Nuestro siglo XIII se derrumba
La pr¨®xima ser¨¢ la de Santiago. Querernos decir que, tras el reciente derrumbamiento de la iglesia de San Miguel, ser¨¢ la de Santiago la pr¨®xima en ver los suelos, y, tras¨¦sta, la de San Pedro, y la ermita de Otero..., siguiendo la suerte de las ya desaparecidas de San Gerv¨¢s, San Mart¨ªn, Santa Mar¨ªa de Serranos, San Andr¨¦s, Salvador, Santo Domingo, Santa Cruz, San Esteban..., hasta corisumar las aproximadas tres cuartas partes de los templos con que hist¨®ricamente (aun sin merecer tratamiento de conjunto hist¨®rico-artistico) contaba hasta hace no mucho la ciudad de Alba de Tormes.La situaci¨®rtque actualmente cuadra y cumple a la iglesia de Santiago poco difiere de ¨¦sta: la agrietada torre lateral tiende a verse peligrosamente separada del resto de la f¨¢brica, dej¨¢ndola desamparada de todo apoyo, al tiempo que su asentamiento, socavado y erosionado, m¨¢s por la humedad que por el paso del tiempo, queda paulatinamente en el aire, con grave amenaza para el ¨¢bside morisco que le sirve de cabecera.
Anteponemos la actual situaci¨®n de la iglesia de Santiago, por ser la iniIinisima en que hace una semana se encontraba la de San Miguel, estrepitosamente desmoronada, con la segura desaparici¨®n de uno de sus retablos, grave deterioro del otro, dif¨ªcil posibilidad de rescate de los tres sepulcros escult¨®ricos que en su interior se albergan..., y may¨²sculo peligro para los viandantes (los chiquillos del adyacente colegio de la Milagrosa sol¨ªan corretear por la explanda en la que ha tenido lugar la cat¨¢strofe, libr¨¢ndose milagrosamente de sus consecuencias, por haber acaecido en s¨¢bado, d¨ªa no lectivo).
Triste caso es que una poblaci¨®n como Alba de Tormes, num¨¦ricamente chica e hist¨®ricamente grande, que hasta hace no mucho arrojaba un censo de diecinueve, iglesias, cuente en la actualidad con solamente ocho, amenazadas dos de ellas de ruina m¨¢s que presumible, si Dios no lo remedia, ya que no quienes m¨¢s de ello debieran cuidarse. Alguien ha tratado de disculpar el derrumbamiento de la iglesia de San Miguel alegando que le ha llegado su hora, sin tener en cuenta el desatino que supuso la demolici¨®n previa de la torre rom¨¢nica y el traslado de dos de los cinco sepulcros interiores, uno de los cuales, incrustando en el muro, desempe?aba Punciones de arco de contenci¨®n.
Voluntad de abandono
En la cat¨¢strofe de la iglesia de San Miguel ha mediado una clara voluntad de abandono, cuya culminaci¨®n vino a producirse al arrancar de su lugar originario los dos antedichos y maravillosos sepulcros g¨®ticos, y transportarlos como ornamento, a la restaurada iglesia de San Juan. Derribada la torre y trasladados los conjuntos escult¨®ricos, sin rellenar convenientemente el hueco en que antes cumpl¨ªa uno de ellos la misi¨®n de sost¨¦n el muro lateral de la derecha qued¨® en el aire, en su confluencia, justamente, con el ¨¢bside que, desamparado, e igualmente al aire, ha parado necesariamente en los suelos.
Para agravar el caso, se hab¨ªan adosado al ¨¢bside viviendas de nueva planta, as¨ª como otras edificaciones auxiliares y ?un transformador de corriente el¨¦ctrica! en el costado anterior de la parte derecha del templo. Esta cadena de sucesivos errores guarda estrecha relaci¨®n, bajo un denominador com¨²n: el abandon¨®. La erosi¨®n del tiempo, las sucesivas alte raciones y la ca¨ªda de las lluvias han heccho el resto.
Posible es que las edificaciones de Alba de Tormes requieran mayores atenciones y m¨¢s sol¨ªcitos cuidados que las de otros confines geogr¨¢ficos del patrimonio nacional: la mamposter¨ªa es de baja calidad, elaborada con pizarra de la localidad, muy alterable, y un mortero envejecido; los muros son tan esbeltos como exentos de contrafuertes; las cubiertas, privadas de toda conservaci¨®n, llevaban no poco tiempo inundando de agua las falsas b¨®vedas y las testas de los muros que, privados de apoyo f¨ªsico (y oficial), han terminado por desplomarse.
Obvio parece que una poblaci¨®n como Alba de Tormes, con una secular tradici¨®n religiosa a sus espaldas, no pueda atender por s¨ª sola la simple conservaci¨®n de tantos y tantos monumentos hist¨®ricos y art¨ªsticos. Hecha excepci¨®n de los conventos, un solo p¨¢rroco cuida de la salud espiritual del pueblo, vi¨¦ndose impotente, en lo material, de subvenir a labores tan indispensables como el simple retejado de los tres templos que de su jurisdicci¨®n inmediata dependen (una vez desmoronado el de San Miguel).
No menos obvia resulta la contribuci¨®n de los habitantes en la conservaci¨®n y buen cuidado de sus monumentos, pero no a expensas exlusivamente suyas, de atender a la ley de 9 de agosto de 1926, cuyo art¨ªculo 1? reza textualmente: ?Constituye el tesoro art¨ªstico arqueol¨®gico nacional el conjunto de bienes muebles e inmuebles, dignos de ser conservados para la naci¨®n por razones de arte y cultura. Estos bienes quedan bajo la protecci¨®n y tutela del Estado, con sujeci¨®n a los preceptos de este decreto-ley, a partir de,su publicaci¨®n en la Gaceta de Madrid. ?,
En los sucesivos apartados, la ley deja deducir claramente, sin paliativos, que no solamente esta iglesia arruinada, sino todas las otras del casco urbano de Alba de Tormes merecen atenci¨®n y protecci¨®n oficial, a¨²n parad¨®jicamente exentas de la correspondiente clasificaci¨®n y oficial pertenencia al conjunto hist¨®rico-art¨ªstico.
Un SOS a Bellas Artes
El art¨ªculo 12 dice taxativamente: ?Cuando los edificios y ruinas declarados pertenecientes al tesoro art¨ªstico nacional no ¨¦stuvieren debidamente atendidos en su conservaci¨®n o se pretendiera realizar en ellos obras que puedan alterar su belleza o desnaturalizar su aspecto caracter¨ªstico, o estuvieran amenazados de desaparici¨®n en totalidad o en parte, se requirir¨¢ a sus propietarios para que procedan a la reparaci¨®n o Consolidaci¨®n de los mismos, fij¨¢ndoles un plazo en que habr¨¢n de ejecutarlo. De no haberlas realizado, el municipio, la provincia y el Estado podr¨¢n optar por ejecutar por s¨ª mismos la consolidaci¨®n de que se trata o por la expropiaci¨®n del inmueble, previos los tr¨¢mites reglamentarios y o¨ªdo el parecer de las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Femando.?
Sabemos que no han faltado solicitudes por parte de Alba de Tormes en torno a su justa consideraci¨®n, hasta hoy denegada, como conjunto hist¨®rico y art¨ªstico, y que en el caso particular de la tristemente derruida iglesia de San Miguel se ha venido lanzando desde el pueblo m¨¢s de un SOS a Bellas Artes, sin otra respuesta que un silencio nada elocuente o, lo que es m¨¢s grave, la lateraci¨®n de la f¨¢brica del templo y ulterior traslado, al restaurado de San Juan, de los antedichos sepulcros, uno de los cuales resultaba indispensable, seg¨²n dijimos, para la sustentaci¨®n del ¨¢bside en el punto, justamente, en que ha cedido con la ruina del resto.
Sabemos tambi¨¦n que, ante, la indiferencia oficial, la Casa de Santiago, congregaci¨®n dedicada al cultivo de vocaciones adultas, con sede actual en Alba de Tormes, hab¨ªa intentado, por su cuenta y riesgo, conservar, consolidar y res tituir al culto y al uso el templo de San Miguel, desistiendo del em pe?o tanto por el grado de aban dono en que ¨¦ste se hallaba c¨®mo por la total indiferencia y desasis tencia del lado de quien corresponda.
Las profundas transformaciones socioecon¨®micas que ha sufrido la sociedad espa?ola en los ¨²ltimos a?os han ocasionado un profundo cambio en los usos y costumbres de las poblaciones rurales, cuyo abandono queda d¨ªa a d¨ªa favorecido por las constantes olas de emigraci¨®n (en el caso concreto de Salamanca vale decir, a tenor de estad¨ªsticas de ¨²ltima hora, que la provincia ha visto reducido su censo en 21.764 habitantes).
Sin ninguna ayuda ?exterior?
Ello no excusa, en ning¨²n caso, de la desatenci¨®n de que vienen siendo objeto toda una serie de poblados, provincias, comarcas y regiones enteras. Las gentes que van quedando en sus lugares de origen no dejan de alentar, en condiciones hart¨® dif¨ªciles, la vida y permanencia de pueblos y lugares de probada solera y cumplida tradici¨®n hist¨®rica, cuales las que adornan, por ejemplo, a Alba de Tormes.
Y es lo cierto que estas gentes saben en muchos casos valorar, no poco mejor que los eximios visitantes espor¨¢dicos o ilustres pol¨ªticos nacionales y locales, sus propias cosas, aquellas que conforman su propia vida y la de su lugar. Sus calles, callejas, plazas, conventos, iglesias (y r¨ªos, puentes y aleda?os) son algo entra?able para ellos, aunque en la mayor¨ªa de los casos les resulte excesivamente onerosa, por no decir del todo imposible, su conservaci¨®n.
La negaci¨®n de ayuda exterior a estas sociedades, de por s¨ª, y muy a su pesar, cerradas, supone, la negaci¨®n total de su forma de vida, de sus tradiciones y de su propia identidad. Este sentimiento de amargo abandono (de saberse dejados de la mano de Dios y de los otros hombres) no hemos dejado de percibir lo entre los actuales moradores de Alba de Tormes, cuya historia y cuyo arte (aun sin haber merecido la consideraci¨®n oficial de conjunto de lo uno y de lo otro) alberga una buena porci¨®n de los. valores art¨ªsticos e hist¨®ricos de la circunscripci¨®n estatal.
Quien pod¨ªa y deb¨ªa haber acudido, por manndamiento de ley y exigencia de justicia, a mantener en pie (a conservar y consolidar) los monumentos de Alba de Tormes, ni lo hizo, ni lo hace. ?Con qu¨¦ derecho cabe privar, de otro lado, a Alba de Tormes de sus valores art¨ªsticos, hist¨®ricos y culturales en general, que debidamente orienta dos (mejor que explotados) pod¨ªan constituir ayuda a la precaria vida de sus gentes? La respuesta, la amarga respuesta, v¨¦ase ce?ida a su infausta condici¨®n de no ser costa, ni ofrecer alguno de los aficientes costeros.
?En virtud de qu¨¦ extra?os designios, insistimos, se puede privar de un potencial tur¨ªstico, harto m¨¢s noble, a zonas y localidades de brillante historia y desgraciado presente? ?Con qu¨¦ criterios se emplean sumas importantes en costosas obras de reconstituci¨®n de edificios, taxativamente prohibida por ley de mayo de 1933 (reglamento de 1936), ley, que nosotros sepamos, no derogada, aunque sistem¨¢ticamente elegida para su diaria infracci¨®n oficial?
El dinero y su empleo
En su art¨ªculo diecinueve nos es dado leer: ?Se prohibe todo intento de reconstituci¨®n de los monumentos, procur¨¢ndose por todos los medios de la t¨¦cnica su conservaci¨®n y consolidaci¨®n, limit¨¢ndose a restaurar lo que fuera indispensable y dejando s¨ªempre reconocibles las adiciones.? ?Y qu¨¦, si no infracci¨®n oficial, son algunas de las obras ¨²ltimamente reconstituidas, como la iglesia de San Justo y la torre de San Esteban, en Segovia, las ni tirallas de La Guardia, en Alava, el monasterio de Santa Mar¨ªa la Real, de N¨¢jera, y el templo de Santa Mar¨ªa de Palacio, en Logro?o?
Venimos oyendo, con reiteracion, que no hay dinero suficiente para cuidar de tantos y tantos mo numentos como los que te¨®rica mente constituyen el patrimonio nacional. Y ello es cierto, como igualmente lo es que su prudente y equitativa distribuci¨®n (a tenor de las puntualizaciones claramente impresas en la ley citada y, p¨¦sele a quien le pese, investida de vigor) dar¨ªa frutos m¨¢s provechosos para todos. Las sumas que se invierten en la reconstrucci¨®n o reconstituci¨®n, sobreavisadas?o negativa mente prevenidas por ley, ?por qu¨¦ no se emplean en conservar y consolidar (verbos enfatizados una y.otra vez en el texto legal) lo que corre peligro inminente... y supone, tal vez, en su totalidad, un me nor desembolso que el que las par ticulares y antedichas reconstrucciones y reconstituciones han ocasionado.
Si de tan poco dinero disponemos y lo distribuimos tan mal. 10 estaremos arruinando, por correlativas razones de indiferencia y privilegio, la mayor parte de nuestro patrimonio hist¨®rico -art¨ªstico, en beneficio de unas cuantas supuestas joyas, remozadas pr¨¢cticamente de arriba abajo a diestra y siniestra, y cuya reforma integral imposibilita el reconocimiento de las adiciones que la ley prescribe?
Consolidar y conservar
Si la ley nos manda consolidar y conservar, pues conservemos y consolidemos, apeemos, retejemos y limpiemos acudiendo a remedios tan simples como el empleo de la mano de obra local (que la hay, y mucha) y la atenci¨®n del paro (que tampoco escasea), para estos tan sencillos menesteres que cuestan poco y tanto lucen; a la par que resultan mil veces m¨¢s aut¨¦nticos que muchas de esas vergonzantes restauraciones y reconstituciones parad¨®jicamente realizadas por quienes debieran ocuparse de estrictas labores de conservaci¨®n y consolidaci¨®n.
La pr¨®xima ser¨¢ la de Santiago. Para que nadie vea en este sumario y precipitado informe un ¨¢nimo exclusivo de denuncia tras lo tristemente acaecido, lanzamos, tras lo in situ contemplando, un sincero SOS previsor de lo que, de no conservarse y consolidarse con urgencia, parar¨¢ igualmente en cat¨¢strofe: las lamentables circunstancias que actualmente adornan, en Alba de Tormes, a la iglesia de Santiago coinciden en todo con las que acaban de ocasionar la irreparable ruina de la de San Miguel. En cuanto a ¨¦sta, de nada vale ya el lamento, pero tampoco la condescendiente disculpa de que todo tiene su final, y mucho menos la alegre proclama de que se trataba de una obra menor. Obra menor, ?en atenci¨®n a qu¨¦? ?Al ornato? ?Vale, sin embargo, el tan socorrido ornato (de parador de turismo) que la memoria del tiempo y la posibilidad de estudio y ense?anza en tomo a un ejemplo singular de fusi¨®n entre el rom¨¢nico y el mud¨¦jar?
Quienes ponen en tela de juicio el valor del templo, rem¨ªtanse al texto de G¨®mez Moreno, que acompa?a a este informe. ?Acaso hemos de dudar tambi¨¦n de su autoridad y desmentir la inclusi¨®n (con ilustraci¨®n y todo) del desaparecido templo de San Miguel en su Cat¨¢logo Monumental de Espa?a? Valga tambi¨¦n el juicio del pueblo llano, por voz de uno de los habitantes de Alba de Tormes, espont¨¢neo y gentil acompa?ante, quien ante las ruinas de la iglesia de San Miguel dej¨® literal y significativamente dicho: ?Si no espabilan, se les vienen abajo todas las dem¨¢s.?
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.