De nada sirvi¨® la gran lecci¨®n de Honrubia
En la primera corrida fallera se lidiaron toros de Mar¨ªa Pallar¨¦s de Ben¨ªtez Cubero para Manolo Arruza (divisi¨®n y saludos en los dos, y en el primero tambi¨¦n aviso); Paco Alcalde (silencio y oreja); y Luis Francisco Espl¨¢ (silencio en los dos).
La lecci¨®n que dio el mi¨¦rcoles el gran subalterno Paco Honrubia. con sus pares de banderillas de un valor, una verdad y un temple tales que definieron c¨®mo debe hacerse la suerte, y que le costaron dos cornadas de esas que el taurinismo llama ?de caballo?, no ha servido para nada. Porque veinticuatro horas m¨¢s tarde, como si Honrubia no hubiera pasado -por este ruedo, en la plaza de Valencia -se sigue llamando banderillear a esas carreras locales a pelo en que compitieron ayer Manolo Arruza, Paco Alcalde y Luis Francisco Espl¨¢. Cierto que el p¨²blico en su calidad de masa, era distinto al de la novillada- Hab¨ªa menos aficionados y estaban los que hab¨ªan acudido a la plaza atra¨ªdos por lo, que llamaban la corrida de los banderilleros?. Es un eufemismo, en realidad, porque eso de ?banderillero ?: no se lo creen ni ellos, ni los que corr¨ªan por delante de los toros como si los persiguieran acreedores de garrota. Aquello de no moverse hasta que el toro arranca, andarle mientras se templa la embestida, aligerar el paso si los pies del toro lo exige, cuadrar en la cara, salir apoyado en los palos y de nuevo andando, etc¨¦tera. es algo que ni aprender ni aprender¨¢n los matadores -banderilleros de esta hora-, por mucho que un Honrubia se deje abrir las ingles en plena lecci¨®n magistral, y a tal pretensi¨®n vamos a tener que renunciar, si las reacciones del p¨²blico son como, las de ayer, que saltaba de su asiento y prorrump¨ªa. en ovaciones y hasta v¨ªtores cuando Alcalde clavaba los palos desde la altura de la barriga del toro y a la velocidad del rayo; o Arruza los dejaba en lo alto del brazuelo; o los de Espl¨¢ se quedaban, lisa y llanamente, en el suelo.Y mientras tanto, Honrubia permanec¨ªa en el sanatorio, en un quejido. De los dieciocho, pares de banderillas que caricaturizaron estos maestros y ol¨¦, se aproximaron a lo que es en verdad la suerte uno de Arruza,dejando llegar en el quinto, y otro de Espl¨¢ en el cuarto cuando, puso_,en pr¨¢ctica un si-es-no-es el topacarnero.,
Y eso, lo que son las cosas, fue lo m¨¢s brillante del trabajo de la terna ,en esta corrida fallera, porque con la muleta-dieron mil pases, buenos dos,, y, con el capote anduvieron tan sin recursos, tan sin garra y tan mohinos, como si se tratara de principiantes. Un poco de variedad ,aport¨® Espl¨¢, que hizo un quite por faroles y luego quiso poner en suerte un toro galle¨¢ndole, aunque lidiador y lidiado acabaron junto a tablas hechos un l¨ªo.
Arruza estuvo diez minutos de reloj pegando muletazos al primero, un dolor y un aburrimiento de muletazos, y el se?or Frontera -que, por cierto tuvo una actuaci¨®n impecable en la presidencia hubo de enviarle un aviso antes de que entrara a matar. Al segundo le dio un telele nada m¨¢s empezar el ¨²ltimo tercio, y hubo que apuntillarlo en medio del gran esc¨¢ndalo. Espl¨¢, no supo c¨®mo resolver el problema de la casta que ten¨ªa el tercero, y entre desarmes y dudas acab¨® con un bajonazo de los que hacen ¨¦poca. Arruza se dedic¨® al bonito juego de quitarle la muleta de la cara al cuarto y no pudo sacar ni un pase limpio de los ciento y pico que intent¨®. Otros ciento y pico o m¨¢s, le meti¨® en el cuerpo Alcalde al quinto, que era de carril, y dos tuvieron temple y hasta empaque.El sexto se qued¨® con media arrancada y no sirvi¨® para mejores, resultados la voluntad que puso Espl¨¢ en sacarle partido..
La corrida estuvo bien presentada, pero era pobre de cabeza y quiz¨¢ demasiado gorda. Entr¨¦ los seis toros tornaron seis varas -ni una m¨¢s-, en general con casta, de las que sal¨ªan agotados. S¨®lo el tercero se fue arriba y pele¨® como se supone debe-hacerlo un verdadero toro de lidia.
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