La isla de Formentera, amenazada
Ya antes de que finalice el per¨ªodo de informaci¨®n p¨²blica de las normas subsidiarias y complementarias de planeamiento urbano de Formentera, aprobadas inicialmente por su Ayuntamiento a finales del pasado mes de enero, el urbanismo se ha convertido en el tema dominante entre las aproximadamente 3.500 personas que habitualmente residen en la m¨¢s meridional de las Baleares, definida con todo merecimiento como el ¨²ltimo refugio natural del Mediterr¨¢neo espa?ol. As¨ª, incluso para el viajero no avisado, es f¨¢cilmente perceptible el ambiente de oposici¨®n popular que se respira en la isla en contra de la aprobaci¨®n de dichas normas, oposici¨®n traducida en numerosas pintadas y pegatinas en las que un lac¨®nico ?No m¨¢s hoteles? sintetiza la postura de la sensibilizada opini¨®n p¨²blica formenterense en torno al tema.Formentera, marco de un campo de concentraci¨®n durante los primeros a?os del franquismo, posteriormente convertida en meca de marginados de la sociedad opulenta occidental, est¨¢ mostrando estos d¨ªas su deseo de no homologarse a otros centros tur¨ªsticos del Estado espa?ol a los que un obsesivo af¨¢n de crecimiento econ¨®mico estrictamente cuantitativo ha llevado a una inexorable degradaci¨®n. Y, seg¨²n una buena parte de la poblaci¨®n formenterense, las normas subsidiarias de planeamiento, ahora en juego, son precisamente el mejor instrumento para que la vulgarizaci¨®n de Formentera sea muy pronto un hecho consumado.
Las normas de la discordia
Desde que en 1969 el Ayuntamiento de Formentera encargara la redacci¨®n de un primer Plan General de Ordenaci¨®n Urbana de los 82 kil¨®metros cuadrados que forman su t¨¦rmino municipal, ha llovido lo suyo, incluso, en esta isla, donde la tradicional carest¨ªa de agua se ha convertido en un eficaz elemento corrector del desarrollo tur¨ªstico. Desde aquella lejana ¨¦poca dos han sido los planes generales de rdenaci¨®n encargados y posterioinente rechazados por un Ayuntamiento cuyas caracter¨ªsticas fundamentales consisten en la gravedad de los problemas que tiene planteados la comunidad org¨¢nicamente por ¨¦l representada y la precariedad de recursos y mecanismos de control traducibles en un presupuesto anual de unos siete millones de pesetas. Dos planes generales sobre los que habr¨¢ que volver m¨¢s adelante, cuya inexistencia real permiti¨® que en estos a?os de progresivo desarrollo de la industria tur¨ªstica proliferaran en la isla buen n¨²mero de urbanizaciones ilegales, se construyera en estos tiempos m¨¢s que en varios siglos anteriores juntos y, lo m¨¢s importante, que poderosos grupos promotores tur¨ªsticos, entre los que es imposible entontrar un solo formenterense, se apresuraran a realizar grandes inversiones coloc¨¢ndose en un punto de privilegio en la inevitable carrera hacia la especulaci¨®n.As¨ª, tras los dos intentos de planeamiento fallidos anteriormente citados, se lleg¨® el verano pasado al encargo informal, pero de hecho, por parte del Ayuntamiento de la redacci¨®n de unas normas subsidiarias y complementarias de planeamiento. El encargo recay¨® en Cepeisa, un colectivo de profesionales del urbanismo afincados en Madrid, precisamente el mismo equipo que hab¨ªa redactado anteriormente sendos planes parciales para Ibiforsa, la empresa mercantil propietaria de las salinas de Formentera e Ibiza, planeamientos que convert¨ªan a estas zonas de m¨¢xima importancia paisaj¨ªstica y ecol¨®gica en unas macrourbanizaciones capaces de albergar 15.000 personas.
Convendr¨¢ recordar, asimismo, que el segundo Plan General de Ordenaci¨®n fue concebido por su equipo redactor -dirigido por los arquitectos F¨¦lix Julbe y Raim¨®n Torres- como una alternativa racional al desarrollo integral de Formentera, a partir de una exhaustiva encuesta efectuada a la poblaci¨®n formenterense, produciendo en t¨¦rminos t¨¦cnicos las aspiraciones de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n.
Hechas estas consideraciones, y siguiendo con la redacci¨®n de las normas, Cepeisa redact¨® su planeamiento en un tiempo r¨¦cord de algo m¨¢s de un mes -seg¨²n la cronolog¨ªa oficial facilitada por el Ayuntamiento- bas¨¢ndose en una argumentaci¨®n econ¨®mica ahora continuamente impugnada por los formenterenses. Seg¨²n Cepeisa, la renta per c¨¢pita en Formentera es de 77.200 pesetas y para llegar a la por nadie reclamada renta estable de las 110.000-120.000 pesetas anuales el camino es claro para este equipo de urbanistas; declarar el turismo como ¨²nica opci¨®n de desarrollo. De esta manera, y tras una negociaci¨®n entre equipo redactor y grandes promotores tur¨ªsticos, que financiaron de su propio bolsillo 400.000 pesetas del 1.100.000 que ha costado este nuevo planeamiento, las normas posibilitan la construcci¨®n de tres hoteles de cinco estrellas -uno de ellos en El Espalmador, un islote adyacente-, uno de cuatro estrellas, un puerto deportivo, un campo de golf, todo ello en una isla en que la industria tur¨ªstica hab¨ªa surgido gracias a peque?as econom¨ªas unifamiliares. En total, las normas han fijado en 5.485 las plazas tur¨ªsticas de nueva creaci¨®n y en 23.268 personas el techo de poblaci¨®n, datos que son considerados como irreales por los impugnadores del planeamiento.
Fuerte oposici¨®n popular al proyecto
Porque, hechos sin precedentes en esta isla de gentes tranquilas, estas normas han sido capaces de que los afectados hayan redactado una semana antes de que finalizara el per¨ªodo de informaci¨®n p¨²blica m¨¢s de un millar de impugnaciones particulares a la totalidad de las normas, asi como varias impugnaciones colectivas, tambi¨¦n a la totalidad del planeamiento.Los impugnadores no entienden ni aceptan por qu¨¦ el turismo debe ser considerado como el ¨²nico motor del desarrollo econ¨®mico de la isla y m¨¢s en estos tiempos de crisis en el sector. No entienden ni aceptan que las normas se desentiendan de la agricultura la ganader¨ªa y la pesca, tres tradicionales ocupaciones de los naturales de la isla. Les resulta dif¨ªcil comprender que se levante un campo de golf cuando vivir en Formentera sigue siendo una rara heroicidad a consecuencia de la grav¨ªsima situaci¨®n de la asistencia sanitaria, aunque la Seguridad Social obtiene mensualmente de la isla ocho millones de pesetas. No est¨¢n de acuerdo en que los grandes promotores -mallorquines, catalanes, suizos, alemanes e ibicencos- hayan conseguido un trato de favor con las normas, sinti¨¦ndose los formenterenses claramente marginados. Son de la opini¨®n, los f¨®rmenterenses, de que el paisaje y el medio ambiente no quedan claramente preservados en el nuevo planeamiento. Ponen en tela de juicio la necesidad de que se lleve a cabo un proyecto de tra¨ªda de agua potable desde Ibiza y le manifiestan en contra de que tal operaci¨®n, quede en manos de la iniciativa privada, tal y como propone el Ayuntamiento.
Los formenterenses creen, en s¨ªntesis, que las normas aprobadas inicialmente por el Ayuntamiento est¨¢n en contradicci¨®n con los intereses de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n insular.
Los formenterenses, en estos ¨²ltimos cuarenta a?os, solamente han tenido una ¨²nica oportunidad de intervenir en la gesti¨®n de su propio desarrollo y ¨¦sta fue en el transcurso de la redacci¨®n del segundo plan. En aquel entonces, hace solamente de ello un a?o y medio aproximadamente, los formenterenses se mostraron claramente partidarios de mantener por encima de todo el respeto al paisaje y medio ambiente de la isla por considerar que constituyen su ¨²nico patrimonio colectivo. Se declararon contrarios a los grandes proyectos hoteleros, al desarrollo tur¨ªstico entendido como ¨²nica opci¨®n de desarrollo y controlado en los centros de decisi¨®n europeos a trav¨¦s de los potentes operadores. Los formenterenses, la ¨²nica vez que fueron consultados, se mostraron partidarios de una diversificaci¨®n econ¨®mica en la que, naturalmente, el turismo controlado por ellos mismos ten¨ªa un papel fundamental a ocupar.
Ante tal situaci¨®n, el Ayuntamiento de Formentera, por boca de su alcalde, Antonio Serra, ha optado por el anatema condena torio. ?El problema urban¨ªstico de Formentera -dice Antonio Serra- se ha politizado excesivamente?, haciendo responsables de este supremo ejercicio de la raz¨®n al Partido Socialista Popular -que se ha declarado p¨²blicamente en contra de la aprobaci¨®n de las normas~ y alguno de los miembros del equipo redactor del segundo plan general, con cretamente el arquitecto F¨¦lix Julbe, uno de los chivos expiatorios de la m¨¢s reciente historia del urbanismo de Ibiza y Formentera. Porque, si como dijimos anteriormente, el segundo plan propuso la planificaci¨®n integral de la isla a partir de los intereses de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, la ambig¨¹edad intr¨ªnseca que supone este escal¨®n inferior de planeamiento previsto por la ley del Suelo como son las normas subsidiarias de planeamiento, permite legalizar de hecho una manera de entender la planificaci¨®n de un territorio sin tener en cuenta las necesidades de este territorio afectado. Si a nadie escapaba en ¨¦pocas muy recientes -posiblemente tampoco a sus propios redactores- que el invocado utopismo de las propuestas contenidas en el segundo plan general consist¨ªa precisamente en la extraordinaria dificultad de llevar a la pr¨¢ctica una coherente pol¨ªtica reformista en materia urban¨ªstica, en un contexto donde intereses p¨²blicos y privados presentan una conflictividad poco menos que irresoluble, por el momento, en un medio donde la rapacidad del capital no puede ser m¨ªnimamente contrarrestado por unos ayuntamientos que no son representativos, resulta obvio que la salida airosa al problema de la planificaci¨®n de Formentera, al menos, para los grandes intereses coincidentes en la isla, pasaba por la redacci¨®n de unas normas subsidiarias. Unas normas cuya servidumbre al plan provincial de Baleares es total por propia definici¨®n, vinculaci¨®n que hac¨ªa previsible los resultados pr¨¢cticos de este planeamiento dada la generosidad con que los redactores del plan provincial obsequiaron a los grandes promotores del turismo.
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