?Bultos,fuera!
.Hay veces que la historia real es tan dram¨¢tica que excluye la necesidad de comentario. Un minusv¨¢lido quer¨ªa tomar el autob¨²s. Le ayudan a subir con su silla de ruedas. Y he aqu¨ª que el empleado de la Empresa Municipal de Transportes dice escuetamente:
-No se admiten bultos.
Esta prohibido subir bultos a los coches. Est¨¢ prohibido que los minusv¨¢lidos vayan en autob¨²s. Est¨¢ prohibido, pr¨¢cticamente, que los. minusv¨¢lidos circulen por las calles que tengan acceso especial en escaleras, que tengan ascensores... Lo que est¨¢ prohibido, en una palabra, y seg¨²n se desprende de las barreras que estos hombres, mujeres y ni?os tienen, es que haya minusv¨¢lidos.
Sin embargo, podr¨ªa pensarse que lo prohibido tendr¨ªa que ser un conductor d¨¦ autob¨²s que no admite ese tipo de bultos; una Empresa Municipal de Transportes que s¨®lo admite a los que tengan ? dos piernas; o un pa¨ªs que en ning¨²n momento , ha pensado que tiene cerca de tres millones de minusv¨¢lidos, cuyo problema b¨¢sico de integraci¨®n es precisamente ese el de las barreras arquitect¨®nicas. Cruzar una calle, subir una escalera, trasladarse en una palabra, se convierte en una odisea absurda que impide que el minusv¨¢lido sea un engranaje m¨¢s en esta sociedad nuestra.
Y cuando se habla de impuestos del juego para minusv¨¢lidos, cuando se habla de bordar el problema con seriedad y con rigor, cuando hablamos desde todos los rincones del respeto a las minor¨ªas, viene un cobrador de autob¨²s a, echar por tierra toda una filosof¨ªa del respeto.
-No se admiten bultos.
Eran las once y cuarto de la ma?ana, en el autob¨²s matr¨ªcula de Madrid 42 10 y que hac¨ªa la l¨ªnea 28. Seguramente estaba conducido por un bulto.
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