Una aportaci¨®n inapreciable
Como Robert Saladrigas se ocupa m¨¢s arriba de tipificar -manifiestos, una vez m¨¢s, su sensibilidad, inteligencia y justeza-, la obra de Albert Manet, La literatura catalana a Pexili, desear¨ªa subrayar, por mi cuenta y riesgo, algunos de los valores que, a mi particular entender, concurren en tan logrado empe?o.De la parva, guerrillera conferencia que le¨ª en el Ateneo Espa?ol de M¨¦xico, 1949, muy gravada de precipitaciones, ayuna de la considerable contribuci¨®n bibliogr¨¢fica que a los refugiados en Francia correspond¨ªa, al estudio sistem¨¢tico perspicaz y riguroso de Albert Manet, median tiempos y sazones, su serena y laboriosa dedicaci¨®n, la posibilidad de una perspectiva virtualmente completa.
No se trata s¨®lo de distinta y mixta circunstancia (la ¨®ptica en o la percepci¨®n de), no de sustantivos que resultan diferentes, donde se quiebra la sinonimia habitual. Yo pronunciaba la palabra destierro, a boca llena y coraz¨®n dividido; Albert Manet emplea el t¨¦rmino, m¨¢s objetivo y englobador quiz¨¢ en este caso, de exilio. Me limit¨¦, entonces, atisbos exceptuados, a llamar la atenci¨®n de los emigrados pol¨ªticos de lengua castellana sobre las notables contribuciones y los ¨ªmprobos esfuerzos que, a nuestro lado, hormiguicas, y en beneficio del com¨²n patrimonio cultural, llevaban a cabo los escritores catalanes, desgajados de sus lares y dentro de mundos idiom¨¢ticos extra?os a su verbo y quehacer.
Albert Manet recoge y emplaza en el libro de curial que apareci¨® a fines de 1976, lo que significa y encarn¨®, en el decurso de largos a?os, lejos d¨¦ su f¨ªsica demarcaci¨®n, aquella voz coral, ¨²nica, de Catalu?a, que alcanz¨® a expresarse, vicariamente, para entroncar con lo que pronto habr¨ªa de germinar, pese al sojuzgamiento, en el seno de los pa¨ªses catalanes: mayor la rapidez de ese encuentro que en el caso gemelo de las letras de parla castellana.
En esta cla ve de concordancias, de reintegraci¨®n y recomposici¨®n -exilio, impuesto silencio, patria-, Catalu?a representa una aportaci¨®n inapreciable, general y d¨ªa llegar¨¢ en que, por ejemplo, la tesonera, l¨²cida y diest ra labor de Rafael Tasis (cuyo esp¨ªritu, voluntad y cuantiosas porciones de informaci¨®n y relaci¨®n se incorporan a la ponderada y fervorosa estructura de Albert Manet, hoy) trascienda a todas las Espa?as.
Desde M¨¦xico,y luego en Barcelona, el novelista Vicen? Riera Llorca ser¨ªa, con otros empecinados -tossuts, en su galer¨ªa de inolvidables semblanzas- r¨¦plica viva de los evocadores lienzos del ilustre autor de Retrats de coneguts, el reci¨¦n citado Tasis.
Destaquemos la feliz coincidencia de que a Riera Llorca y Albert Manent se deba el importante cap¨ªtulo consagrado a la literatura catalana, en el tomo sexto de la :obra colectiva El exilio espa?ol de 1939, que dirige Jos¨¦ Luis Abell¨¢n y que publicar¨¢ Taurus el pr¨®ximo oto?o. Riera Llorca y A, Manent conjugan dos experiencias y procedencias, lo generacional de all¨¢ y de aqu¨ª.
Creo que a su visi¨®n de conjunto habr¨ªa de agregarse, para el resto de las Esp¨¢?as, el conocimiento inici¨¢tico de selecciones po¨¦ticas, unidades narrativas, fragmentos ensay¨ªsticos con entidad de pensamiento suficiente, escenas compartimentables de piezas teatrales, de la literatura catalana del destierro: suscitar¨ªan una amplia apqtencia de traducciones y se verificar¨ªa el proceso descubridor de la propia personalidad plural, en tan, reveladoras parcelas, conciencia: que nos es imperativa y no se subordina -pues requiere mayor plazo y pertenece a dimensi¨®n permanente- a premisas pol¨ªticas inmediatas.
De tal modo se procurar¨ªa (al igual que con las letras gallegas y las de Euzkadi, en la medida de su pronosticable desarrollo y seg¨²n la escala enunciada) que empiece a ceder la pereza mental, demasiado castiza y operante por paradoja, -que nos ha privado del deleite y de la obligaci¨®n de acceder a estas producciones,que habr¨¢n ole enriquecernos, que coadyuvar¨¢n a reconstruir las se?as de identidad (perd¨®neseme la t¨®pica locuci¨®n, dado su grafismo) y a desvanecer los m¨²ltiples recelos y prejuicios, y los conceptos hist¨®ricos inexactos y desnaturalizadores que nuestros sectores viscerales han imbuido en el indefenso subsconsciente de extensos n¨²cleos de espa?oles. Para contrarrestarlo, ni siquiera una campa?a de caracterizaci¨®n profil¨¢ctica de los irift¨ªndios. Tampoco en nuestra ensenanza, ni en su horizonte, el menor margen de opci¨®n e instrucci¨®n de un saber ib¨¦rico.
Misi¨®n fundamental ¨¦sta de un programa nacional de cultura, todav¨ªa informulado... Que ser¨¢ fecundo si no se oficializa, si elude la utilizaci¨®n sectaria, erribozada o mostrenca, si consigue la directa conexi¨®n de nuestros pueblos, que comienzan a renacer, y de los intelectuales que con ellos anhelan compenetrarse.
Babelia
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