Una escuela inagotable
La Escuela de Francfurt (esta, desde luego, es la graf¨ªa que yo prefiero para la conocida ciudad; en cuanto a los componentes de la Escuela, recordar¨¦ que los m¨¢s notables son Marcuse, Adorno, Horkheimer y Benjam¨ªn) hizo avanzar formidablemente al pensamiento cr¨ªtico. Adelant¨¢ndose a su ¨¦poca, se movi¨® por m¨²ltiples frentes de batalla te¨®rica: denunci¨® el car¨¢cter no s¨®lo explotador, sino tambi¨¦n autoritario, del capitalismo; mostr¨®, frente al grosero economicismo ortodoxo de los a?os treinta, el decisivo papel que la ideolog¨ªa y la personalidad, ?fabricadas? principalmente en el seno de la familia, desempe?an como fuerzas reproductoras del orden socioecon¨®mico; devolvi¨® a la est¨¦tica y al conocimiento la dignidad que un burdo behaviorismo, expresado en la famosa teor¨ªa del reflejo, pretend¨ªa anular; se enfrent¨® a la cultura asc¨¦tica y productivista predominante, reivindicando como principio de cambio el derecho a la corporeidad y el placer; conden¨® la reificaci¨®n progresiva de la civilizaci¨®n de occidente y su manifestaci¨®n a nivel te¨®rico, es decir, la tendencia formalizante o positivista propia del logos instrumental.
Tito Perlini: La Escuela de Francfort
Historia del pensamiento negativo
Monte ?vila, Caracas, 1976; 155 p¨¢ginas.
Este ¨²ltimo empe?o antiformalizante hizo a los francfurtianos confeccionar su obra de manera voluntariamente asistem¨¢tica. No quer¨ªan consolidar, sino elaborar una teor¨ªa cr¨ªtica abierta, consciente de ser parte de un proceso y ligada a los esfuerzos de liberaci¨®n humana; una cr¨ªtica, pues, en cierto modo gestante y deliberadamente fragmentaria.
La Escuela, resumiendo, fue polifac¨¦tica, precursora y adem¨¢s marginal y heterodoxa en su discurso. Doble serie de dificultades, de fondo y de forma, que hace que el inter¨¦s por ella aumente y se renueve, seg¨²n el paso del tiempo obliga a reconsiderar sus an¨¢lisis y, a la vez, las traducciones y la aparici¨®n de trabajos como el presente la hacen salir m¨¢s y m¨¢s de su asumida marginalidad.
Hoy contamos ya en castellano con obras de autores que se han ocupado de la Escuela bajo distintos puntos de vista: divulgador (Mansilla), hist¨®rico-cr¨ªtico (Jay), te¨®rico (Rusconi).
Una luz
Perlini, como Rusconi, se ocupa en su libro m¨¢s del trabajo cr¨ªtico-te¨®rico acerca de los intelectuales de Francfurt, que de la historia propiamente dicha de la Escuela. Volumen nada reciente (la edici¨®n italiana apareci¨® en 1969), La Escuela de Francfort re¨²ne una serie de ensayos que, muy francfurtianamente por cierto, en forma de flashes espor¨¢dicos, arrojan pertinente luz sobre distintos aspectos de las aportaciones debidas a los pensadores alemanes. Hay una parte central en la obra, sin embargo, en la que esta t¨¦cnica se rompe, con centr¨¢ndose el autor en una detenida pormenorizaci¨®n de la Dial¨¦ctica del iluminismo, de Adorno y Horkheimer, la cual en muchas p¨¢ginas no pasa de ser una par¨¢frasis. Yo, personalmente, hubiera deseado menos desproporci¨®n en los apartados y un mayor ¨¦nfasis, primero, en Marcuse y Benjam¨ªn, que aparecen pr¨¢cticamente de pasada, y, segundo, en temas como la conexi¨®n de la Escuela con la cultura jud¨ªa y el ensayismo moral europeo, la influencia que Max Weber ejerci¨® sobre ella, la distinci¨®n entre el antipositivismo francfurtiano y el existencialismo y el irracionalismo, y la labor de s¨ªntesis dial¨¦ctica que los famosos fil¨®sofos realizaran de la corriente hegelianomarxista, Freud, Nietzsche, el pesimismo cultural de Kierkegaard y Schopenhauer, y el propio Weber; temas estos, altamente sugerentes, que Perlini toca de modo fugaz, aunque de muestra un envidiable conocimiento de las tradiciones y fuentes de todos ellos. Bien es verdad, que el pr¨®logo reconoce tal parquedad y promete nuevos trabajos.
La objeci¨®n que acabo de hacer a los pasajes, excesivamente descriptivos, referentes a la Dial¨¦ctica del iluminismo, se debe con toda probabilidad a que el libro, al estar destinado al p¨²blico italiano (el cual parece ser, seg¨²n lo que Perlini apunta, que no estaba muy familiarizado con la tem¨¢tica francfurtiana en el momento de la publicaci¨®n de aqu¨¦l), quiere abundar en la obra de Adorno y Horkheimer, que en verdad, es paradigm¨¢tica de la Escuela. Adem¨¢s, la insistencia se ver¨ªa reforzada por la absoluta falta de comprensi¨®n que, siempre en palabras de Perlini, la Dial¨¦ctica? tuvo en Italia al ser traducida en 1966, dos d¨¦cadas despu¨¦s de haber sido escrita. Los te¨®ricos italianos, con la notable excepci¨®n de Rusconi, se?ala el autor, arremetieron contra Adorno y Horkheimer, bien desde un marxismo poco decantado que a¨²n no hab¨ªa pasado la prueba de fuego de mayo del 68, bien identificado indebidamente a los germanos con el aristocratismo reaccionario de un Spengler o un Ortega. Merece la pena detenerse en este rechazo porque evidencia c¨®mo, hace nada m¨¢s que diez a?os, un cierto panorama intelectual dominante en Europa todav¨ªa consideraba irrelevante el clamor por unas exigencias m¨¢s cualitativas que ?cl¨¢sicas?, las cuales bien pronto iban a ser puestas hist¨®ricamente en escena por toda una ola de revueltas que conmocionar¨ªa los planteamientos de izquierda en el mundo industrializado. Y conste, que no quiero decir que Adorno o Horkheimer fueran l¨ªderes personales de los nuevos movimientos estudiantiles, que no lo fueron, —el mismo Perlini recoge la actitud retra¨ªda y titubeante de ambos a este respecto; su confusa actitud pol¨ªtica final—. Si, afirmo, en cambio, que las ideas contenidas en la Dial¨¦ctica? adelantaban en parte la nueva conciencia de repulsa que se generalizar¨ªa en los a?os sesenta.
La limitada perspectiva hist¨®rica con que podemos juzgar ya la presente obra permite hacer otra observaci¨®n. Perlini apunta, sin m¨¢s consideraciones, el hecho de que el heredero intelectual por antonomasia de la Escuela, Habermas, virara hacia la epistemolog¨ªa, la comunicaci¨®n y la teor¨ªa ling¨¹¨ªstica de la sociedad. Hoy podemos afirmar que este viraje no es una aventura aislada habermasiana, sino parte de un movimiento general de las ciencias sociales, que son conscientes de los nuevos ¨¢mbitos culturales por los que discurre la problem¨¢tica de los pa¨ªses capitalistas avanzados y los socialismos de Estado europeos. El fen¨®meno que Perlini constataba s¨®lo como tendencia, en la actualidad autores como Albrecht Wellmer pueden estudiarlo ya en su desarrollo todav¨ªa no clausurado.
La trayectoria de Adorno y Horkheimer
El libro, entre las conclusiones, aporta una valiosa cr¨ªtica a la trayectoria de Adorno y Horkheimer en su ¨²ltima ¨¦poca, cuando regresaron a la Alemania Federal del exilio norteamericano. Ya antes me refer¨ª incidentalmente a ella. Plantea Perlini acertadamente que quiz¨¢ el encasillamiento en temas y posturas llev¨® a ambos autores a quedarse atr¨¢s, a repetirse, y, por tanto, canonizar inadvertidamente sus planteamientos, en contra de los propios postulados de la teor¨ªa cr¨ªtica; en definitiva, a verse un tanto desplazados de las nuevas corrientes hist¨®ricas, como la revuelta estudiantil y la irrupci¨®n protag¨®nica del Tercer Mundo, siendo as¨ª que, parad¨®jicamente, su obra de hac¨ªa veinte a?os reclamaba indirectamente el surgimiento de tales —o m¨¢s bien parecidas— corrientes. Se tratar¨ªa de un proceso justamente opuesto al experimentado por Marcuse, como tambi¨¦n hace notar el autor.
La Escuela de Francfort aparece como una obra valiente y atractiva, que sabe interpretar y criticar con irgor y a la vez agilidad y elegancia literaria, sin caer nunca en la adulaci¨®n ni en el recurso a las citas textuales. Perlini subraya la tremenda importancia de la Escuela, pero tambi¨¦n se?ala sus limitaciones, all¨ª donde surgen. Recoge cr¨ªticamente su legado y emplaza a las personas que le lean a crear un nuevo momento colectivo de negaci¨®n, en las cambiantes circunstancias contempor¨¢neas, que no son exactamente las mismas que moldearon a los hombres de Francfurt cuando elaboran sus m¨¢s cl¨¢sicos trabajos.
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