamos y del triunfo de ?la verdad de Espa?a?. No se perd¨ªa ocasi¨®n de reproducir a doble columna,. en primera plana, las palabras condescendientes y ben¨¦volas de un pol¨ªtico oscuro del medio oeste americano o de un comentarista de revista inglesa de cuarto orden. La justificaci¨®n en . boca del extranjero lleg¨® a ser una verdadera obsesi¨®n.
JAIME GARCIA A?OVEROS
Producida por Elliott Kastner, para la Avco-Ernbassy. Gui¨®n: David Z. _ Goodman, seg¨²n la novela del mismo t¨ªtulo de Raymond Chandler. Direcci¨®n: Dick Richards. Fotograf¨ªa: John Alonzo. M¨²sica: David Shire. Int¨¦rpretes: Robert Mitchum, Charlotte. Rampling, Vera Miles, John Halloran, Anthony Zerbe. Estrenada en el Roxy B.
Esta actitud debe de tener ra¨ªces bastante profundas en nuestro historia. Porque no es patrimonio de espa?oles de una determinada tendencia. Ahora que hay partidos pol¨ªticos, m¨¢s o meno legales o tolerados, ha comenzado el nuevo desfile; pero tiene sus peculiaridades, y puede traer consecuencias que es necesario ponderar.
La oposici¨®n al r¨¦gimen. durante largos a?os, busc¨® el apoyo exterior, sobre todo entre los ideol¨®gicamente afines. La ayuda moral debi¨® de ser en algunos casos grande; la econ¨®mica, menor; la eficacia, casi nula. La verdad es que la Europa democr¨¢tica aprovech¨® en cuanto pudo una Espa?a pol¨ªticamente postergada, pero econ¨®micamente atractiva, a la vez que muchos satisfac¨ªan sus escr¨²pulos repartiendo abrazos y buenos consejos. Los contactos fueron haci¨¦ndose cada vez m¨¢s intensos. Ahora vienen a devolver la visita, a apoyar a sus correligionarios, a apuntarse a la democracia espa?ola, y a dar m¨¢s consejos: llevan ustedes, muy buen camino, a¨²n les falta algo, claro, pero dentro de poco podr¨¢n tener el honor de pedir la entrada en el club. Una especie de a?ojacobeo de la democracia; hay que venir a besar el santo, que ahora, por lo visto, est¨¢ en Madrid.
Naturalmente, hay visitas y visitas. Algunos llegan por primera vez en cuarenta a?os; antes, ni hubieran podido aterrizar; otros ya hab¨ªan venido por aqu¨ª, quiero decir oficialmente; entonces no daban lecciones de dernocracia; ahora, s¨ª, aunque visitan a las mismas personas. Lo importante, para los conversos," es que alguien les d¨¦ el bautismo democr¨¢tico; aunque el oficiante sea el se?or Strauss.
A veces me pregunto si los viejos y nuevos dem¨®cratas no habr¨¢n ca¨ªdo en el mimetismo de la conducta del r¨¦gimen franquista en las relaciones con el exterior. En los nuevos, es l¨®gico, siguen haciendo lo mismo que antes, pero con distinta fundamentaci¨®n t¨¦¨®rica. En los viejos es explicable. Frente a un aparato que tanto se les ha resistido. para convencer a un pueblo ante el que tanto se les ha denigrado, recurren a todos los medios de explicaci¨®n y justificaci¨®n; incluso la justificaci¨®n por el argumento de autoridad extranjera: pura Iransposici¨®n, al campo ppl¨ªtico, de. lo que tantas veces ocurre en el cultural. Hay excepciones, claro; en esto de las homologaciones democr¨¢ticas los comunistas espa?oles son m¨¢s castizos: son ellos quienes dan lecciones de democracia a los dem¨¢s partidos hermanos, euro o no eurocomunistas, en vez de buscar bendiciones, est¨¢n dispuestos a impartirlas; quando el se?or Berlinguer o el se?or Marchais se den una vuelta por aqu¨ª, vendr¨¢n a aprender, no a ense?ar democracia; al menos hay alguien que no tiene complejos.
Es razonable que los socialistas, o democristianos, o liberales europeos vengan en apoyo de sus cong¨¦neres espa?oles. Pero hay que ponerse en guardia ante la tentaci¨®n de cubrirse demasiado con la opini¨®n ajena m¨¢s o menos desinteresada, la beater¨ªa cargante un poco bobalicona, el manejo del incensario hasta dar cierto rubor. En resumen, molesta m¨¢s la actitud de algunos espa?oles que la de los otros europeos que, en general, son bastante discretos. Pero a nadie le disgusta otorgar, si se las piden, legitimidades.
Europa es lo nuestro; nosotros somos Europa; pero Europa no es jauja. Ni en el orden econ¨®mico, ni en el pol¨ªtico, ni en el social. Creo que nos tenemos que parecer m¨¢s a los dem¨¢s; pero no por via de imitaci¨®n, sino como consecuencia de un proceso que derive de nuestras propias convicciones, no parece que haya que ser dem¨®crata porque hay que ser europeo; somos europeos y debemos organizar una democracia si estamos convencidos de ello. Pero que nadie venga a marcarnos con el sello de la denominaci¨®n de origen democr¨¢tico. Si no sabernos lo qu¨¦ est¨¢ bien y lo que est¨¢ mal, tan grave deficiencia no se suple c¨®n juicios ajenos, unos dem¨®cratas que necesitan esa especie de director espiritual pol¨ªtico valen para poco. No despreciemos la opini¨®n ajena. Tom¨¦mosla en lo que vale, seg¨²n nuestro criterio. Pero el criterio propio es fundamental. ?O es que nunca llegaremos a la mayor¨ªa de edad?
Europa es atractiva, Europa es tambi¨¦n dura. Un pa¨ªs, como Espa?a, con una industria desigual, con una agricultura infrautilizada en sus posibilidades, con exceso de mano de obra, con una dependencia tecnol¨®gica del exterior que llega hasta extremos inconcebibles (?saben muchos espa?oles que si nos cortaran de repente el suministro de ciertos elementos, cuya tecnolog¨ªa no est¨¢ en nuestras manos, se vendr¨ªa abajo la copiosa producci¨®n nacional de carne de pollo?), tiene que andarse con mucho tiento al integrarse en un c¨®ntinente m¨¢s bien complicado, aunque tiene que tratar de hacerlo. Gran Breta?a, en mejor situaci¨®n econ¨®mica y sin complejo pol¨ªtico alguno, tard¨® varios a?os en decidirse, y luego regate¨® hasta lo inconcebible, y lo sigue haciendo.No vayamos a caer en la ingenuidad de contentarnos con unas palmaditas en.la espalda y un lavado de conciencia. Ni corno espa?oles ni como dem¨®cratas, si lo somos en serio tiene nadie que perdornarnos nada. Desear¨ªa que todos, o la mayor¨ªa de los espa?oles. incluso los m¨¢s dudosos conversos sintieran lo mismo. Al fin y al cabo, a algunos de esos europeos la democracia les vino de mano de los ej¨¦rcitos invasores. Y nosotros, si conseguimos hacerla, la haremos solos, o, al menos. sin ayudas tan contundentes.
Bien venidos sean los otros europeos. Est¨¢n en su casa. Procuraremos aprender lo que no sepamos. Colaboraremos en una tarea com¨²n. Agradecemos sus palabras de aliento. Agradeceremos mucho m¨¢s los hechos que demuestren comprensi¨®n de nuestros problemas y deseo claro de resolverlos, no s¨®lo buenas palabras, que nunca sobran, sino hechos que signifiquen generosidad, de esa que se traduce en magnitudes expresadas num¨¦ricamente. Estemos dispuestos a colaborar en la soluci¨®n de las dificultades que tienen ellos. Todos unidos, y a cada cual lo suyo, pero ni un c¨¦ntimo m¨¢s, ni uno menos. Las homologaciones no forman parte de la negociaci¨®n, ni a nivel nacional, ni a nivel de partido o grupo pol¨ªtico. Por supuesto, no se trata de acusar a nadie y menos a quienes han estado en el ostracismo o en la ?ilegalidad?. Es una simple llamada a la realidad, que, con connotaciones muy diferentes, puede valer para todos nosotros, sea cual sea nuestro pasado personal o de grupo.
Para los de aqu¨ª: el que tenga complejos, que vaya a un siquiatra o que se tome una cura de alejamiento pol¨ªtico. El pueblo espa?ol, que est¨¢ constituido por ?todos? los espa?oles, no tiene por qu¨¦ ser v¨ªctima de la mala conciencia de nadie, ni del entusiasmo ideol¨®gico de los que est¨¢n a punto de adquirir carta de ciudadan¨ªa pol¨ªtica, ni tan siquiera del ardor democr¨¢tico sin m¨¢s distingos. Hay que cuidarse hasta de la propia ingenuidad. Pensemos seriamente en el pan nuestro de cada d¨ªa de 35 millones de espa?oles de hoy y de muchos millones m¨¢s de ma?ana.
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