Una propuesta al pueblo de Madrid
Nocturnidad, alevos¨ªa, desprecio y falta de educaci¨®n y respeto constituyen tan s¨®lo alguna de las circunstancias agravantes que incurren en el hasta ahora impune atentado perpetrado en la madrile?a calle de Alberto Aguilera, en su esquina con la de Vallehermoso. El paseante que atravesara dicho enclave el pasado lunes podr¨ªa ver levantarse all¨ª -aunque de tan familiar ya apenas se fijar¨¢- la airosa, medida y entra?able estaci¨®n de gasolina, obra de don Casto Fern¨¢ndez Shaw y, con el paso de los d¨ªas forma y parte indispensable de la ciudad. Pero el paseante que lo hiciera tan s¨®lo unas horas despu¨¦s, se sentir¨ªa abofeteado por un cruel vac¨ªo que en su lugar se levantaba: la moderna gasolinera, nacida del ingenio y amor de aquel inventor-arquitecto hab¨ªa sido derribada sin advertencia ni explicaci¨®n alguna, sin conocimiento del autor, en escasas horas nocturnas, y con total desprecio de la opini¨®n de quienes, con los d¨ªas, se hab¨ªan convertido en sus reales, que no legales propietarios: la gente. Manos desaprensivas, hab¨ªan decidido la ejecuci¨®n sumar¨ªsima de la alada arquitectura. Ni siquiera dieron a su hacedor la posibilidad de una ¨²ltima despedida. Muri¨® violentamente a manos del peor de los terrorismos, aquel al que sirve de motor la m¨¢s flagrante insensibilidad. Pero fiscales tiene la audiencia y periodistas el pa¨ªs. Dejemos que el escrito siga su no trascendente curso y ocupe el que m¨¢s le conviene, el de lo posible.Supongamos que el pueblo de Madrid se hubiera sentido literalmente abofeteado por el literal crimen -nada m¨¢s falso por otra parte, sabido lo ocupado que andan, de elecciones- e indignado, quisiera recuperar el monumento perdido. Est¨¢ supuesto. Y ya as¨ª, podremos arbitrar una propuesta al paseante a quien, en materia de lugares comunes, se acaba, una vez m¨¢s, de faltar al respeto.
Devolver a la ciudad el miembro amputado. Lo que la estulticia municipal y el ansia desordenada de riquezas desolaron, que la inteligencia urbana reconstruyera.
La gasolinera de don Casto por obra y gracia de la piqueta, ha vuelto al limbo de los justos. De nuevo es proyecto. El invento ha vuelto al papel y en ¨¦l espera una nueva y siempre posible vida, una reencarnaci¨®n: de momento, la que estas l¨ªneas, aqu¨ª y ahora, quieren darle en las leves consideraciones que siguen:
a) La estaci¨®n de gasolina demolida hab¨ªa adquirido en la ciudad sobrada carta de naturaleza para poseer por si misma motivos suficientes para readquirir su entidad f¨ªsica y volver a jugar el papel clave que ten¨ªa en el laberinto ciudadano. De lo di cho se puede desprender que el artilugio posee entidad suficiente para que, sin menoscabo, y aprovechando la circunstancia de que nos lo hayan devuelto a su virtual situaci¨®n de proyecto, pueda ser cambiado de emplaza miento.
b) Coincide lo ocurrido con la ¨¹closi¨®n en el solar que ocupar la antigua Casa de la Moneda -demolida vaya usted a saber por qu¨¦, pero demolida al fin y al cabo-, de unas moles-cacharro en falso cart¨®n-piedra a las que uno no tiene inter¨¦s en acostumbrarse por varios motivos y, de entre ellos, uno muy evidente: el anacronismo, la falta de agilidad administrativa que ha venido a producir el dislate de que un monumento, nacido en y para una ?sensibilidad? muy determinada y f¨ªsicamente conclusa, haya de seguir su normal curso de gestaci¨®n, como si nada hubiera ocurrido. Poca expectaci¨®n despiertan dichas moles. Hasta tal punto aparecen como ajenas, vacuas y extempor¨¢neas, que alrededor de ellas se ha producido un curioso fen¨®meno, quiz¨¢ ¨²nico en la historia: el de un monumento p¨²blico que ya antes de su culminaci¨®n e inauguraci¨®n oficial ha logrado producir el aburrimiento y desinter¨¦s del espectador. Caso, por cierto, diametralmente opuesto al de la estaci¨®n gasolinera que, despu¨¦s de cincuenta a?os, conservaba intacta su actualidad.
c) Pero todo esto viene al caso por el hecho de que don Casto ten¨ªa un viejo proyecto: escenificar en su gasolinera un museo-homenaje al autom¨®vil, consistente en que ciertos d¨ªas desfilaran por ella aquellos modelos que fueran m¨¢s representativos, m¨¢s hermosos, de la historia del autom¨®vil. Museo-transe¨²nte con el que, en evitaci¨®n del gozo de mayores y chicos, dio al traste la antes mencionada piqueta.
d) El solar de marras, el de la plaza de Col¨®n, se presta a las mil maravillas para que en ¨¦l, como homenaje al autom¨®vil y a la hispanidad, se reconstruya la derribada gasolinera, por suscripci¨®n popular y para dilatado gozo de propios y extra?os.
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