Beethoven y Espa?a
Al conmemorarse en todo el mundo el aniversario (siglo y medio) de la muerte de Beethoven se est¨¢ recordando y rindiendo homenaje a una de las figuras clave de la historia contempor¨¢nea, uno de los forjadores del esp¨ªritu moderno.
Igual que Goya a la pintura, Beethoven liber¨® a la m¨²sica de la condici¨®n de arte servil y mero pasatiempo. La sac¨® del sal¨®n cortesano o del mundo nobiliario para llevarla al hombre de la calle, y si hoy podemos decir que la m¨²sica es el arte m¨¢s universal, a quien se lo debemos principalmente.Tambi¨¦n como el de Goya, a quien tantas cosas le unieron sin saberlo, su arte cabalga entre dos siglos. Partiendo del antiguo r¨¦gimen, restringido y tutelar, se dirige abiertamente hacia un nuevo orden, universal y democr¨¢tico. Los ideales de su ¨¦poca, derechos humanos, sufragio universal, independencia nacional, hermandad de una sociedad libre, y feliz, se sublimaron en su esp¨ªritu creador, llev¨¢ndole con decisi¨®n a abandonar los moldes cl¨¢sicos y buscar, con incre¨ªble acierto, nuevas formas que le permitiesen avanzar ilimitadamente, sin perder jam¨¢s el equilibrio, en la dif¨ªcil dualidad forma-contenido.
Las relaciones de Beethoven con Espa?a pueden comenzarse a rastrear desde su propio origen. El apellido Beethoven facilit¨® a los investigadores la comprobaci¨®n del origen flamenco del compositor, cuyo abuelo, Lodewik, hab¨ªa nacido en Malinas y procedente de Amberes, lleg¨® a Bonn hacia 1740, donde fue maestro de capilla del arzobispo elector de Colonia. La continuada presencia espa?ola en Flandes en los siglos anteriores no le fue desconocida a Beethoven por referencias familiares. Por otra parte, su peque?a estatura, piel oscura, manos velludas y negros cabellos hicieron que, entre los suyos, fuera conocido como el espa?ol, a lo que contribu¨ªa tambi¨¦n la viveza latina de su mirada, sus modales toscos, su aire adusto y lo apasionado y tenaz de sus apreciaciones.
Fruto quiz¨¢ del inter¨¦s por el mundo de sus antepasados ser¨ªa la curiosidad que mostr¨® por la figura de Egmont, h¨¦roe de la lucha contra la dominaci¨®n espa?ola en los Pa¨ªses Bajos, protagonista de la tragedia de Goethe, para la cual escribi¨® una muy bella m¨²sica esc¨¦nica, cuya cobertura se ha hecho c¨¦lebre.
En sus primeros a?os vieneses, Beethoven trab¨® amistad con Mariana Mart¨ªnez (1744-1812), hija del hidalgo espa?ol Nicol¨¢s Mart¨ªnez, maestro de ceremonias del nuncio apost¨®lico en la capital del imperio austro-h¨²ngaro. Mariana se hab¨ªa formado con Haydn y lleg¨® a ser, como pianista y compositora, personalidad destacada en los medios musicales de Viena. Mozart hab¨ªa tocado el piano con ella a cuatro manos, y Beethoven acudi¨® a algunas veladas musicales en casa de esta prestigiosa artista, a quien el gran m¨²sico consideraba una exquisita diletante.
El a?o 1805 estren¨® Beethoven su ¨²nica ¨®pera, Fidelio, o el amor conyugal, verdadero canto al amor y la libertad del hombre y una de las piezas capitales (la otra ser¨ªa La flauta m¨¢gica, de Mozart), en el nacimiento del moderno drama l¨ªrico alem¨¢n. La acci¨®n de Fidelio, cuyo libro fue extra¨ªdo de un drama franc¨¦s de Jean Nicol¨¢s Bouilly, se desarrolla en Sevilla, y uno de sus protagonistas lleva el nombre de Pizarro.
Conocida es la reacci¨®n de Beethoven cuando llega a sus o¨ªdos la noticia de la coronaci¨®n de Napole¨®n Bonaparte. El ¨ªdolo, el ¨²nico hombre moderno que parec¨ªa surgir de las Vidas paralelas, de Plutarco, el -¨²nico capaz de imponer en el mundo las ideas humanitarias de la Revoluci¨®n Francesa, ca¨ªa de su pedestal al aceptar la titularidad imperial. Ya no le ser¨¢ dedicada la Sinfon¨ªa Heroica. Y a?os m¨¢s tarde, cuando llega a los o¨ªdos del maestro la noticia de la grave derrota sufrida por sus tropas, ya en retirada, en los llanos alaveses, tomar¨¢ de nuevo la pluma para escribir su sinfon¨ªa La batalla de Vitoria o La victoria de Wellington. Obra de circunstancias, poco valiosa, homenaje al general ingl¨¦s que, en tierras espa?olas, contribu¨ªa al declive napole¨®nico, fue, sin embargo, uno de los ¨¦xitos m¨¢s grandes, de su carrera de compositor. Gracias a la Sinfon¨ªa de la Batalla pas¨® a ser un personaje popular entre el pueblo vien¨¦s, al que halagaba esta m¨²sica, primer eco de la ca¨ªda de su mortal enemigo.
Por ello, cuando en septiembre de 1814 se celebra, en tomo a Metternich, el famoso Congreso de Viena, Beethoven conoce d¨ªas de esplendor y apogeo, siendo celebrado como un genio por los representantes de la realeza europea.
Quiz¨¢ hoy, con perspectiva hist¨®rica, resulte una iron¨ªa que Beethoven, el rebelde, el insobornable, calsi se convirtiese en el compositor oficial de aquella alianza aristocr¨¢tica que, pocos a?os m¨¢s tarde, iba a devolver a Fernando VII el cetro del m¨¢s odioso absolutismo. Pero debemos disculpar que un coraz¨®n noble como el de Beethoven acogiera con fervor esta lucha de independencia frente al imperialismo napole¨®nico y, a la vez, tremendamente humano, cediese con satisfecho orgullo ante la manifestaci¨®n de reconocimiento y respeto que los grandes le prodigaban.
El 15 de noviembre de 1815 muere su hermano Karl. En su testamento le ha confiado a su hijo. Beethoven pone en este sobrino todo el cari?o contenido de muchos a?os de soledad. Durante cinco a?os luchar¨¢ denodadamente para alejarle de la influencia de la madre, mujer de p¨¦simas costumbres. Comienza entonces su relaci¨®n con Cayetano Anastasio del R¨ªo, un espa?ol preceptor de familias aristocr¨¢ticas que, desde 1798, hab¨ªa establecido en Viena una instituci¨®n privada de ense?anza. En el mes de enero de 1816 Beethoven llev¨® a este colegio a su sobrino Karl. Las cartas del maestro a Giannastasio del R¨ªo (tal era el nombre por el cual se conoc¨ªa a este espa?ol casado con una italiana) son un modelo de responsabilidad e inquietud por el aprendizaje y educaci¨®n de su querido sobrino. En algunas hace afirmaciones de gran inter¨¦s para conocer su car¨¢cter, tales corno: La crueldad repugna mis sentimientos, o Pese a las contrariedades, s¨®lo el bien rige mis actos.
Conviene hablar aqu¨ª de las obras de Beethoven propiamente espa?olas. Para el editor Thomson, de Edimburgo, Beethoven armoniz¨® gran cantidad de canciones populares, haci¨¦ndolas acompa?ar de piano, viol¨ªn y violoncello. Las 36 canciones populares de diversos pa¨ªses (1816-1818), Wo0 158 del cat¨¢logo Kinsky-Halm se dividen en dos cuadernos de dieciocho canciones, con acompa?amiento de tr¨ªo. Uno de ellos contiene tres canciones espa?olas, titulardas: 1. La tirana se embarca (tirarilla espa?ola), 2. Una paloma blanca (bolero) y 3. Como una mariposa (bolero).
Enrique Franco ha hecho constar, en los comentarios al disco que edit¨® Radio Nacional de Espa?a con la grabaci¨®n de estas canciones (Montserrat Alavedra, soprano; Luis kego, piano; Antonio Gorostiaga, viol¨ªn; Pedro Corostola, violoncello) que, aun cuando en el manuscrito, copiado por Schindler, se lea Canci¨®n portuguesa de Portugal. Texto en espa?ol, la canci¨®n Yo no quiero embarcarme (que tambi¨¦n se incluy¨® en el disco citado) es un bolero totalmente espa?ol, de las mismas caracter¨ªsticas que los otros dos incluidos como espa?oles.
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