Jorn: un hilo que nos une a COBRA
En 1948, a?o en que, como dec¨ªa el entonces joven Lyotard, lo propio era ?pensarse sin porvenir?, nace una ?Internacional de Artistas Experimentales? m¨¢s conocida por el nombre Cobra (Copenhague, Bruselas, Amsterdam) y que se propone ?negar por la creaci¨®n misma el conformismo aplastante?. Tres a?os m¨¢s tarde, se disuelve realmente el grupo, hecho que en el orden simb¨®lico de la ?salud mental? se traduce en la estancia de sus dos animadores principales, el escritor Christian Dotremont y el pintor Asger Jorn, en el sanatorio de Silkeborg. T¨¦rmino de un trayecto en cuya continuidad muchos hubieran estado interesados, y de hecho como la I.S. denunci¨® siete u ocho a?os m¨¢s tarde, la imagen de marca sigui¨® sometida a una explotaci¨®n sistem¨¢tica por parte de los menos interesantes ex artistas experimentales, cuya escasa originalidad era ?compensada? por el aura de seriedad te¨®rica que siempre da el encuadramiento en un grupo de vanguardia.Los ingredientes del trayecto com¨²n, suele decirse que fueron: el expresionismo n¨®rdico (de Much a Ensor), el surrealismo (Bur¨® Internacional del Surrealismo Revolucionario, Bruselas, 1947), la cr¨ªtica del realismo socialista como instrumentalizador, la reacci¨®n contra el racionalismo (Pedersen empieza siendo un abstracto geom¨¦trico, Jorn estudia con L¨¦ger y Le Corbusier), el inter¨¦s por las artes populares, marginales, ?de la locura?, brutas que dir¨ªa Dubuffet (Jorn pose¨ªa un amplio saber etnol¨®gico). Todo ello en una latente perspectiva revolucionaria: el grupo holand¨¦s ?Reflex? creado en torno a Constant en 1948 y que se incorporar¨ªa a La Internacional, propone en su primer manifiesto una expresi¨®n vital, directa, colectiva, en que el artista pierda su lugar privilegiado, en que se d¨¦ la batalla a la cultura existente, en que se prefigure la libertad total por la que se combate. Tales preocupaciones, para los m¨¢s l¨²cidos de la Internacional -Jorn y Constant-, implicar¨¢n la constituci¨®n del ?Movimiento para una Bauhaus imaginista?, que junto con el ala izquierda de Guy Debord en la Internacional Letrista, dar¨¢ lugar en la conferencia de unificaci¨®n de Cosio d'Arroscia (julio de 1957) a la Internacional Situacionista.Seguir inventado la lucha
La anterior lista de lo que org¨¢nicarnente fue esa serpiente Cobra no hace falta decir que est¨¢ elaborada con doble intenci¨®n. Aparte de informar, refleja una historia aparentemente burocr¨¢tica (como luego lo ser¨¢ la de la I.S.); y dice poco sobre la pintura de los participantes -su expresionismo, sus colores chillones, sus graf¨ªas, su escritura convulsiva. M¨¢s, muy encima a¨²n en la noche la conmoci¨®n de doctor Feelgood, en la escritura querr¨ªa pasar, no la voluntad historicista, sino por el contrario, ?la pr¨¢ctica que nos practica? (Herv¨¢s), el mismo proceso de la escritura en tanto que inseparable, en el cuerpo, de las razones que nos animan a seguir a¨²n adelantando ?alternativas?, a seguir negando lo existente, en un palabra, a seguir inventando la lucha. Y la historia de las glorias y miserias de una Internacional tan peque?a y desaparecida hace tantos anos pertenece del todo al pasado. Un pasado que a nivel de pintura, preferimos contemplar desde otros ¨¢ngulos, en otro plano (valga la iron¨ªa) que es como ya dijimos hace poco, ?ese lienzo enorme? de los americanos.
Llegados a este recoveco del laberinto (una figura muy querida en Cobra y que la I.S. con su urbanismo unitario retomar¨¢ en un sentido l¨²dico) habr¨¢ que aclarar que el ¨²nico hilo posible que nos conduzca de un Cobra cuyos restos recalentados son promocionados a costa de la etiqueta (es el caso, ahora, de Lucebert) a nuestro presente de despu¨¦s de mayo del 68 y de despu¨¦s de la crisis de todas las teor¨ªas del sujeto, incluido el sicoan¨¢lisis cl¨¢sico, es la revolucionaria obra te¨®rica de Asger Jorn, y lo que de ¨¦sta se incorpor¨® al patrimonio colectivo de la I.S. De ella habr¨ªa que hablar, por tanto, aunque me da la impresi¨®n de que como pocos la han le¨ªdo, y como se ha tendido a recuperar lo m¨¢s anecd¨®tico de Cobra, tal vez, en lugar de aclarar esta breve enumeraci¨®n de cuestiones, contribuya al malentendido, seg¨²n el cual el grupo en cuesti¨®n se habr¨ªa sobrevivido a s¨ª mismo.
Construcci¨®n de situaciones
Jorn, tanto en Cobra como en la Bauhaus imaginista, como luego en la I.S., se inscribe en contra de todas las formas de la opresi¨®n pol¨ªtica, sexual, cultural. Su radicalidad anti-institucional es la consecuencia de su concepci¨®n libertaria de la revoluci¨®n social. En el plano del arte y de la cultura, esto implica el descubrimiento, frente a la vieja Bauhaus racionalista, cuyos disc¨ªpulos son puestos en la picota (cr¨ªtica del dise?o, de la Escuela de Ulm y de Max Bill), de la posibilidad de una anti-Bauhaus, en la que el adulto y el ni?o se igualar¨¢n en la ruptura de esa l¨ªnea divisoria fluctuante entre el arte y el juego. La creatividad libre, po pular en un sentido superior como lo entend¨ªa el manifiesto de ?Reflex?, es al mismo tiempo fermento de disoluci¨®n de las formas art¨ªsti cas establecidas, de la normaliza ci¨®n del entorno cap italista, y pun to de arranque de la que la I.S. sistematizar¨¢ como aplastamiento activo de las antiguas condiciones, esto es, construcci¨®n de situaciones, deriva continua, lo que en un vo cabulario deleuziano llamar¨ªamos ?Bricoler? el entorno, y lo que el mismo Jorn define de una vez por todas como detourner, desviar, in vertir, investir.
El mismo problema de la traducci¨®n de d¨¦toruner y d¨¦tournement indica la riqueza de sentido del t¨¦rmino, que Vaneigem ampli¨® de la alteraci¨®n de los sistemas comunitarios establecidos (o como dir¨ªamos, de las semiotizaciones) al desv¨ªo puro y simple de aquello que una colectividad en lucha necesita. En la perspectiva de Jorn, por supuesto, tales desv¨ªos no difieren sustancialmente del juego, que es asimismo gasto, la famosa d¨¦pense de Bataille, el potlatch de los pueblos primitivos.La revisi¨®n cr¨ªtica del marxismo como economicismo (en ?Cr¨ªtica de la pol¨ªtica econ¨®mica?), las alternativas que deben ofrecerse para que la automatizaci¨®n sea un factor libeFador, la cr¨ªtica de las burocracias del Este como simila res a las del Oeste (cuando tan solo Socialismo on Barbaire plantea ba a fondo tal espinoso tema), el an¨¢lisis del arte bajo el capitalismo que lo mercantiliza (frente a otras sociedades en que la d¨¦pense no era encerrada, en l¨ªmites tan estrechos como los hoy marcados), la cr¨ªtica de las vanguardias prehist¨®ricas (el letrisnio e Isidore Isosu), el an¨¢lisis de la patafisica como religi¨®n con sus aspectos positivos y negativos, la s¨¢tira contra los supervivientes y explotadores de Cobra, la indaga cion en el campo topol¨®gico. Es de resaltar hasta qu¨¦ punto todo ¨¦sto es abordado en una perspectiva unitaria: la que conducir¨¢ a la I.S. a constituirse, a pesar de sus m¨²lti ples errores, en un polo de referencia te¨®rico y pr¨¢ctico para abordar la crisis del movimiento revolucionario.
Los contra-valores
En 1961, Jorn se sale de la I.S; ¨¦l, que hab¨ªa dicho que el arte es un contra-valor, una invitaci¨®n a un gasto de energ¨ªa, la prodigalidad, consider¨® incompatible la cada vez mayor radicalidad de la I.S., con su persistencia privada en el campo de la pintura. El problema, quien, quiera creerlo solucionado con esta salida, me parece que escamotea un aspecto crucial de las nuevas relaciones arte-pol¨ªtica. No se trata de reivindicar la prehistoria de la I.S., sino (y en estas cuestiones, no en las pict¨®ricas, pues bien puede imaginarse el lector que no me interesan demasiado tal como se planteaban en Cobra) algunos conceptos de Jorn. Sobre todo, cuando los contra-valores que el arte produce ah¨ª est¨¢n (en doctor Fellgood como en muchos otros lugares), cuando las alternativas concretas a la socialidad capitalista ah¨ª est¨¢n (y no pasando siempre, en contra de lo que quisieran los pro-situs, por el abanico de previsiones de una organizaci¨®n que por exigencias de cohesi¨®n te¨®rica y pr¨¢ctica nunca super¨® las doscientas personas a lo largo de toda su existencia), no son las invocaciones contra la miseria cultural o pol¨ªtica las que har¨¢n avanzar el asunto, sino la intervenci¨®n en todos los terrenos, favoreciendo los puntos de ruptura y planteando a todos los niveles las trabas que el poder pone a los deseos (p¨²blicos o/y privados) de diversos sectores sociales y a sus pr¨¢cticas. En tal sentido, Jorn tiene raz¨®n: si el arte, la producci¨®n de sentido, es un contra-valor, una invitaci¨®n a un gasto de energ¨ªa, su relaci¨®n con la construcci¨®n de situaciones, con las alternativas a la vida cotidiana capitalista, no deriva necesariamente en la ?muerte del arte?. En tal ¨®ptica el famoso slogan situacionista de que el arte se fundir¨¢ en la vida no deja de ser una manera idealista de escamotear la verdadera naturaleza de tal relaci¨®n, y de zanjar aparentemente un debate que en los ¨²ltimos a?os se ha vuelto a abrir por muchos lados.
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