El rigor expresivo de Octavio Paz
El giro copernicano de la poes¨ªa se produjo al convertirse en objeto del poema. Desde entonces se la suele considerar otra forma especial de conocimiento. Entre nosotros, el poeta m¨¢s representativo al respecto es, sin duda, B¨¦cquer. Su obra inicia el proceso de la enso?aci¨®n y remueve el. plumaje de la memoria. El formalismo sensitivo y su simbolog¨ªa po¨¦tica corresponde a Baudelaire, cuya obra se apoya en BedIoe, T. de Quincey, Fourier y Swedenborg. Posteriormente, y de manera decidida, vendr¨¢ el surrealismo con Bret¨®n a la cabeza. No pueden olvidarse los nombres de P. Val¨¦ry, Eliot y Jorge Guill¨¦n, quienes contribuyeron al esclarecimiento de la forma po¨¦tica. En el campo de la filosof¨ªa exist¨ªa el precedente de Baunigarten, pero lo que m¨¢s sorprendi¨® fue la actitud renovadora de Heidegger. Sus inquietudes espacio temporales llegaron a centrarse en la obra art¨ªstica, concretamente en la po¨¦tica y escult¨®rica. ?Qui¨¦n dir¨ªa que la modulaci¨®n espacial de Chillida pudiera sorprender al gran maestro de Friburgo? Por un lado, la palabra, que, seg¨²n A. Machado, es tiempo, y por otro, el espacio, ¨¢mbito de la forma. Desde H?1derlin, toda una sorpresa metodol¨®gica para propios y for¨¢neos.El hecho de recordar estas cosas no tiene otro fin que situar el ambiente po¨¦tico de Octavio Paz. Su obra actualiza hoy en el panorama de la literatura mundial aquellas inquietudes. Parte de la memoria, medita sobre el fundamento del ser y del arte, elabora una analog¨ªa a la luz de los m¨¦todos m¨¢s recientes y parece decirnos que la po¨¦tica puede hablar al hombre del siglo XX . La forma y estructura po¨¦tica alcanzan aqu¨ª un valor de s¨ªntesis humana.
Octavio Paz:
Pasado en claro. Fondo de Cultura Econ¨®mica, M¨¦xico.
Pasado en claro es un poema continuo, de lectura dif¨ªcil, poroso y compacto a un tiempo. Posterga la f¨¢cil sensibilizaci¨®n en aras del rigor expresivo. Los valores ret¨®ricos se mueven en el preciso espacio de su necesidad germinativa. Apenas existen digresiones. Las partes colaboran al realce del todo.
La problem¨¢tica del espacio y del tiempo se centra en el lenguaje, su ra¨ªz y tronco: memoria y cuerpo. El papel de aqu¨¦lla en la literatura de nuestro siglo requiere ya un estudio minucioso. Hay obras cuyo n¨²cleo se reduce a la explicitaci¨®n de un recuerdo, su imposibilidad o consecuencia. Pasado en claro comienza precisamente con su evocaci¨®n y la dificultad formal de corporeizarla mediante la escritura, que retarda la acci¨®n conceptiva al querer retenerla. En el acto simple de conciencia cabe la simultaneidad temporal. En la escritura, no. Pero tambi¨¦n all¨ª hay atolladeros. De aquel acto simple no queda sino su propia sombra, espejos y vislumbres a medio camino del presentimiento y del sentido, ¨¢mbito de la negaci¨®n. Ah¨ª tacta im¨¢genes, penetra la c¨®rnea del ojo desmemoriado -conciencia- y esencializa las diferencias en una claridad lacustre, s¨ªntesis de una idea fundamental en la poes¨ªa de Octavio Paz: ?En quietud se resuelve el movimiento.? Los presocr¨¢ticos renacen bajo la dial¨¦ctica ling¨¹¨ªstica de los planos diacr¨®nico y sincr¨®nico. Pero como el eje ling¨¹¨ªstico no admite epoj¨¦ y su tramoya desluce la realidad, el pastor heideggeriano pierde de vista las ovejas. Seguirlas entre zarzales, o¨ªr sus balidos y no acertar, tal es, no otro, el murmullo gu¨ªa de esta selva existencial.
Espacio
?Qu¨¦ hay detr¨¢s? La coagulaci¨®n del tiempo: el espacio. En ¨¦l pisan los pies del hombre, fragmento coloquial del universo. En ¨¦l llamean las formas de la existencia. Y en ¨¦l, tambi¨¦n, se suceden las letras, entre espacios blancos o murmullos del lenguaje, s¨ªmbolo gr¨¢fico de la totalidad instrumental en orden al poema y cifra de la muerte en cuanto espacio germinativo y segador de las formas. Y de aqu¨ª, como en Heidegger, al lenguaje y a la historia. ?Qu¨¦ hacer con ella? Profundizarla purgando el lenguaje: ?... La historia se consume / en la disoluci¨®n de los pronombres:/ ni yo soy ni yo jam¨¢s sino m¨¢s ser sin yo. ? De nuevo, la epoj¨¦ po¨¦tica. El m¨¦todo se cumple tambi¨¦n en la reducci¨®n imaginativa. Al anular las im¨¢genes, el alma deviene espacio puro. El problema del ser o no ser apunta ya hacia una soluci¨®n intermedia. ?Posible? ?El ser sin ser, la plenitud vac¨ªa. ? Pudi¨¦ramos pensar en la India, pero tambi¨¦n cabe hacerlo en una posible interpretaci¨®n de la nada de Heidegger. Al divinizarla, nos dice el poeta que, siendo dios, ?habita nombres que lo niegan?. Fundamentar el ser en la negaci¨®n es una constante del ilustre fil¨®sofo..En cualquier caso, la est¨¦tica azteca gira hacia 'Occidente. No tanto, en cambio, si atendemos al papel formalizador del lenguaje. Partiendo una vez m¨¢s de Heidegger, el poeta lo define como ?casa ambulante de reflejos?'los ¨²nicos que posibilitan la intuici¨®n fundamental. Y el poema, las flores de los aztecas, es, en cuanto camino intermedio, ?fugaz alegor¨ªa de los nombres/ verdaderos ?, tanteo, aproximaci¨®n, pero nunca la misma esencia. Dentro de su l¨ªnea etnol¨®gica, Octavio Paz sintetiza dos fuentes: ?Lo sab¨ªa el azteca, lo adivinaba el griego: / el agua es fuego y en su tr¨¢nsito/ nosotros somos llamaradas ?. Lo curioso de esta s¨ªntesis es el lazo que la anuda: filosof¨ªa griega, reducci¨®n fenomenol¨®gica, replanteamiento del ser en la obra de Heidegger, importancia. y expresividad del instrumento -arte azteca-, expresividad del cuerpo (Merlau-Ponty) y trascendencia del mismo (filosof¨ªa oriental). En Octavio Paz, n¨®esis es poiesis.
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