Lo que est¨¢ por resolver/ 2
No se han convocado a¨²n las elecciones; pero ser¨ªa infantil desconocer por ello que nos encontramos ya en pleno per¨ªodo electoral. Y hemos entrado en ¨¦l en unas condiciones extraordinariamente an¨®malas. Por una parte, faltan precisiones acerca del procedimiento electoral, que el proyecto de reforma pol¨ªtica dej¨® en estudiada vaguedad para que pudiera ser aprobado por las Cortes caducas, condenadas a muerte.Al propio tiempo, cuando se escriben estas l¨ªneas se desconocen las normas reguladoras de las garant¨ªas electorales y es mucho m¨¢s que dudosa, por el mantenimiento en lo esencial de las estructuras pol¨ªticas del Movimiento, la posibilidad de que el Gobierno mantenga una aut¨¦ntica neutralidad en la contienda y no guarde en reserva un arma poderosa de presi¨®n, susceptible de influir de un modo decisivo en la composici¨®n de las futuras Cortes.
Y por si fuera poco, los partidos pol¨ªticos, base insustituible de una ordenaci¨®n democr¨¢tica del pa¨ªs, apenas disponen de tiempo para constituirse legalmente, organizar sus cuadros, influir en las corrientes de opini¨®n, pactar alianzas y allegar fondos para sus actividades propagand¨ªsticas.
La perspectiva es m¨¢s seria si se considera que este corto y cercenado per¨ªodo de pre-libertad democr¨¢tica se abre despu¨¦s de varios decenios de monopolio del partido ¨²nico.
Aun si se dejan a un lado las diferencias de circunstancias hist¨®ricas en que ha surgido a la vida, todo partido ¨²nico responde a unas mismas caracter¨ªsticas esenciales: es el instrumento de una facci¨®n que se presenta como portavoz e int¨¦rprete ¨²nico del esp¨ªritu y de los intereses nacionales; se implanta por la violencia al amparo de circunstancias anormales; monopoliza todos los medios de comunicaci¨®n social para crear una ¨²nica verdad oficial que se va incrustando en la mente de los ciudadanos por medio de una labor deformadora, nutrida de falsedades repetidas d¨ªa tras d¨ªa; pierde, con el paso del tiempo, el generoso esp¨ªritu combativo de los primeros entusiastas, para sustituirlo por una: burocracia de tipo olig¨¢rquico que convierte el unipartidisino en un medio de vida y de provecho; maneja la vida local con procedimientos caciquiles apoyados en la fuerza descarada de los delegados del partido, que son, al propio tiempo, los representantes de una autoridad que se ha movido durante cerca de medio siglo al margen del derecho...
La huella que todo ello ha dejado en los esp¨ªritus ha sido demasiado honda para que pueda borrarse de la noche a la ma?ana por la acci¨®n de unos partidos pol¨ªticos nacidos en pleno desorden, intelectual, influidos por protagonismos que no se resignan a perder una hipot¨¦tica su premac¨ªa, y faltos materialmente de tiempo para organizar unos cuadros eficaces; para montar una propaganda suficiente capaz de contrarrestar un aparato de tan temible eficacia como es la televisi¨®n, que el Gobierno se reserva para s¨ª, con menguadas posbilidades de actuaci¨®n excepcional y otorgada a favor de la inveros¨ªmil multiplicidad de opiniones y de grupos; para buscar docenas de millares de interventores y apoderados que garant¨ªcen una m¨ªnima libertad en las elecciones, y para allegar los cuantios¨ªsimos fondos que exige una campa?a electoral.
?Es que puede decirse seriamente que est¨¢n capacitados para llevar a cabo esta tarea unos partidos que, despu¨¦s de varios decenios de proscripci¨®n, han conocido unos cortos meses de tolerancia y todav¨ªa varios de ellos no han logrado en el momento en que esto escribo un pleno reconocimiento, gracias a los obst¨¢culos creados por una disposici¨®n legal, medrosa y contradictoria, que quiere hacer recaer sobre el Tribunal Supremo la responsabilidad de unas decisiones que nunca debieron ponerse en sus manos?
?Qu¨¦ eficacia va a tener la propaganda de los partidos, sobre todo en los medios rurales y en los n¨²cleos reducidos de poblaci¨®n, que todav¨ªa pueden contemplar en su integridad a los instrumentos de presi¨®n que durante tantos a?os han sido los depositarios de un aut¨¦ntico poder feudal?
Quienes seguimos de cerca la marcha de los acontecimientos pol¨ªticos no tenemos la seguridad de que el proceso de transformaci¨®n en que nos encontramos inmersos desemboque en una soluci¨®n democr¨¢tica, y no en una prolongaci¨®n, mejor o peor disimulada, de esa pol¨ªtica totalitaria, a la que durante tantos a?os han servido gran parte de los dem¨®cratas de nuevo cu?o. Y conste que entre ellos no vacilo en, incluir a miembros del Gobierno y a primera figuras de partidos que, aunque se llamen populares no se han atrevido a definirse como partidos de oposici¨®n y que parecen ser los llamados a beneficiarse de los resortes de presi¨®n que el se?or Su¨¢rez guarda en sus manos cuidadosamente.
Pues eso que los que nos creemos m¨¢s informados de los acontecimientos pol¨ªticos vemos con una posibilidad peligrosa, pero no remota, lo olfatean con fino instinto defensivo los que acabar¨ªan siendo las v¨ªctimas seguras de la consolidaci¨®n de la antidemocracia. ?C¨®mo pedir en estas condiciones a los millones de espa?oles que est¨¢n a la expectativa que se incorporen a un partido de oposici¨®n y se comprometan con su firma y colaboraci¨®n en una empresa cuyo resultado se presenta tan dudoso? ?Qu¨¦ se ha hecho por parte del Gobierno para dar a los espa?oles una m¨ªnima sensaci¨®n de neutralidad , que abra franco el paso a la democracia?
Bien s¨¦ que la formaci¨®n de un partido es tarea ardua; que no basta una campa?a para darle una estructura medianamente s¨®lida; que la disciplina, indispensable para su perduraci¨®n, no se obtiene mas que a base de una mezcla de firmeza y de comprensi¨®n, en un ambiente de pasiones exaltadas y de rivalidades que no perdonan; y, sobre todo, que el partido se consolida a base de la acci¨®n parlamentaria, del juego de las coaliciones honestas, del contraste diario del ideario del grupo con la ¨¢spera realidad de cada momento.
Nada de eso es posible en las circunstancias presentes, y ser¨ªa injusticia grave arrojar sobre el Gobierno la responsabilidad de que los partidos no alcancen en la coyuntura actual el grado de clarificaci¨®n, cohesi¨®n y experiencia, que nunca se improvisan.
Sin embargo, creo que es obligado exigirle, por lo menos, que no obstruya los cauces naturales, por los que aspiramos a que corran las ideas de los ciudadanos; que no permita la perduraci¨®n de los artilugios que favorezcan a los que fueron, son y ser¨¢n enemigos de la democracia,. sean los que sean los disfraces con que se presenten a la opini¨®n.
La obra que en este orden se pide al Gobierno es seria y erizada de inconvenientes. Dif¨ªcil para cualquier Gobierno, pero tal vez m¨¢s para ¨¦ste, cuyas ra¨ªces se hunden en la antidemocracia, desde la formaci¨®n pol¨ªtica de sus miembros, hasta el t¨ªtulo en virtud del cual ocupan el Poder. Se le pide, ni m¨¢s ni menos, que vuelva la espalda a todo lo que fue, para sentar los cimientos de lo que es la condena de su pasado.
?Cree sinceramente el se?or Su¨¢rez que tiene aliento y posibilidades materiales de llevar a buen fin tan dura tarea?
Y, mientras tanto, ?estima que del actual panorama pol¨ªtico-electoral y de la actual sociedad espa?ola puede nacer en un plazo. que se cuenta por semanas un ¨®rgano constituyente, deficientemente concebido, precipitadamente convocado y dudosamente sincero?
El tema bien vale una honda y desapasionada meditaci¨®n, pues no en vano del resultado de la anunciada consulta depender¨¢ que Espa?a entre en un per¨ªodo constituyente que estructure unas instituciones pol¨ªticas normales o que inaugure un per¨ªodo de inestabilidad en que todo, absolutamente todo, ser¨ªa materia de discusi¨®n.
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