La reforma tambi¨¦n secuestra libros
En el ¨²ltimo a?o, desde marzo de 1976 a marzo de 1977, los acontecimientos pol¨ªticos se desarrollaron con inusitada rapidez. Legalizaciones de partidos, preparaci¨®n de elecciones, indultos y un amplio etc¨¦tera en el que existen lamentables excepciones: los secuestros de libros es una de ellas. Rosa Mar¨ªa Pereda informa de todo ello.
Casi treinta t¨ªtulos han sido secuestrados durante el ¨²ltimo a?o a las editoriales espa?olas. Paradiso, de Jos¨¦ Lezama Lima, contin¨²a prohibido, con 4antos otros, a la importaci¨®n, en este caso, mientras siga sub judice su edici¨®n espa?ola. En cambio, se ha levantado la prohibici¨®n a un n¨²mero considerable de libros, entre los que suenan novelas de los a?os 50, que constituyen las novedades de ficci¨®n de este curso.El boom del libro pol¨ªtico -desde la biograf¨ªa-reportaje de Santiago Carrillo, a los an¨¢lisis m¨¢s o menos serios de la situaci¨®n espa?ola, pasando por la verdadera inflaci¨®n -guerra civil- es posible porque la Administraci¨®n ha abierto la mano, pero esta treintena de secuestros es tambi¨¦n posible porque se sigue reservando los recursos legales que, de hecho, dejan la situaci¨®n a merced de criterios variables seg¨²n la coyuntura.
As¨ª pues, y como es ususal en este tema, no es muy posible establecer criterios claros sobre la peligrosidad de unos libros frente a otrol.
Los problemas nacionales catal¨¢n, vasco y gallego, la figura del general Franco, los reportajes en torno a conflictos socioecon¨®micos o pol¨ªticos concretos (huelgas generales, esc¨¢ndalos pol¨ªticos o financieros) y la presentaci¨®n del proyecto de algunas organizaciones pol¨ªticas o laborales en situaci¨®n de ilegalidad tolerada son la mayor¨ªa. Asimismo, han tenido dificultades libros que tocaban temas como la descolonizaci¨®n de Guinea, o instituciones como el Ej¨¦rcito o la Iglesia.
Y existe tambi¨¦n -sobre todo a nivel de creaci¨®n literaria- una especie de inercia o maldici¨®n que cae sobre determinados autores y obras de manera inexplicable. Cuatro p¨¢ginas de Paradiso, o Fanni Hill, Memorias de una Mujer Galante, de John Loveland, son una muestra. Lo curioso del caso es que tanto a nivel de censura al sexo como a la pol¨ªtica, existen en las librer¨ªas t¨ªtulos tan fuertes o m¨¢s que los prohibidos.
Dificulta a¨²n m¨¢s la situaci¨®n el hecho de las muchas dependencias, de los muchos organismos que pueden ser parte interesada en el secuestro de un libro. Hay casos por ejemplo el de Angel Vi?as, El Oro Espa?ol en la guerra civil, editado por el Instituto de Estudios Fiscales del Ministerio de Hacienda, cuya distribuci¨®n ha sido retenida por ¨¦ste, por consejo del Ministerio de Asuntos Exteriores, como lo fueron algunos de sus antecedentes sobre el terna, como el del profesor Sard¨¢.
La Ley de Prensa reconoce la ?libertad de expresi¨®n de las ideas?, sujeto del art¨ªculo 12 del Fuero de los Espa?oles, con las limitaciones del famoso art¨ªculo segundo, actualmente en reconsideraci¨®n: ?Son limitaciones al respeto a la verdad y a la moral; el acatamiento a la ley de Principios del Movimiento Nacional y dem¨¢s Leyes Fundamentales; las exigencias de la defensa nacional, de la seguridad del Estado y del mantenimiento del orden p¨²blico interior y la paz exterior; el debido respeto a las instituciones y a las personas en la cr¨ªtica de la acci¨®n pol¨ªtica y administrativa; la independencia de los tribunales y la salvaguarda de la intimidad y del honor personal y familiar?. Y a?ade que la Administraci¨®n no podr¨¢ ejercer censura previa (art¨ªculo tercero) ni exigir consulta voluntaria, aunque ¨¦sta queda como opci¨®n de los editores. ?De hecho, la consulta voluntaria -dice a EL PAIS Manuel Aguilar, editor e importador- fue usada algunas veces, cuando el proyecto editorial era especialmente caro, o tocaba los l¨ªmites del techo editorial con riesgo de que, al secuestro, se perdiera mucho dinero. Segu¨ªa el oficio de censura, con un ligero cambio sem¨¢ntico: el permitimos fue sustituido por el ?no, hay inconveniente?, y el prohibido por ?no parece aconsejable?.
Otra salida, que a medida que se fue instalando este aire de libertad imparable que sufre Espa?a en los ¨²ltimos a?os, ha ido siendo cada vez m¨¢s utilizada, es el de salir ?con silencio administrativo ?. La Administraci¨®n, consultada, ni aprueba ni reprueba en un plazo limitado de tiempo.
Y, por fin, cada vez se impone m¨¢s la aparici¨®n sin consulta. La responsabilidad en que el libro aparecido puede incurrir puede tocar al editor -m¨¢ximo responsable- y al propio autor, y las sanciones podr¨¢n ser de tipo administrativo o judicial. Cada libro -y en eso todas las publicaciones- debe registraarse en el MIT, y adem¨¢s, la denuncia de cualquier particular, en un amparo tan amplio como el cubierto por el art¨ªculo dos, puede acabar en el secuestro, y suele. La decisi¨®n administrativa, y las preventivas por parte de los jueces tienen car¨¢cter ejecutivo: el secuestro se realiza, y m¨¢s tarde ser¨¢ el juez quien juzgue si hubo o no delito. Pero en el segundo caso se ha causado ya un grave perjuicio a la editorial y al autor mismo.
El registro del editor, esto es, de la persona que puede editar libros, pasa tambi¨¦n por una especie de examen de conciencia o de decencia civil: el Registro de Empresas Editoriales, del MIT. Los requisitos son muchos m¨¢s que los que requiere cualquier negocio mercantil.
Igualmente deben pasar por su registro en el MIT las empresas que pretendan importar libros del extranjero.
Tambi¨¦n en el caso de los libros importados, pese a la autorizaci¨®n, puede haber intervenci¨®n judicial posterior, que limite o suspenda el permiso. Adem¨¢s, para cada nueva partida de libros hay que solicitar nueva autorizaci¨®n, por lo que se han dado casos de libros permitidos en una primera importaci¨®n, que luego han sido prohibidos en nuevas remesas.
Por la libertad editorialEl importador m¨¢s importante de Madrid, Manuel Aguilar, y el editor m¨¢s vapuleado por la Administraci¨®n en este a?o, Ram¨®n Akal, definieron para EL PAIS la actual situaci¨®n de la censura de libros en Espa?a.'?Aunque se ha levantado el techo editorial con la reforma -dijo el se?or Aguilar- las leyes contin¨²an siendo las mismas La censura, de cualquier forma, y desde un punto de vista simplemente liberal, es insultante. A mi modo de ver, para que haya una verdadera libertad editorial -y lo mismo para el importador- a las empresas no se les deben imponer m¨¢s normas que a cualquier otra actividad mercantil. Para el control social est¨¢ el C¨®digo Penal y los tribunales. La edici¨®n debe quedar liberada del control administrativo.? ?Mucho m¨¢s importante -sigue Manuel Aguilar- es el planteamiento de una pol¨ªtica cultural y educativa en base sobre todo a bibliotecas p¨²blicas de las que carecemos, y que a los editores espa?oles nos ampliar¨ªa nuestro papel social y adem¨¢s nos resolver¨ªa el grave problema econ¨®mico en que estamos. Porque el deterioro cultural y educativo nos perjudica a nosotros, adem¨¢s, a niveles econ¨®micos. Y al lector: con una compra asegurada por la Administraci¨®n, los precios a la calle podr¨ªan ser mucho m¨¢s bajos. ?
A Ram¨®n Akal la censura de es tos ¨²ltimos seis meses (?a libro por mes estamos?) le ha costado ?de orden de dos millones y medio de pesetas, y eso en una ¨¦poca dif¨ªcil problem¨¢tica? -dijo a EL PAIS ?Yo sigo haciendo lo que en este pa¨ªs nadie quiere hacer: publica gente nueva, a todos los niveles. La censura nos golpea dur¨ªsimamente, m¨¢s que en otras ¨¦pocas. Esto hasta las narices -y dilo- de lo te¨®ricos dem¨®cratas. Que venga los dem¨®cratas de la praxis, a ve qu¨¦ pasa?. ?Si repasas las listas de t¨ªtulos secuestrados -dijo el se?o Akal- ver¨¢s que no son monocolores, ni lecturas desde una misma perspectiva. Pero creo que todo significaban una visi¨®n democr¨¢tica, y que en los pa¨ªses democr¨¢ticos, la mayor¨ªa est¨¢n o estar¨ªan e la calle. ?
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